Los primeros casos de VIH o la distribución de la píldora del día después, son algunos de los temas que aborda el libro La salud en Chile. Una historia de movimientos, organización y participación social, que analiza los últimos 40 años de este ítem en el país.
La publicación, escrita por Carmen Muñoz, académica de la Facultad Medicina de la U. Austral de Chile, se sustenta en entrevistas a actores sociales relevantes, como Carlos Molina, subsecretario de Salud Pública del Gobierno de Salvador Allende; Rosa Yáñez, activista del Foro Social; Osvaldo Artaza, ministro de Salud del Gobierno de Ricardo Lagos; María Soledad Barría, ministra de Salud del primer gobierno de Michelle Bachelet; y Paolo Berendsen, de la ONG Acción Gay.
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Afiche del libro.[/caption]
Muñoz, en entrevista con Qué Pasa, explica algunos detalles de los capítulos expuestos en la publicación.
- ¿En qué año y por qué motivo comenzaron a gestarse las primeras demandas sociales en torno a la salud?
Chile tiene una larga historia de movimientos sociales que se desarrolló en paralelo a varios países de América Latina. Esto tuvo que ver con la consciencia de que las cosas "malas" que ocurrían en la vida no eran atribuibles a la "buena o mala suerte", a las consideraciones de un "patrón" o a algún "dios o creencia", sino que tenían que ver con las condiciones en que las personas vivían y, más puntualmente, con sus condiciones laborales, que generaban no sólo pobreza sino también enfermedad y muerte por problemas de seguridad en los lugares de trabajo, jornadas extensas y trabajo infantil entre otros. Ante estas situaciones el Estado parecía situarse al margen, como un espectador del problema entre la oligarquía y la clase trabajadora.
Para ese entonces las demandas sociales no tenían como foco la salud pero sí las condiciones de vida: los trabajadores carecían de sueldos dignos y las condiciones de trabajo eran casi esclavistas, lo que desencadenó problemas de salud, corta vida de las personas y un despertar amplio que marcó una oleada de demandas sociales, las que se sostuvieron durante cuarenta años, con un permanente desarrollo y sobre todo persistencia.
El movimiento fue afianzándose de tal forma que se consolidaron las sociedades de socorro mutuo, por ejemplo, las que comenzaron a separarse de los sindicatos para constituirse como instituciones auto-organizadas que brindaban apoyo a sus socios ante la enfermedad y la muerte de sus afiliados y familias.
- ¿Cuáles son los principales hitos que han marcado la historia de las movilizaciones sociales en torno a la salud pública en Chile?
En la historia reciente de Chile tenemos tres momentos clave. El primero se inicia en 1952 con la creación del Servicio Nacional de Salud (SNS), que como órgano del Estado se hizo cargo de la salud de la población con un plan único que fusionó iniciativas y organizaciones pequeñas y que se encargó de institucionalizar la salud en otras regiones fuera de la metropolitana. Con esto se construyó infraestructura dotada de personal y se implementaron programas que permitieron mejorar las terribles tasas de mortalidad y enfermedad que había hasta entonces: vacunas, planes de alimentación a menores de 2 años y tratamientos preventivos ante enfermedades transmisibles como el tifus, la hepatitis y las pestes. Este primer momento tuvo una alta participación social.
El segundo momento constituye el quiebre del primero, que se concreta en 1979 con el cierre del SNS y el despliegue del modelo neoliberal impuesto por la dictadura cívico militar. Este escenario de violaciones a los derechos humanos, represión y persecución a las movilizaciones sociales de gremios y pobladores activos vinculados a salud y a otras materias no logró detener la municipalización de la atención primaria ni la creación y regulación de las isapres. En general muy poco se pudo hacer para detener la mercantilización de la salud en Chile.
Un tercer momento es la respuesta social actual. Las consignas que hemos escuchado en las calles por una transformación radical de las condiciones y estructura del sistema de salud han dado ímpetu a una demanda antigua pero que hasta ahora no había logrado transversalizarse ni ser escuchada con la fuerza necesaria. Esas mismas demandas ahora tienen cuerpo en la calle y se posicionan como eje fundamental de la salud como un derecho a la dignidad.
- Si pudiésemos retratar las condiciones del sistema de salud chileno en una sola imagen ¿Cómo se vería ésta?
Hay dos carteles que he visto en las marchas este mes que reflejan las condiciones actuales del sistema de salud: "Menos fluoxetina y más justicia social" y "No + Paracetamol".
- ¿Cuáles son las principales causas del descontento social en torno al sistema de salud?
El descontento social actual recoge y condensa varios problemas históricos. La demanda por cambios profundos no es nueva. La crisis actual de salud se inició hace más de 40 años a través de gremios, trabajadores y usuarios que se han manifestado de manera clara, con evidencia, comparaciones con otros países, marchas y enojo. Hasta hoy esas demandas no habían alcanzado un cuerpo unificado, sin embargo, lo que ocurrió en octubre fue simple: quienes reclamaban por salud se vieron trasnversalizados por los problemas de las personas con las que se encontraron en las marchas.
Estoy convencida que la principal causa del descontento social actual es justamente el haber sido ignorados durante tanto tiempo. La gente se cansó de respuestas burlescas y de medidas-parche que parecen atender problemas mientras se generan otros nuevos. Se cansó de las letras chicas de leyes pensadas para el beneficio de la industria de la salud y de la evidente desigualdad de un modelo sanitario que ha invisibilizado el derecho a "estar bien" y naturalizado los problemas de salud mental, la tristeza, el estrés, los suicidios, la falta de horas y especialistas para una atención integral y de camas para hospitalización.
Se casó de un sistema que ha impulsado programas de promoción de salud que parecen más una publicidad de cánones "occidentales-exitosos" que políticas que atiendan necesidades preventivas con sentido territorial. Un sistema que profundiza la estigmatización y exclusión explicándola como "decisiones personales" o exposición al riesgo, en vez de visibilizar estos problemas como el resultado de formas de vida complejas y construidas sobre problemas sociales históricos.
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Carmen Muñoz.[/caption]
- ¿Por qué el derecho fundamental a la salud no está garantizado en la constitución vigente? ¿Es este el origen de la precariedad del sistema que acusan las y los manifestantes?
La Constitución define los términos y las relaciones entre los poderes del Estado, establece atribuciones y limitaciones, además de fijar las garantías para quienes somos gobernados. Desde este escenario, la Constitución amarra un modelo social y económico que ha propiciado y permitido hacer de la salud un producto de consumo. Ha puesto el techo para que, en el marco de lo legal, el desarrollo del mercado privado de la salud se haya transformado en uno de los mejores negocios conocidos. Actualmente las ganancias de las Isapres son de cerca del 34%, lo que ha desmantelando el rol público de la salud.
La Constitución vigente no garantiza a la población el derecho universal e igualitario a acceder a servicios de salud bajo la responsabilidad del Estado. Reduce el tema a un aseguramiento del derecho a reclamar el acceso a servicios públicos o privados que queda sujeto, además, a una supuesta libre decisión por parte de los usuarios, que bien sabemos no es tal.
Lo que pasa en salud, similar a lo que sucede en pensiones y educación, es parte angular de lo que la dictadura cívico militar en Chile instaló, y la constitución ha sido su mejor trinchera para resguardar los intereses de quienes la escribieron. Por ello, las demandas de las y los manifestantes tienen que ver con lo que dice y no dice la Constitución, porque ésta materializa sus problemas concretos y cotidianos.
- ¿Qué gestiones a nivel político y social son necesarias para otorgar a las y los chilenos un sistema de salud que responda a sus necesidades?
Chile necesita trazar los nuevos "márgenes de la cancha" en temas de salud, requiere de transformaciones jurídicas que pongan límites distintos para derechos fundamentales como la salud. Hay que pensar en un sistema de salud distinto, que asegure calidad, oportunidad y protección por igual. Pero mientras eso ocurre, de manera democrática y participativa, debe haber respuesta urgente a la grave crisis que vive el sector, que asegure una recuperación de la salud pública y que detenga la transferencia de recursos estatales al sistema privado. La regulación de éste es urgente, los proyectos de seguro catastrófico y modificaciones a la ley de fármacos deben ser revisados minuciosamente de manera que, bajo el argumento de "agenda social urgente", no se les esté consolidado el negocio.
Es necesario atender el desabastecimiento y la precariedad de recursos de atención primaria y hospitalaria que se denuncia desde antes del "estallido social" y que, en lo inmediato, tienen que ver con el presupuesto 2020.
- ¿Beneficia el sistema de salud a unos más que a otros? Si la respuesta es afirmativa, ¿A qué sector corresponde(n) el(los) grupo(s) más perjudicado(s)?
El sistema de salud en Chile está pensado para beneficiar a quienes han lucrado con la salud: Isapres, prestadores clínicos, laboratorios y farmacias entre otros. Entiendo el sentido de tu pregunta, pero el problema no es que las personas que pagan a una Isapre obtengan más beneficios que quienes pagamos Fonasa. Eso sería atrincherarnos en el modelo y continuar con la mirada individualista que nos ha hecho creer que ir a una clínica es mejor que ir al hospital o que se vea con temor la posibilidad de atenderse en el precario hospital o el Cesfam del barrio.
Quienes pagan seguros privados de salud no son en verdad beneficiarios. Compran prestaciones sanitarias a precios irracionales y pagan por hotelería en lugar de días de cama, mientras reciben mala calidad y son rechazados en un espacio agradable. No se trata de que todas y todos tengamos que sufrir lo mismo es un Hospital o Cesfam. Se trata de poner la salud como un derecho fundamental que no puede quedar definido por la capacidad de pago.
El sistema de salud actual no beneficia a ninguno de sus usuarios, beneficia a un modelo económico y social desregulado, descarado e hipócrita que se niega a reconocer el daño que 30 años de capitalismo salvaje le ha hecho.
- Considerando las respuestas anteriores, ¿es correcto afirmar que "nuestro sistema de salud es uno de los mejores y más eficientes del planeta", según aseguró el ministro de salud, Jaime Mañalich? ¿Por qué?
Es cruel e irónico el Ministro con su declaración. Cruel porque el sistema de salud en Chile es pésimo, desigual y segrega a la población, separándola de acuerdo a lo que las personas pueden o no pagar para atenderse mejor. Nos segrega de acuerdo a si podemos o no comprar un plan de salud en una isapre, cuyos precios cambian dependiendo de nuestra preexistencia de enfermedades, nuestra edad y sexo. Nos segrega de acuerdo a si tenemos o no un problema de salud que esté incluido en el listado de Garantías Explícitas en Salud (GES), e incluso en cuanto a si podemos acceder a los recursos y beneficios de los que disponen las Fuerzas Armadas y de Carabineros para atender problemas de salud.
Pero es irónico en su respuesta también, porque si evaluamos nuestro sistema de salud pública, podemos ver que este es muy eficiente: atiende al 75% de la población con un PIB de 4,3%, mientras que en otros países el PIB es de 8 o 9%. Los indicadores OCDE evidencian que se hace mucho con pocos recursos, que enfermamos menos y vivimos más años. De hecho, la esperanza de vida en Chile es de 79 años, casi la misma que en EE.UU., por ejemplo. Pero ahí está la trampa, el problema no es la cantidad de años que podemos vivir, sino cómo vivimos. No enfermamos menos, sino de otras dolencias que los indicadores del modelo neoliberal en salud no atienden. El problema es que llegamos a l0s 79 años con una vida triste, precaria, sin dignidad.
- ¿Cómo se proyectan las movilizaciones sociales en torno a la salud tras el estallido social?
Quiero pensar que la movilización en torno a salud se mantendrá en dos líneas: una estructural a mediano plazo y una urgente en el corto plazo. La estructural debe apostar por un proceso que fije un nuevo estatus al derecho a la salud en la nueva constitución, que debiera ser redactada de manera democrática, participativa y sin temor a una verdadera Asamblea Constituyente, que recoja de manera directa el sentir de prioridades de las calles-cabildos auto convocados.
En lo urgente, se debe resolver la crisis actual, que paradójicamente no es actual porque se repite cada año en el momento de asignación presupuestaria de la nación y tiene que ver con las asignación de recursos para el pago de la deudas, resolver las listas de espera (sin que ello perfeccione la transferencia de recurso del sistema público al privado), mejoras en la infraestructura (sin que ello implique mejores negocios para las concesiones) y el aumento del valor per cápita a APS que sigue teniendo un déficit (el actual es de 7 mil 200 mientras que se estima que cubrir las necesidades requiere aumentarlo a mínimo 9 mil 600). La crisis requiere que los recursos municipales-locales aumenten para proyectos territoriales puntuales y que los fondos que se asignan por programas no se aten al cumplimiento de metas estadísticas que sólo están mecanizando y burocratizando la atención aumentando la deshumanización de un sistema "enfermos graves".