Los últimos informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, su sigla en inglés), publicados en octubre de este año, alertaron al mundo sobre la necesidad de reducir el calentamiento global a 1,5 grados. "La buena noticia es que algunas de las acciones necesarias para lograrlo ya están en marcha, pero tendrían que acelerarse", explicó el organismo.

Una de esas iniciativas se encuentra en manos de C40, la red de 96 megaciudades agrupadas bajo un principio común: terminar con las emisiones de gases de efecto invernadero. Los programas de acción, diseñados con objetivos concretos, se implementan conjuntamente entre C40 y las máximas autoridades (alcaldes, intendentes, gobernadores, etc.) de cada distrito, en sintonía con las pautas establecidas en el Acuerdo de París para revertir los efectos del cambio climático.

La Región Metropolitana, al igual que otras 11 urbes del continente, está dando pasos en esa dirección, según informa el colombiano Manuel Olivera, director regional de C40 para Latinoamérica. Consultado por Qué Pasa, el especialista sostiene que la capital chilena "trabaja en un plan muy juicioso de descontaminación desde hace más de dos décadas".

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Manuel Olivera[/caption]

¿Cómo es el panorama local en relación a otras ciudades de la región?

Santiago era una de las ciudades más contaminadas de América Latina junto a Ciudad de México, San Pablo y Lima. Hoy ha bajado muchísimo sus niveles de contaminación. Todavía hay episodios graves, es cierto, pero si miramos la estadística, los índices son considerablemente inferiores en relación a 20, 10 o cinco años atrás.

En esa línea, la Región Metropolitana pertenece al C40 hace más de ocho años y hace dos que formalizó su participación activa en nuestra red. Santiago preparó un inventario para reducir las emisiones de Co2 y aplicar medidas efectivas de adaptación al cambio climático. Desde el C40 realizaremos una cooperación técnica con la Región Metropolitana a principios de diciembre para tomar decisiones en distintos frentes y evaluar sus implicancias.

¿Cuáles son esas acciones y qué finalidades persiguen?

Apuntamos a cero emisiones de Co2 en 2050, aunque existen otros desafíos mucho más ambiciosos para el 2030. Por ejemplo, hubo importantes avances en la incorporación de buses eléctricos para el transporte público. Dos empresas realizaron pruebas con operadores de Transantiago y una de ellas compró 100 buses eléctricos para empezar el reemplazo de los diésel. Esto es un ejemplo para América Latina y el mundo.

Asimismo, otro operador pondrá a rodar entre 75 y 100 buses eléctricos en 2019. Será una experiencia formidable en el camino de reducir a cero las emisiones derivadas del transporte público. Eso no va a ocurrir de un día para el otro, por supuesto, pero el hecho de que la licitación de Transantiago incluya buses eléctricos es un primer paso muy importante.

Si llegáramos a 500 o 600 buses que reemplacen a una parte de los 3.000 de Transantiago, estaríamos hablando de una baja del nivel de emisiones de 25%. Sería un cambio drástico, espectacular, para una ciudad que viene trabajando de modo muy criterioso en la reducción del azufre en el combustible y las medidas de control vehicular. Las ciudades más importantes del mundo están yendo por esa vía.

Y hay un punto que quiero resaltar: el área Metropolitana de Santiago y los dos operadores, en una decisión privada concertada con el sector público, comprendieron que los buses con cero emisión representan a su vez una gran beneficio económico. Así se quitan de encima el problema de mantenimiento de los buses diésel, los suministros de combustible y todo lo que significa asumir los costos de vehículos con tecnología obsoleta.

¿Cuáles serían las ciudades modelos que debería imitar Santiago?

Algunas en China tienen el 100% de su flota de transporte público con cero emisiones. Londres empezó el año pasado con la adquisición de 69 buses eléctricos, de dos pisos, con el fin de eliminar la compra de buses diésel, así sean híbridos, en línea con la decisión del Acuerdo de París.

Santiago y otras 31 ciudades firmaron un compromiso reciente en San Francisco para no adquirir más buses a base de combustibles fósiles a partir de 2025. Asimismo, en 2030 van a tener áreas significativas de la ciudad con cero emisiones de combustibles fósiles.

Otro ejemplo más cercano es el de Quito, Ecuador, con la apertura de licitaciones para los primeros 70 buses con cero emisión. Sucede algo parecido en Ciudad de México y en Medellín. Estamos viendo un proceso que se desarrolla simultáneamente en varios puntos del mundo.

¿Cuánto se ahorra un bus eléctrico en relación a uno diésel?

Hay diferentes cálculos en función de las características topográficas y del sistema de conducción. El ahorro puede oscilar entre el 14% y el 35% de los costos totales, incluyendo el costo de capital a diez años.

Los conductores son críticos en este proceso de ahorro de energía y costos. Uno de los operadores que participa en este proceso en Santiago ya tiene 200 conductores capacitados para el manejo de buses eléctricos.

¿Qué otras medidas ayudarían a la Región Metropolitana a reducir las emisiones de Co2?

Atender el tema de los taxis es fundamental. Son fuentes importantes de emisión de Co2. Existen soluciones posibles, con modelos económicos algo complejos, pero que funcionan muy bien. Hay que vincular al sector privado en este punto y seguramente tomar decisiones drásticas en un futuro cercano en pos de terminar con las emisiones.