Harvard y su sombrío diagnóstico: presencia del coronavirus llegará hasta 2024 y distanciamiento social será necesario hasta 2022
Estudio publicado en la revista Science, explica que el virus será estacional, al igual que otras patologías, aumentando en meses de invierno.
Mientras el mundo intenta detener el coronavirus, la carrera científica por encontrar una respuesta y una posible cura sigue su presurosa marcha. Pero mientras los científicos dan esta pelean, algunas proyecciones hacen que esta aspiración se más necesaria aún. La Universidad de Harvard (EE.UU.) publicó este martes en la revista Science, un estudio que señala que la presencia del coronavirus en el planeta podría durar hasta 2024, y que el distanciamiento social podría ser necesario hasta 2022.
El grupo de científicos, liderado por Stephen M. Kissler, Christine Tedijanto, Edward Goldstein, Yonatan H. Grad y Marc Lipsitch, realizó una simulación del desarrollo de la pandemia en un sistema computacional, la que arrojó que el coronavirus será estacional, al igual que otras patologías, aumentando en meses de invierno.
“Para entender la transmisibilidad, utilizamos un método estadístico para transformar los datos de incidencia en el número de reproducción efectivo semanal, que se define como el número promedio de infecciones causadas por cada caso que fue infectado en esa semana”, señaló Tedijanto en conferencia de prensa.
Kissler, otros de los investigadores, explicó que incorporaron elementos del análisis en un modelo mecanicista de transmisión de enfermedades. “Aparentemente el virus continuará circulando como un virus estacional de invierno”, dijo.
“Los cambios en el transcurso de una temporada son impulsados por la fracción de la población que es inmune al virus, así como a los patrones estacionales que pueden ser causados por cambios ambientales o de comportamiento”, añadió Tedijanto.
¿Es realista pensar en cuatro años más bajos estas condiciones?
El documento emitido por la Universidad de Harvard, explica que debido a que aún no existe un tratamiento disponible (la vacuna aún está en etapa de estudio), las acciones de autoridades de salud y gobiernos se han basado en establecer cuarentena y distanciamiento social, principalmente.
El Dr. Carlos Pérez, infectólogo de Clínica Universidad de los Andes y decano de la Facultad de Medicina y Ciencia de la Universidad San Sebastián, considera bastante realista la estimación del estudio, “dado que todos somos potencialmente susceptibles a infectarnos con este virus. El mundo y la manera de relacionarnos cambió y debemos adaptarnos”.
Ignacio Silva, infectólogo de Universidad de Santiago, señala que si bien los coronavirus circulan en el mundo hace muchos años, en particular el Sars-CoV-2 es nuevo para la población, y no tenemos ningún tipo de inmunidad, “entonces probablemente el virus esté circulando mucho tiempo hasta que eventualmente todo el mundo genere inmunidad contra él, o hasta que tengamos una vacuna, y eso puede demorar meses e incluso años. Además, no sabemos cuál va a ser la duración de esa inmunidad, que es lo que hemos visto en otros virus respiratorios como la influenza”.
Annabella Arredondo, epidemióloga del Instituto de Salud Pública de la Universidad Andrés Bello, señala que el trabajo de Harvard realiza varios supuestos, “para países con cambios estacionales como ocurre con Chile, en los que anualmente se producen brotes de influenza estacional asociada al invierno. Considera que el Covid -19 tiene muy alta transmisibilidad, más alta que la de los demás coronavirus humanos (SARS, MERS), pero menor letalidad. También asumen varios escenarios en cuanto a la duración de la inmunidad luego de enfermar de Covid-19, lo que sigue siendo una incógnita por el breve transcurso desde el inicio de la epidemia”.
“El distanciamiento social es un elemento muy importante para no saturar los servicios de emergencia en la medida que poco a poco la gente se vaya tornando inmune, y que también tengamos mayores investigaciones de la durabilidad de la inmunidad”, añade Silva.
Si se asume que a la fecha no hay un tratamiento demostrado como efectivo, y que la disponibilidad de una vacuna llevará un par de años en el mejor de los casos, “sigue siendo el distanciamiento social la única herramienta efectiva para aplanar la curva, a través de la reducción de la transmisibilidad del virus y evitar así el exceso de muertes por falta de acceso a atención adecuada”, explica Arredondo.
Por ahora, “desconocemos cuál será la extensión temporal de este brote, y si efectivamente se reducirá su transmisión al terminar el invierno. Chile ha decidido una modalidad diferente a la de los demás países, pues ha estado indicando y levantando cuarentenas parciales. Está por verse si este mecanismo mantendrá la reducción lograda hasta ahora”, señala la epidemióloga del Instituto de Salud Pública de la Universidad Andrés Bello.
Beneficios y/o repercusiones
El Dr. Ulises Ríos, médico-psiquiatra y académico de la Universidad Andrés Bello, cree que esto tendrá repercusiones en la salud mental. “El tipo de síntomas y la intensidad de éstos, dependerá muy probablemente de vulnerabilidades previas al inicio de la pandemia. Nuestra capacidad de regulación emocional (angustia, miedo, rabia, frustración, etc.), de empatizar, de reflexionar en torno a los estados mentales propios y el de los otros, son procesos que se ponen a prueba en situaciones de adversidad como el escenario actual”, señala.
Silva añade que las principales repercusiones de las cuarentenas y distanciamiento social “son en el ámbito psicológico de las personas, lo que significa estar alejado de los seres queridos, evitar hacer actividades habituales al aire libre o de esparcimiento, y también en el ámbito económico donde muchas personas necesitan trabajar, viéndose muy afectados por esto”.
Sobre los beneficios que puede entregar esta pandemia, “me parece que el detenerse siempre ofrece buenas opciones de reflexión. Nuevamente esto dependerá de habilidades desarrolladas previamente. Algunos individuos se podrán ver desestructurados al salir de su rutina habitual, mientras otros tendrán la capacidad de acceder a nuevas perspectivas valorando los nuevos espacios de convivencia o añorando los, por ahora, privados”, argumenta Ríos.
Al disminuir las actividades sociales y desplazamientos, “se reduce la contaminación, el contagio de otras enfermedades virales que son propias del invierno, como, por ejemplo, las respiratorios presentes en los niños, que se ven frecuentemente en los jardines infantiles o conglomeraciones de gente”, señala el infectólogo de la Usach.
“Tenemos (y debemos) por tanto, desarrollar la capacidad de adaptarnos a esta nueva condición, a este nuevo ambiente adverso: Podremos desarrollar una vacuna, podremos cambiar nuestra forma de relacionarnos, podremos cambiar nuestros roles sociales, podrá también nuestro sistema inmunológico responder de forma cada vez mejor a este nuevo virus, etc", señala Ríos.
"El panorama es incierto, adverso por ahora, pero el proceso evolutivo no solo ofrece ambientes adversos, también genera organismos que se adaptan y encuentran nuevas formas de existencia, y esto último, puede involucrar un giro positivo y necesario para nosotros”, añade el propio Ríos.
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