El día después (The Day After) es una película estrenada en 1983, que relata una ficticia guerra entre fuerzas de la OTAN y el Pacto de Varsovia que se intensifica rápidamente generando un desastre nuclear.
La cinta reflejaba uno de los principales temores en la década de los 80, acrecentado por la Guerra Fría y por una gran población que había sido testigo de la destrcción de Hiroshima, Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial.
El temor al llamado “invierno nuclear”, la devastación posterior a una bomba atómica, generaron una cultura de la guerra y de lo nuclear que atravesó diversas aristas. Libros, canciones y películas, protestas y hasta un turismo de pruebas nucleares en Las Vegas hace unas décadas atrás.
Hoy, la caída del Muro de Berlín y la caída de la Unión Soviética (URSS), dieron paso a otros temores, como el cambio climático, pero inesperadamente, la guerra entre Ucrania y Rusia revivieron estos temores.
Parte de este temor surge no solo por la declaración de Vladimir Putin, que no ha descartado usar armas de este tipo, sino también por las centrales nucleares ucranianas. Cuando los noticieros y redes sociales mencionaron a Chernóbil –una de las imágenes más fuertes de lo nuclear– y, posteriormente, el incendio de Zaporiyia, la mayor central nuclear de Europa, la chispa del temor o la incertidumbre se avivó.
El historiador Cristóbal García-Huidobro, académico de la Universidad de Santiago, explica que no se está reviviendo un momento de la historia como tal, sino que algunos capítulos similares a otros conflictos bélicos. Sobre todo, el hecho de que esta sea un tipo de guerra subsidiaria, en la cual “tu tienes dos potencias enfrentadas o un grupo de potencias enfrentadas, pero en realidad no son los soldados de esas potencias los que pelean en esta guerra”, si no que otorgan materiales como armamento o financiamiento.
Salud mental en juego
El doctor Bernardo Barra, psiquiatra de la Clínica Universidad de Los Andes, explica que “el momento que estamos viviendo ahora de una posible guerra afecta directamente la salud mental, partiendo por que genera una gran incertidumbre de lo que puede ocurrir” como una guerra más grande o la Tercera Guerra Mundial.
Esta incertidumbre causaría una alta dosis de estrés y angustia en las personas, sobre todo en personas que han vivido guerras anteriormente, “refugiados de la segunda guerra mundial o gente que haya peleado en una guerra en otro mundo. Y, obviamente, el estar sometido a niveles de estrés y por ende de ansiedad y angustia, van a generar que las posibilidades de que aparezcan enfermedades de salud mental aumenten”.
Las personas que tuvieron “la sensación constante de que ‘en cualquier momento me muero’ o pierdo un ser querido, sufren traumas y esos traumas acompañan a las personas a lo largo de la vida” a través del estrés post traumático, explica Barra.
La exposición a estímulos negativos, como el riesgo de una posible guerra puede reabrir estas heridas y generar que el trauma vuelva a expresarse, además de “verse acompañado de otros síntomas clínicos como es el miedo, la evitación, el temor, la angustia, la tristeza, las alteraciones del sueño y pesadillas, por decir algunos”, agrega.
Acciones ante el peligro
Uno de los efectos que muestran el regreso a este atávico temor, es el regreso de los búnker. Un artículo publicado por el diario español ABC, muestra cómo las ventas de estos refugios se han disparado en ese país. Francisco Javier Márquez, dueño da la empresa “Underground Building” dedicada a este tipo de construcciones, dijo en el reportaje que “las peticiones han aumentado hasta más de un 50%”.
También aumentó la demanda de pastillas de yoduro de potasio, las cuales podrían evitar un cáncer a la tiroides por exposición a la radiación (aún cuando estos comprimidos no brindarían una protección total, sino que además de que una dosis alta podría afectar la salud más que ayudar).
Otros están preocupados de llenar sus despensas y conseguir medicamentos, pues no saben si se cortará la cadena de producción en algún momento.
Incluso el dueño de la empresa Global Protección, Francisco Pastor, dijo en el medio El Español, que ha quintuplicado sus ventas de material de protección nuclear. Normalmente, la empresa vendía sus productos a los clientes relacionados al trabajo con equipo nuclear, pero la guerra en Ucrania ha hecho que la gente común también busque este tipo de protección.
Piden desde mascarillas respiratorias especiales hasta botas y guantes antiradiación.
Esto ha desencadenado que “los pedidos de las empresas químicas para hacer acopio de material se han incrementado un 40% porque a ellos también les entra el pánico: sin esos equipos, por ejemplo, no pueden realizar labores de mantenimiento en un reactor o tareas de limpieza de tanques”, dijo Nicolás Ballester, director general de Global Protección en la misma nota de El Español.
“Dos minutos para la medianoche; las manos que amenazan el destino”, se hizo escuchar Iron Maiden en 1984 como una crítica a la guerra, haciendo alusión al Reloj del Juicio Final, un reloj simbólico que, de llegar a la medianoche, anunciaría el fin de la humanidad. En la canción se mencionan los dos minutos faltantes para las 12:00.
El metafórico reloj fue creado pr el Bulletin of the Atomic Scientists (‘Boletín de los científicos atómicos, en español’, de EE.UU.) creado en la década de los 50, cuando EE.UU. y la Unión Soviética detonaron por primera vez bombas de hidrógeno.
Instantaneidad
El panorama no es el mismo de hace años, y algo que ha cambiado es la instantaneidad de la información. En nuestro país ya no hay que esperar tanto tiempo para saber lo que está pasando en las zonas de conflicto, los noticieros dan la información en vivo y las redes sociales se han transformado en una ventana a esto también.
La primera guerra que fue posible ver desde la comodidad del hogar, explica García-Huidobro, fue la Guerra del Golfo en los 90′. “Ahí nos dimos cuenta del horror de la guerra ya no por las filmaciones, sino por que tu te sentabas en tu casa a ver las noticias y te mostraban lo que ocurría en el frente”.
“Hoy ya ni siquiera eso es necesario, porque cualquier persona con un teléfono inteligente y una conexión a internet puede ser reportero y te puede mostrar lo que está pasando”, agrega el historiador.
Estas ráfagas de información también pueden afectar la salud mental. “Las imágenes crudas, edificios destruidos, hospitales atacados, gente corriendo por esos corredores para salvar sus vidas, autos en llamas, etc. Esas imágenes son tremendamente crudas para el cerebro y las personas y pueden exacerbar la aparición del estrés, de la ansiedad, de la angustia y algún tipo de trastorno mental a futuro”, explica Barra.
“A mis pacientes que llegan actualmente por este tipo de situaciones, trato de sugerirles que vean la menor cantidad de noticias que puedan, que no crean todo lo que ven, que no se informen por redes sociales que no tengan un ben fundamento detrás, porque las fake news en redes sociales son muy frecuentes”, agrega.
Aunque estragos no es lo único que vemos. En varios países se ha podido ver protestas en contra de la guerra en Ucrania, incluso en Rusia se han tomado detenidas a personas que han mostrado repudio y periodistas han renunciado a sus trabajos por la línea informativa que ha seguido el Kremlin.
“El universo se hace cada día más pequeño y la amenaza de agresión por parte de cualquier grupo, en cualquier lugar, ya no se puede tolerar. Debe haber seguridad para todos, o nadie está seguro”, dice una línea de la película El día que la Tierra se detuvo de 1951.