Incas, masones y generales de Guerra: las desconocidas historias de La Pirámide en Santiago

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Antigua imagen de 1919. Crédito: Juan Carlos Arellano

Investigación realizada por Juan Carlos Arellano, miembro de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, entrega inéditos detalles sobre el origen de su nombre, el monolito junto a un pequeño obelisco, el vínculo con los Incas, entre otros.


El antiguo camino La Pirámide se construyó ́en 1944, cuando el alcalde de Las Condes y el alcalde de Conchalí ́decidieron planificar una ruta para unir ambas comunas.

El objetivo era mejorar el acceso al vergel y a las vegas donde se cultivaban y vendían las hortalizas y frutas que había en el sector donde actualmente está ́Ciudad Empresarial.

Esta es la historia de La Pirámide en Santiago, responsabilidad de Juan Carlos Arellano, miembro de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía, y autor del libro Historias Perdidas de la Zona Norte de Santiago.

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Antigua imagen de La Pirámide. Crédito: Juan Carlos Arellano

La ruta se hizo conocida como Camino La Pirámide o Camino a la Pirámide, “por el monolito que parece una pirámide y que en 1844 se había construido ahí. Según cuenta la historia, en 1826 Manuel de Salas, dueño de estos terrenos, donó un sitio al general Juan O’Brien”, revela Arellano.

Este último levantó ahí una casa rústica y un pequeño obelisco, que la gente comenzó ́a llamar pirámide, para recordar la primera amnistía chilena. Hay una placa en el sitio que relata: “En este lugar, el 12 de abril de 1818, una semana después de la Batalla de Maipú ́que consolidó la Independencia de Chile, el general San Martín se reunió ́con su ayudante de campo, el general O’Brien, para revisar la correspondencia incautada al derrotado representante español, Mariano Osorio”, añade Arellano.

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Imagen actual del monolito. Crédito: Juan Carlos Arellano

El símbolo en cuestión, señala Arellano, “es un símbolo masón, pero fue sacralizada con una cruz, eso se puede ver en los obeliscos o pirámides que están en la plaza San Pedro en el Vaticano, las cuales fueron traídas desde Egipto y puesta una cruz sobre ellas, como un símbolo de la religión católica sobre los pagano. Estas pirámide se utilizaban para señalizar un acontecimiento o algo importante, en los mausoleos masones son muy frecuentes, pero ninguna va acompañada con una cruz en uno de sus lados. Por su parte, Fermín Vivaceta un masón que trabajó en varios proyectos por Santiago, dejó símbolos masones el cielo de la Iglesia de la Estampa de calle independencia, luego que le pidieran restaurarla”.

Previo a la construcción de este obelisco, revela Arellano, “el sector era conocido como Salto del Agua, así le llamaban los Incas. Aún al sector de abajo de la La Pirámide le dicen el Salto”.

Esta es la historia de La Pirámide en Santiago

Entre las cartas se encontraron varias que comprometían a supuestos patriotas en actividades favorables a la causa realista, lo que habría dado motivo para enjuiciarlos por traición. “Sin embargo, comprendiendo que lo más importante para el futuro de la República era la reconciliación entre los chilenos, San Martín arrojó las cartas al fuego, entendiendo que así evitaba años de recriminaciones, venganzas y rencores. El secreto de esos nombres lo llevaron ambos generales a la tumba”, revela Arellano.

Arellano explica que este hito es un trozo de nuestra biografía como nación que probablemente es muy desconocida, pero que grafica algo extraordinario: ha habido momentos en que nuestros líderes han pensado en el largo plazo, en el bien común, en el beneficio de todos antes que en la tajada individual.

“La denominación de obeliscos en Chile, comenzó bien avanzado el siglo XX, anteriormente a esas figuras se les denominaba pirámides. De ahí el nombre del lugar, que era punto de referencia para los que hacían cabalgatas hacia el cordón de cerros como el Manquehue. Ahí donde está la pirámide decían”, agrega.

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Así lo inmortalizó María Graham en 1822. Donde comienza la cascada, actualmente está el monolito. Crédito: Juan Carlos Arellano

Esta es la historia de La Pirámide en Santiago

La Pirámide cuenta con cuatro caras, siendo solo la cuarta la señalada por Benjamín Vicuña Mackenna en 1877, lo que hace pensar que las demás inscripciones y símbolos son posteriores. La primera cuenta con una cruz latina de Calvario blanca con las letras INRI en la parte superior y en la base cuenta con un corazón invertido.

En la segunda se lee: “Un amigo del País que nada prefirió a la libertad de Chile O’Brien”. La tercera cara está sin ningún tipo de marcas. En la cuarta se lee: “Dn. Manuel de Salas. Ala memoria de un Eminente Patriota y literato. 1817″. También se lee en la piedra entremedio del texto anterior, pero sin marcar: “literato D. Man. Salas” pudiendo ser a mi juicio parte del labrado original, lo que denota una pintura y labrado posterior a la construcción original, lo mismo que el año 1817 siendo posiblemente un añadido posterior, revela el investigador histórico.

Tal como mencioné, añade Arellano, “Vicuña Mackenna señala como texto original de esta cara: “A la memoria de un eminente patriota literato Manuel Salas”, en 1877 y no como figura hoy en día. La nueva base de la Pirámide parece ser una construcción anterior a 1975 donde se habría remodelado el sector, según se puede ver en una marca geográfica del Instituto Geográfico Militar”.

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Leyenda en el monolito. Crédito: Juan Carlos Arellano

Este hito marca un lugar que debe ser recordado y una historia que no debe ser olvidada. “Es importante reconocer en nuestros padres de la Patria la visión de Estado, la adultez política, el verdadero liderazgo, consiste también en tolerar ciertas incomodidades, gracias a lo cual Chile pudo avanzar en paz y dejar los rencores de lado, siendo un ejemplo para las generaciones presentes y futuras”, finaliza Arellano.

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