Cada uno de nosotros puede decir que acaba de convertirse en propietario de bosques profundos de alerces milenarios que descienden hasta los fiordos, o de uno de los bordes costeros más espectaculares del planeta. Miles de hectáreas en las que se encuentran cientos de cascadas que se desprenden de los ventisqueros y caen sobre las paredes de granito, mientras los volcanes Michinmahuida y Chaitén coronan el paisaje.
Podemos sentirnos orgullosos de tener valles inmensos, en los que se encuentra la estepa patagónica en todo su esplendor, cordones montañosos, bosques de Lenga y Ñirre que se tiñen de rojo en otoño, decenas de lagunas y espectaculares lagos como el Cochrane y Jeinimeni. Todos ellos son paisajes de sobrecogedora belleza, una activa vida silvestre y que transmiten la historia de uno de los proyectos de restauración de ecosistemas más importantes del país.
Estos lugares impresionantes son los parques Pumalín Douglas Tompkins y Patagonia, cuyo traspaso desde Tompkins Conservation al Estado de Chile acaba de concretarse para convertirse en parques nacionales. Se trata de espacios compartidos y territorio protegido que pertenece a todos, son nuestros.
Chile cuenta ahora con 41 áreas silvestres protegidas como parques nacionales, espacios públicos dedicados principalmente a la conservación, pero también lugares esencialmente democráticos. En una época de grandes desigualdades entre personas y gran desconexión entre las personas y la naturaleza, en estos territorios públicos todos pueden tener acceso a las maravillas naturales de nuestro país. Los parques nacionales nos invitan a reconectarnos con aquello de lo que somos parte, a confirmar que somos una pieza más en esta comunidad de vida de la que nos hemos artificialemente separado. Reinventemos la naturaleza, no como algo que está afuera, sino como algo que está en cada respiro de la humanidad.
Los parques nacionales existen para disfrutarlos, respetarlos, cuidarlos y quererlos. Son lugares que estimulan una comprensión de la historia en un contexto amplio, no sólo de los seres humanos, sino de toda la comunidad de vida producto de la interconexión de los seres vivos en el planeta.
El nivel de lo protegido nos ha posicionado a la delantera en términos de conservación, pero no así en términos de gestión y financiamiento. Como país no hemos estado a la altura del tesoro que cuidamos, invertimos menos de 2 dólares por héctarea, una de las más bajas tasas de inversión a nivel mundial y un contexto tributario que hace prácticamente imposible a los privados y sociedad civil aportar en esta tarea al Estado. En vistas de la COP25, Chile tiene la oportunidad de liderar con señales claras en el cuidado de nuestro planeta, avanzando hacia una ley de Filantropía Ambiental que fomente el aporte que hacen las organizaciones de nuestra sociedad civil, los ciudadanos y el sector privado en su protección y por otra parte, un servicio de áreas protegidas robusto, con más recursos y atribuciones.
Porque nuestra vida depende del agua y el aire limpio, cuidemos estos parques y transformémonos de esta manera en guardianes del futuro.
*Rodrigo Jordán, Presidente Directorio Corporación Amigos de los Parques
**Eugenio Rengifo, Director Ejecutivo Corporación Amigos de los Parques