En estos tiempos de cuarentena los niños y niñas mayores están con múltiples tareas escolares y conexión con sus profesores; mientras los más pequeños cuentan, muchas veces, con menor apoyo para sus aprendizajes.
Estamos, sin duda, en una situación absolutamente extraordinaria, con muchísimos estresores, incluyendo los económicos y de salud, que están afectando a gran parte de los hogares del país.
Junto a esto, nos vemos enfrentados a cumplir con roles laborales, domésticos y pedagógicos de nuestros propios hijos. En este escenario, el padre, madre o cuidador principal está intentando hacer su mejor esfuerzo con los recursos que tiene.
Ante esta multiplicidad de funciones y actividades, muchas veces se postergan los momentos dedicados a los menores, ya que se puede pensar que los niños entre 0 y 6 años “no tienen que aprender tanto a esa edad”. No obstante, la evidencia desde la neurociencia nos dice lo contrario.
Los primeros años de vida son claves para construir los fundamentos de todos los aprendizajes posteriores, a tal punto que hay momentos críticos para los aprendizajes sensoriales, del lenguaje y también de las funciones cognitivas superiores. De hecho, los primeros 1.000 días (que van desde la concepción hasta los 2 años de edad) el cerebro hace aproximadamente 700 nuevas conexiones neuronales por segundo y nunca más vuelve a tener ese ritmo de crecimiento.
Dado este escenario de acumulación de tensiones en los hogares, se hace especialmente importante proteger el desarrollo socioemocional de los menores, acompañarlos en este proceso y actuar como “amortiguador” de esas tensiones. Para eso, necesitamos estar también regulados como adultos y cuidar nuestros propios espacios. Nuestro bienestar como familia es lo primero.
El llamado, más que a complicarse o preocuparse, es a encontrar esas formas sencillas de estimular el desarrollo socioemocional de nuestros hijos y también los aprendizajes de otras áreas, de manera simple, acomodándolo a nuestros horarios y habilidades.
No existe una sola receta y cada familia es un universo único, pero sólo con 15 minutos al día de dedicación a los más pequeños, a través del juego o diálogo, puede ser un gran aporte para los aprendizajes que le servirán para toda la vida. Entre ellos: aprender a comunicarse con otros, desarrollar habilidades sociales y tener herramientas para su regulación emocional.
Hay actividades muy sencillas y que apoyan múltiples áreas, como por ejemplo, leerles un cuento, conversando luego acerca de sus personajes y de las emociones que sintieron. O también los juegos de mesa, que pueden enseñarle a respetar turnos y mantenerse concentrado. Las actividades artísticas les permiten muchas veces canalizar su expresión y motivar nuevas conversaciones. También pueden actuar o hablar de lo que sienten utilizando su juguete favorito. Lo principal aquí es hablar con ellos, de sus emociones, de lo que los preocupa y hace feliz; que puedan identificar sus emociones, nombrarlas y encauzarlas.
Hay que considerar que en muchas culturas, el aprendizaje preescolar no ocurre en contextos formales, sino a través de la participación de los niños y niñas en actividades de la comunidad. Así es como cocinar juntos también puede significar aprendizajes de medidas, mezclas, predecir y experimentar, etc. Ayudar en la casa estimula su empatía y también se los puede orientar en la clasificación, seriación o patrones con diferentes objetos. Así, podemos buscar como padres esos espacios y acomodarlos a nuestras propias rutinas familiares.
El llamado, es a no perder de vista los aprendizajes de los más pequeños y buscar fórmulas sencillas y cómodas para cada uno, de apoyarlos en su desarrollo socioemocional.
*Directora Ejecutiva de Fundación CMPC