Gloria Montenegro, la primera mujer en ganar el L’Oréal-Unesco a Mujeres en Ciencia

Gloria Montenegro

Bióloga, científica y académica chilena, ha sido reconocida internacionalmente en ciencia, pero aún no cuenta con la máxima distinción nacional: el Premio Nacional de Ciencias.


Cuando en 1964 Gloria Montenegro Rizzardini se tituló de profesora de Biología y Ciencias Naturales de la Universidad Católica, su interés estaba en la ciencia aplicada. Sin embargo, salir del espacio del laboratorio no era una actitud que se miraba con buenos ojos en esos años. “Era peyorativo. Era mal visto, yo que andaba en los cerros con jeans y polera trabajando con los alumnos de par a par”, recuerda Montenegro.

Su mirada sobre la ciencia era pionera y la llevó a la práctica. Hoy hablar de ciencia aplicada, es el deseo de la ciencia actual. Una actitud de la cual la bióloga, científica y académica chilena, actualmente se enorgullece. Y motivos tiene: a ha sido reconocida internacionalmente en ciencia. Distinciones entre las que destacan el ser la primera mujer galardonada con el Premio L’Oréal-Unesco a Mujeres en Ciencia, en 1998. “Me lo dieron por la innovación y la productividad científica”, comenta Montenegro a Qué Pasa.

A fines de los noventa, Montenegro, hoy secretaria académica de la Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal de la UC, contaba con numerosos proyectos internacionales sobre conservación de la biodiversidad y obtención de productos naturales. Un trabajo que a la fecha ha implicado el desarrollo de 20 patentes. El premio de Unesco, que fue por investigación básica, era un gran logro para una científica. Pero al volver a Chile, cuenta, no era una distinción conocida. “La universidad lo promocionó un poco, pero después he tenido más reconocimientos en la universidad, y me nombraron profesora emérito, que son muy pocas las mujeres que lo han obtenido”, comenta.

Su trayectoria ha sido larga, “y muy entretenida”, dice. Resultado de trabajar en algo que le gusta y motiva. "Cuando algo te gusta, te haces preguntas todo el rato, y si además tienes muchos alumnos, eso se empieza a enriquecer con las ideas de los alumnos, lo que te hace estar en un ambiente propicio para publicar algo y luego sigues con la misma idea, y viene el enfrentar otro problema y otra hipótesis”, reconoce.

Identidad país

Trabajólica y matea. Transita de la investigación básica a la ciencia aplicada. Es enfática en indicar que un investigador no puede quedarse en su laboratorio, "tenemos la obligación de transferir nuestras investigaciones”, sostiene.

Parte de su vida científica la ha realizado con agricultores. “Es muy entretenido ellos valoran mucho la investigación”, indica. De ese modo, ha podido transferir resultados y generar productos, entre los que actualmente destacan las primeras mieles de Chile con un factor que indica su poder bactericida. “Ese factor, es el primero que se le aplica a un producto que sale de Chile”.

“Yo descubro las propiedades de las plantas nativas de Chile, luego las patentamos y transferimos”, destaca. Un trabajo y trayectoria que destaca por su servicio. “Es ser útil. Yo me pregunto para qué estoy haciendo esto, para que va a servir, tanto en la parte ambiental de proteger nuestra bio diversidad como para ayudar a las poblaciones vulnerables”. Trabajar con especies endémicas, es trabajar, dice, con productos de identidad país.

En muchas entrevistas, dice que la pregunta frecuente ha sido cómo compatibilizó su carrera científica y la vida familiar. “Es la pregunta que siempre me hacen, de ‘cómo lo hizo criando hijos’, y ahora ayudo a criar nietos. Se puede", señala. Sin embargo, el ambiente académico y científico necesita entender que si se es madre, dice, se debe contar con un pre y postnatal.

Mujer y científica

En sus tiempos, comenta, no se contrataban mujeres porque tenían hijos. Hoy ya se abrió un poco la mente sobre el tema. “Pero para la generación mía fue algo que le costo mucho. Tuve dos hijos, pero tenía miedo que me cuestionaran los permisos para cosas domesticas”.

El respeto a la maternidad, dice, poco a poco fue quedando más claro. Sin embargo, se enfrentó a otras brechas. Después de eso, dice había que entender por qué iba a ganar menos que un hombre que hacía lo mismo que ella. “Lo mismo en términos de eficiencia, de números de estudiantes, eso es lo que hay que comparar, ¿porque voy a ganar menos si lo único diferente que tiene es que es hombre?”.

Después de las diferencias de sueldo, fue evidente la brecha en cargos de poder. “Tenemos que llegar a cargos directivos”, plantea. Montenegro se ha desempeñado en muchos cargos, desde presidenta de asociaciones internacionales científicas a cargos académicos. “Depende de una, no se necesita ser mujer para ganarse las cosas, yo creo que una tiene que ganarse las cosas por el fundamento científico que tienes hacia atrás. Lo que yo viví fue el machismo absoluto, la suerte que tuve que tuve un marido que como era científico entendió que tenía que ser alguien”.

Más recientemente, dice que ha sido el tema del acoso laboral. “Yo entiendo a las mujeres que han tenido acoso laboral y este clamor social de que las cosas cambien, las entiendo perfectamente. Eso les ha abierto los caminos a las nuevas generaciones. Porque los profesores no se van atrever a acosar, porque ya van cinco años en que se habla del tema y hay bastante más conciencia. Todos los hombres que sienten que han acosado a la mujer, que sepan pedir perdón”.

Mi tarea es ayudar a las mujeres académicas a que se empoderen, ayudarlas a entender que lo que ellas hacen es valioso y que lo muestren, que publiquen y que hagan una carrera académica”, reconoce.

Incluso, no se trata sólo de un tema de género, también con respecto a la edad: “La gente me dice ‘hasta cuándo’, ‘¿no te cansas?’, ‘¿cuándo crees que vas a terminar de hacer tantas cosa?’ Y no tengo ganas de terminar. Terminar es venirse a la casa para que te de ansiedad de la ociosidad, les asombra mi energía y que me sienta motivada”.



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