Hipatía de Alejandría nació alrededor del año 370 d.C., considerada por muchos la primera mujer científica de la historia. En los campos de las matemáticas y la astronomía, llegó rápidamente a simbolizar el conocimiento y la ciencia, lo que los cristianos de la época identificaron con paganismo.
A su casa acudían estudiantes de diversas partes del mundo romano, fundamentalmente de la elite política de la época, para recibir instrucción, incluyendo cristianos, como por ejemplo Sinesio de Cirene y el propio Orestes, prefecto imperial de Alejandría.
Esos años eran tiempos de fuerte efervescencia política-religiosa, tiempos difíciles para los paganos. Sin embargo, Hipatía, quien probablemente se oponía a los abusos del poder religioso; y fiel a sus convicciones científicas, se negó a convertirse al cristianismo.
Mientras aumentaba su prestigio, credibilidad y liderazgo, fue acusada de conspiración contra Cirilo, el líder cristiano de Alejandría, gatillando que un grupo de fanáticos religiosos, la asesinaran brutalmente, golpeándola y arrastrándola por toda la ciudad, hasta llegar al Ciraneo, donde sus restos fueron incinerados.
La muerte de Hipatía generó gran revuelo, por la crueldad del hecho, por lo que Orestes, gran defensor de las enseñanzas filosóficas, alumno y amigo de Hipatía, solicitó justicia a Teodosio II. El caso se resolvió retirando los 500 monjes que servían a Cirilo, medida que duró solo dos años, ya que posterior a esto, aumentó a 600 el número de monjes al servicio del Patriarca.
Por otro lado, recientemente un reportaje publicado en The New York Time Magazine, dio a conocer un caso similar ocurrido en el prestigioso Instituto Salk, un complejo de laboratorios situado en La Jolla, California, y un referente mundial en el ámbito de la biología.
En este Instituto, las personas cuando cumplen los 66 años expiran su contrato y, para renovarlo, se deben gestionar fondos para cubrir el 50% del salario. Beverly Emerson, destacada científica y expresidenta del Instituto, no lo hizo y decidió plantearle una propuesta de financiamiento diferente a Elizabeth Blackburn, presidenta del Instituto Salk.
Tras sostener la reunión con la presidenta, se le comunica que ya no seguiría en el Instituto. Emerson sospechaba que la financiación no era la única razón por la que tendría que abandonar Salk, ya que dos meses antes de la reunión con la Presidenta, ella y las científicas Kathy Jones y Vicki Lundblad, tres de las cuatro mujeres entre los 32 profesores titulares del Instituto, presentaron demandas estatales por discriminación de género contra el Instituto Salk, afirmando que un "old boys' club" de profesores, restringió su acceso a fondos y recursos de laboratorio y que recibían donaciones privadas, mientras que las mujeres se veían obligadas a despedir al personal esencial de sus laboratorios, siendo además excluidas de la toma de decisiones. El Instituto Salk respondió rápidamente con una declaración argumentando evaluaciones de productividad de estas científicas, lo que tuvo un amplio rechazo de la comunidad científica.
Los casos de Hipatia y de Emerson, con muchos siglos de diferencia, nos hace reflexionar en torno a la situación actual de varias científicas nacionales e internacionales, que empezaron a levantar la voz frente a las desigualdades e injusticias en ciencia vividas en contextos universitarios e institutos de investigación.
La realidad nacional, no tan sólo muestra menos mujeres liderando proyectos de CyT, menos mujeres alcanzando la más alta jerarquía académica y ninguna mujer Rectora elegida por sus pares en las Universidades, sino también, comienza a visibilizarse el hostigamiento a mujeres que afloran como lideresas. El caso de las jóvenes científicas, Karina Bravo y Vania Figueroa, desvinculadas de la Universidad de O'Higgins, ha sido denunciado por la comunidad científica y rotunda y transversalmente cuestionado.
La historia de estas científicas nos lleva a recordar a Hipatía y nos invita a reflexionar sobre los esfuerzos que estamos realizando en nuestro país para acelerar el cambio cultural que tanto necesitamos.
Mientras las Universidades fortalecen la institucionalidad, creando direcciones de equidad de género, protocolos de actuación en caso de acoso, campañas y cartas con buenas intenciones, lo cual sin lugar a duda ayudan, aunque no son imprescindibles, lo que realmente se requiere es voluntad política, coraje, terminar con las inseguridades de algunos líderes y perder el miedo a visibilizar el liderazgo de mujeres. La Equidad de Género no se decreta, se practica.