Histérico, paranoico, obsesivo: ¿cómo es tu jefe?
Años atrás empecé a escribir sobre liderazgo en la Revista Qué Pasa debido a una fuerte pasión -u obsesión- que surgió en mis primeros años como consultor. Corría el año 2005 y llegó a mis manos un artículo del coach y psicoanalista Manfred Kets de Vries titulado Líderes en el Diván. El título me atrapó y ya en las primeras líneas este autor y fundador del Centro de Liderazgo Global en la escuela de negocios INSEAD, cuestiona la racionalidad de los líderes.
¡Sí! Los líderes también son irracionales, básicamente porque la irracionalidad es inherente a la naturaleza humana. Por fin, después de tantos artículos y libros insípidos sobre liderazgo, aparecía un autor que mostraba los caprichos, manías, rigidez y obsesiones de los directivos.
De Vries mostraba las dos caras de la moneda, pues detrás de un estilo de liderazgo exitoso hay una sombra. Así, la contracara de los líderes histéricos, esos héroes empresariales capaces de hacer dramáticos esfuerzos para llamar la atención y ganar aplausos, es que rápidamente se aburren de su nuevo juguete cuando se apagan los focos y cae la adrenalina.
En el otro extremo están los obsesivos, esos líderes que mantienen el orden y la estructura de las organizaciones de manera compulsiva. Jefes que optimizan, sistematizan y regulan todos los procesos, y que asfixian la creatividad y la iniciativa de sus dirigidos, pues bajo su mando las cosas se hacen bien, es decir, a su manera.
Manfred también abordaba otros estilos de liderazgo como el paranoide y esquizoide, incorporaba el narcisismo no solo como una patología o un peligro, sino como un elemento necesario para llegar a los cargos directivos más altos. Hay que creerse el cuento. Además, hablaba de lo que no se hablaba: la depresión como una potencial estación o destino en la carrera ejecutiva y analizaba las crisis y los distintos desafíos vitales y profesionales dependiendo de la edad de los ejecutivos.
Y sí, pese a mi entusiasmo inicial, el mundo ha cambiado desde que Manfred Kets de Vries escribiera la Organización Neurótica en los años ochenta y desde que yo leyera su entrevista en el Harvard Business Review en la primera década del 2000. En esos años no se hablaba de ejecutivos y ejecutivas ni de equipos y equipas, no habían delegadas de género, ni gerentes de diversidad e inclusión y a nadie le extrañaba que en las fotos corporativas de las cúpulas directivas abundaran las canas y las corbatas y escasearan los tacos y las faldas.
Ya en el 2019, cuando empecé a escribir sobre Liderazgo en este medio, estas variables estaban en la coctelera y desde entonces esto no ha hecho más que crecer y complejizarse. Hoy los líderes están bajo la lupa y se cuestiona si son realmente necesarios, instalándose en las organizaciones no solo la desconfianza y la sospecha, sino la necesidad de trasladar la responsabilidad y la toma de decisiones al trabajo colectivo.
En cuestión de años las organizaciones se han alivianado, eliminando muchos mandos medios con el fin de ser más horizontales e informales. Salen los ternos y las agendas de papel y aparecen los smartphones con sus aplicaciones, los data scientist, el machine learning y la Inteligencia Artificial. Sí, la tecnología se vuelve omnipresente. Muchas y muchos se ilusionan -sobretodo en las nuevas generaciones- y sienten que se abren enormes oportunidades; otros y otras sufren porque se acaban las certezas y seguridades.
Además, ahora los equipos tienen que ser interdisciplinarios, autogestionados e inclusivos. Las células de trabajo reemplazan viejas formas de colaboración y las fotos corporativas se llenan de colores y distintos peinados. Gerentes en polera, ejecutivas que se unen a reuniones virtuales desde la playa y equipos que trabajan sentados en el suelo y descansan en cómodos sofás sin nunca desconectarse de sus teléfonos inteligentes.
Rápido, doble clic. Aumenta la velocidad de los cambios y la adrenalina. Todo se digitaliza, las decisiones se toman en base a la data, las reuniones son más cortas, el teletrabajo le quita oficinas y metros cuadrados a las empresas y las sesiones de trabajo híbridas ya son parte del día a día, al igual que interminables tecnicismos anglo que necesitan actualizarse constantemente.
¿Tenemos un face to face?
A mediados de los años noventa, el consultor organizacional James Krantz, autor de Ansiedad y Nuevo Orden, nos alertaba que los líderes navegan entre cambios organizacionales constantes, temores y mercados inestables. Y desde entonces, en consulta, mis clientes mayores de cuarenta se preguntan: ¿Cómo me tengo que relacionar con las nuevas generaciones? ¿Cómo me acerco a los otros, a las otras y a lo distinto? ¿Cómo motivo a personas a las que no les mueve nada de lo que a mí me movía a su edad? ¿Cómo le pido a mis ejecutivas y ejecutivos que cumplan sus compromisos sin que se sientan amenazados? Y si ya no puedo actuar como actuaba mi jefe conmigo… ¿cómo logro que las cosas pasen?
Sí, hay muchas dudas sobre como interactuar y motivar a los otros a trabajar, pero también grandes miedos y preocupaciones sobre su presente y futuro profesional. ¿Estaré obsoleto? ¿Tendré que tomar un diplomado para actualizarme? ¿Será el momento de emprender? ¿Ya estaré muy viejo para reemplearme?
Para los más jóvenes las preocupaciones y las preguntas son distintas. Muchas y muchos, más que una carrera profesional, buscan ganar experiencias, probar, arriesgarse y no perder oportunidades tanto de expansión profesional como personal. Trabajar en una gran empresa que pueda mover la aguja del mundo, empezar una que respete mis valores, involucrarse activamente en iniciativas cuya misión sea conservar el medioambiente, viajar para ampliar la mirada y subir historias que muevan a otros a hacer lo mismo.
¿De verdad me veo aquí haciendo esto todo el rato? ¿Cuál es el impacto ambiental de lo que hacemos? ¿Estoy dando todo mi potencial? ¿Cuál es el sentido de lo que hago? ¿Es esta la huella que quiero dejar? ¿Qué historia quiero contar? ¿Cómo le explico a mi jefa que no me voy a quedar?
Este es el contexto organizacional de mis clientes y en consulta abordamos sus efectos en su psiquis, en sus cuerpos y en sus relaciones interpersonales. Y tal como se imaginan, hay tensión, mucha tensión, pues los líderes actuales son mandatados no solo a alcanzar resultados extraordinarios y a cumplir metas imposibles, sino a cultivar un buen ambiente de trabajo, a innovar, motivar y a retener talento… mientras son demandados por las personas bajo su alero para ser desafiadas, inspiradas, coacheadas y contenidas.
Sí, los nuevos líderes deben lograr todo lo que les piden desde arriba y proporcionar la seguridad psicológica, las oportunidades de aprendizaje y el sentido del trabajo que les exigen desde abajo, mientras su autoridad organizacional, esa carretera de doble sentido, es constantemente puesta en tela de juicio. ¿Me autorizan como líder? ¿Confían en mí? Y yo… ¿autorizo a mi equipo? ¿confío en las personas que están bajo mi dirección?
¿Resultado?
Líderes altamente exigidos que se cuestionan cuanto tiempo podrán aguantar así. Y es que por muy mal que nos caiga ese líder, es un ser de carne y hueso que, tras los sinsabores de un día en la oficina, se puede encontrar con un frente similar en la casa, donde se le podrá cuestionar su autoridad personal.
¿No has estado en todo el día en la casa y ahora me vienes a decir qué hacer? ¿Nunca te sentaste conmigo a estudiar y ahora te sorprenden mis malos resultados? ¿Y por qué la mamá te tiene que preparar la comida? ¿Acaso es tu esclava?
Estas cuitas no son exclusivas del mundo ejecutivo ni de los padres y madres de adolescentes. Profesoras, deportistas, académicos, políticos y uniformados son cuestionados y cuestionadas en las aulas, en la cancha y en las redes sociales, pues las bases del nuevo contrato psicológico de las autoridades han cambiado.
Sin ir más lejos, padres y madres de niños y niñas de escasos años reconocen que ahora deben negociarlo todo con ellos y ellas, mientras los abuelos y abuelas, por un lado lamentan que nadie haya educado -como antes- a sus nietos y nietas, pero que también celebran la libertad y espontaneidad de la que gozan las nuevas generaciones.
Esas mismas que pronto nos liderarán hacia un nuevo orden.
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