Se le llamó gripe ‘española', pero la pandemia de 1918, no se originó en España. Su punto de partida fue EE.UU., en Kansas y Texas, establecen historiadores médicos. Desde ahí fue transportada a Europa por las tropas norteamericanas que participaron en la Primera Guerra Mundial. Fue la pandemia más relevante del siglo XX, que en Chile golpeó fuertemente al sistema de salud y a la sociedad.
“Para muchos historiadores, ese evento es un importante hito en el proceso histórico de la unificación del mundo a través de las enfermedades y en el cual nuestro país ha sido partícipe”, indica el estudio Chile entre pandemias: la influenza de 1918, globalización y la nueva medicina, de los investigadores Marcelo López y Miriam Beltrán, de la Universidad Católica.
Antes de la gripe española, nuestro país ya contaba con registros y experiencias históricas de gripe. Conocimiento que se tiene gracias al trabajo realizado por el salubrista e historiador Pedro Lautaro Ferrer (1869 – 1937), quien la describió como una de las epidemias que regularmente se veían en el país durante el período colonial.
Uno de aquellos fenómenos se vivió en el año 1737. Fue una pandemia de gripe que se inició en Europa e ingresó a América por el virreinato de Nueva España. En la sociedad de entonces esos hechos, “constituyeron un terreno fértil para los curanderos y hechiceros, y una demostración palpable del estado de inseguridad social que generan las epidemias”, detalla el estudio.
Posteriormente en el siglo XIX, se desató una ola pandémica de influenza que se desató entre 1889 y 1890. Era una pandemia que se originó en la región central de Asia, en aquel entonces el Imperio Ruso. Fue un evento que tuvo una connotación más 'moderna’, por cómo se difundió a través de los medios de comunicación. Todo el mundo estaba expectante por el avance de la enfermedad. En octubre de 1889 la influenza se detectó en San Petersburgo, y en enero de 1890 se conocieron los primeros casos en Buenos Aires, Ciudad del Cabo, Tokio, San Francisco, entre otras ciudades.
El golpe de la gripe española
Marcelo López Campillay, investigador del Programa de Estudios Médicos Humanísticos de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica, uno de los autores del estudio, explica que entre las pandemias de corte infeccioso, de carácter disruptivo y alto impacto social, como la que estamos experimentando hoy con el coronavirus, se cuentan las oleadas de influenza (1890-1892) y el cólera (1886-1888) para el siglo XIX, y la influenza española (1918-1921), la influenza asiática (1958), la influenza de 1968 y gripe porcina (2009).
Ya para 1900 la influenza era un fenómeno que se registraba a nivel intercontinental. Y el brote pandémico del año 1918 fue a nivel global una de las más relevantes en la historia de la medicina moderna: fallecieron 50 millones de personas, entre enero de 1918 a diciembre de 1920.
En todos los continentes se registraron casos de contagios y fallecidos. Fue tal la incertidumbre en el mundo científico, que implicó grandes cambios sociales.
En el caso de Chile, fallecieron 40.113 personas. El impacto impulsó la modernización de la salud pública chilena y a la instauración en la década de 1920 al modelo de la nueva medicina o medicina preventiva.
La forma de enfrentar las pandemias ha variado de acuerdo al contexto social, político y científico. López explica que para el siglo XIX se dispuso de cordones sanitarios en el caso del cólera, con aislamiento, hospitales, lazaretos y vigilancia a través de inspectores sanitarios.
Pero dichos recursos no eran muy efectivos. La razón, dice el investigador, eran las pobres condiciones materiales, como viviendas sin agua potable, sin aislación para el frío y sin ventilación, entre otras, y una población con serios problemas nutricionales (miseria fisiológica).
Además, el Estado no contó con las suficientes herramientas institucionales y legales hasta la creación del Consejo Superior de Higiene Pública en 1891, órgano asesor del Ejecutivo en materia higiénicas y laboratorios municipales. Posteriormente ayudó la dictación del primer código sanitario en 1918, que López destaca "por primera vez creó una dirección única para organizar los asuntos sanitarios del país”.
Con el avance del siglo XX, ese panorama cambió. Gracias a la modernización de la salud pública a contar de las décadas de 1920 y 1930 y la creación de nuevas Escuelas de Medicina (U. de Concepción, U. Católica, U. Austral). Pero en especial con la creación de Servicio Nacional de Salud en 1952. "Se pudo contar con una organización territorial que canalizó los avances de la ciencia a la población, cómo antibióticos, vacunación, rayos X, alimentación madre-hijo, por ejemplo, y un cuerpo de profesionales de la salubridad enfermería, asistencia social, tecnología médica, especialidades médicas, etc., que lideraron la atención de la población en situaciones críticas”, dice López.
Pandemias unificadoras
Las pandemias no solo han impulsado al avance de la medicina, también han “unificado” al mundo, explica el investigador. Y el Covid-19 es el último ejemplo notable de aquel proceso que el historiador francés Emmanuel Le Loy Ladurie, calificó como la unificación del mundo por los microbios, "el cual calza con las aparición de los intensos proceso de contacto entre las sociedades asiáticas, europeas, americanas y africanas comenzó a gestar en los siglos XVI y XVII, en los albores de la globalización”.
Hoy, dice López, tras un proceso de intensificación del proceso globalizador desde fines del siglo XX, en virtud de la expansión del hipercapitalismo, las migraciones de diverso tipo, el crecimiento urbano y el auge del transporte aéreo, “el Covid-19 puede ser apreciada como una alerta biosocial de una crisis planetaria”.
La crisis del coronavirus implica un cambio global, de la misma manera que lo fueron las otras pandemias. “Nos obliga a poner atención en nuestros modelos de producción, invasivos de sistemas ecológicos sensibles, nuestros sistemas alimentarios que han empujado el auge de la industria porcícola y avícola (legal e ilegal) y que es sede de los brotes de zoonosis como lo demuestra la actual pandemia y la gripe porcina de 2009, así como los desplazamientos intercontinentales que pueden convertir a cada persona en un potencial agente pandémico”, sostiene López.
La gripe española y la pandemia en el año 2009 de la gripe porcina H1N1, tuvieron impacto social.
En 2009 La gripe porcina, enfermedad producida por el virus H1N1, que inicialmente atacaba sólo a los cerdos, mutó y empezó a infectar a humanos.
En diciembre de 2009 el virus se había expandido a más de 208 países provocando alrededor de 12.220 muertes. En Chile, desde abril el Ministerio de Salud emitió una alerta nacional para reforzar la vigilancia de influenza y de virus respiratorios en el país. El inicio del brote pandémico coincidió con el inicio del invierno.
Los primeros casos de influenza H1N1 fueron confirmados el 16 de mayo de 2009 en la Región Metropolitana. A fines de mayo, ya se habían certificado 250 y para la última semana de julio, eran más de 11 mil. Nuestro país se ubicó en el sexto lugar en el mundo y primero en América del Sur, con un total de 12.297 casos confirmados y 152 muertes al 30 de diciembre de 2009.
En la pandemia de gripe porcina se generó pánico mundial, era altamente contagiosa y no existía vacuna, al igual que ocurre hoy con Covid-19. Hay ciertas similitudes, explica el investigador en cuanto a la inquietud que generó por la irrupción de una enfermedad desconocida en cierto modo, al igual que en 1918 “ya que si bien en 1918 la gripe era parte de la historia sanitaria del país, el virus demostró una alta letalidad, especialmente entre jóvenes, y una alta contagiosidad”.
“Hoy podemos apreciar una cierta inquietud, que aún no es preludio de pánico, y que es natural en estas alteraciones de nuestro orden biosocial, pero que se inserta en otro marco sanitario y médico ya que el agente causante está identificado (coronavirus) y se dispone de una estructura institucional que cuenta con experiencia nacional y global para hacer frente a esta pandemia”, advierte López.
Ahora bien, ello no garantiza la inexistencia de episodios que puedan impactarnos. Es parte de la identidad histórica de las pandemias guardar un matiz de misterio sobre su evolución. Una faceta que merece atención, López advierte, "si añadimos el contexto social y político agitado como el que hemos vivido en los últimos meses, junto a un profundo sentimiento de desconfianza frente a lo que represente autoridad”.
Al estudiar el trasfondo globalizador que encierra el estudio de las enfermedades como factores fundamentales en el desarrollo de las sociedades desde hace siglos, muestra un aprendizaje preliminar que subraya López, “que nuestra historia se ha tejido en parte por nuestro vínculo con la salud, que como tal suele tener más relación con la cultura, la política y la sociedad, que con la ciencia”.