Era 1961, y en un curso de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile, un alumno levanta la mano para hacer una pregunta a su profesor: “Usted, dice que los seres vivos comenzaron a existir en la Tierra hace 3.800 millones de años. Pero ¿qué comenzó hace 3.800 millones de años, de modo que usted puede decir ahora que los seres vivos comenzaron entonces?”, argumentó. Era la cátedra de Biología. Y el académico, Humberto Maturana, biólogo y Premio Nacional de Ciencias Naturales 1994, entonces tenía 33 años.
Maturana, se consideraba preparado para contestar todas las preguntas. “Supuestamente”, reconoce hoy. Su respuesta, en ese momento, fue: “No puedo contestar esa pregunta ahora, pero si viene el próximo año le propongo una respuesta”.
La consulta de ese joven, cuenta Maturana, retomaba una interrogante permanente en su vida, “yo me pregunté ¿qué es un ser vivo?”. En entrevista a Qué Pasa, Humberto Maturana y Ximena Dávila, epistemóloga, con quien en el año 2000 creó la Escuela de Formación Matríztica, relatan cómo ese evento lo guió a ahondar en los procesos moleculares que constituyen al ser vivo. “Ahí me di cuenta de que todos eran procesos cíclicos, y que el resultado de esos procesos era el ser uno mismo. Entonces lo que yo tengo que mirar es qué tiene que estar pasando ahí para que yo diga que eso es un ser vivo. Toda una dinámica de procesos moleculares a la cual más tarde le puse el nombre de autopoiesis y más tarde todavía le puse molecular, autopoiesis molecular”.
Todos los seres vivos, de esa manera, se constituyen o forman como un sistema cerrado. Un sistema que de forma permanente está creándose a sí mismo. Proceso en el cual se repara, mantiene y modifica. Por ejemplo, una acción que ocurre cuando se produce una herida en la piel, es el mismo organismo, dice Dávila, el que se repara a sí mismo.
Recordando las fechas, Maturana se detiene en 1968 y 1969, momento en que se establece la autopoiesis. La denominación nació de la inspiración griega, de αὐτo (auto), que significa 'sí mismo', y ποίησις (poiesis), que se refiere a la 'creación o producción'. Y fue en el año 1969, cuando crea el concepto de autopoiesis, que le daría fama mundial. Posteriormente, en 1973, junto al biólogo Francisco Varela, publican el libro Autopoiesis and Cognition: the Realization of the Living.
El concepto de autopoiesis, tal cómo su origen griego hace referencia, comenzó a “producir” un importante impacto en ciencias. Y no sólo en el ámbito de la biología. Adquirió relevancia en áreas que iban desde la neurociencia hasta las ciencias sociales. “Al momento que le pone autopoiesis, que era una palabra nueva para el presente, comienza a llevarse a los sistemas sociales y se empieza a hablar de los sistemas sociales como sistemas autopoiéticos. Y se empieza a llevar a los sistemas de comunicación, etc.”, destaca Dávila.
Maturana y Dávila, comentan que al asistir a encuentros y seminarios en que se debatía sobre los alcances de la autopoiesis, fueron viendo cada vez con más frecuencia cómo se expandía a otros dominios. Y en especial, a los relacionados con organizaciones. "En general pasa, que se toman de la biología otros conceptos y se llevan al espacio de las ciencias sociales, pero en este caso era como mucho", dice Dávila.
Pero de algún modo el "error", agrega Dávila, estuvo en que no especificó que tenía que ir siempre acompañado de lo molecular: autopoiesis molecular. "Porque no ocurre en otro espacio que no sea molecular. Porque autopoiesis significa que nos producimos a nosotros mismos, no es un fenómeno de auto-organización, es un fenómeno de producción de nosotros mismos".
"Yo suponía que se entendía que tenía que ver con las moléculas", reconoce Maturana. "Pero resulta que a veces hay que destacarlo, por eso hoy hablamos de autopoiesis molecular, porque además resulta ser que el único ámbito dónde puede ocurrir espontáneamente es en el sistema molecular".
Esa producción de uno mismo, reafirma Maturana, se da en el dominio molecular. "Son sistemas autopoiéticos moleculares. Lo que comienza, es una cosa minúscula, sistemas autopoiéticos mínimos, bacterias mínimas". Y en la historia todo eso se ha transformado y como resultado, están las personas hechas de células, de sistemas autopoiéticos moleculares, "y nosotros mismos también somos en ese enredo de procesos, productores de nosotros mismos".
El concepto permite así, explicar la organización de los seres vivos. "Somos una dinámica autopoiética molecular. En el momento que esa dinámica se detiene, nos morimos" destaca Dávila.
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¿Qué es entonces la autopoiesis molecular? El Premio Nacional de Ciencias Naturales destaca que lo central es que todas estas moléculas interactúan entre sí y producen transformaciones moleculares. El resultado es la misma molécula, la misma red de procesos moleculares, y eso es lo que somos. "Como entidades discretas, los organismos somos entidades discretas, nos relacionamos en un ámbito ecológico que nos hace posible, nuestro nicho ecológico. Entonces en realidad lo que existe es la unidad ecológica-organismo- nicho, cosa que hemos destacado Ximena y yo en los últimos 20 años de nuestro trabajo juntos. Y eso es lo que uno tiene que mirar, porque eso es lo que se conserva y al mismo tiempo se transforma a lo largo de la historia".
De la biología a lo social
En cambio lo social, dice Maturana, es otra cosa. "Lo social es un modo de convivir de estos sistemas autopoiéticos moleculares, que son las distintas especies de organismos".
El fenómeno social, es principalmente relacional. Aquel que nace en la interacción. Maturana, lo gráfica claramente, "si no quisiésemos estar aquí conversando, no estaríamos conversando, pero estamos conversando porque queremos hacer algo que es el conversar. Este conversar es un aspecto de lo social, y lo social se constituye como organismos que conviven en un espacio de mutuo respeto".
¿Qué interfiere en esa convivencia social? Enfático, Maturana, recalca que son las doctrinas, las ideologías y el reduccionismo.
Si eso lo viéramos en la política o en el Congreso, agrega Dávila, si lo que se busca es una postura y diálogo democrático, habría que pensar en cómo colaborar. “Nosotros pensamos que lo que debiera ocurrir es el Gobierno y la colaboración, no el Gobierno y la oposición, porque el lenguaje genera mundos”, reflexiona.