El avance del cambio climático es un hecho real que está ocurriendo a nivel global, extendiéndose hasta los rincones más remotos de nuestro planeta, y afectando las actividades más diversas y de las maneras más insospechadas. Observemos, sin ir más lejos, la industria del vino en Chile.

En el último tiempo, y con creciente fuerza en los últimos años, hemos sido testigos de cómo la geografía vitivinícola nacional ha ido cambiando. Viñedos completos han desaparecido en el norte de nuestro país debido a la sequía extrema, al tiempo que nuevos valles y viñedos emergen en el extremo sur, en lugares en donde hasta hace pocos años era impensado hablar de apelaciones vitivinícolas.

Ya no es una metáfora ni una exageración afirmar que la naturaleza nos sorprende cada temporada, hace tiempo ya que las cosechas se han vuelto impredecibles. Si hasta hace un par de décadas todo el trabajo en el viñedo se repetía sistemáticamente y las fechas de cosecha eran similares año tras año siguiendo una especie de manual, actualmente cada año arranca de distinta forma, se desarrolla con eventos distintivos que acaban por marcar la temporada, y culminan con fechas de cosecha que cambian significativamente cada año.

La pregunta que cabe responder, entonces, y que da título a esta columna es ¿cómo se está adaptando la industria del vino al cambio climático? ¿Qué estamos haciendo las viñas chilenas para responder de la mejor manera a los cambios que nos impone el clima? La palabra clave es sustentabilidad.

A mediados de mayo fuimos invitados a participar en un Simposio de Cambio Climático en el marco de Vinexpo Bordeaux, la feria de vinos más importante del mundo, junto a algunos de los más destacados científicos, economistas, académicos y renombradas personalidades de la industria del vino a nivel mundial.

En dicha instancia, afirmamos que el futuro del cambio climático es incierto, y como industria del vino debemos liderar con nuestro ejemplo las prácticas de reducción de la huella de carbono. Chile ofrece una oportunidad única al mundo como un verdadero paraíso vitivinícola en cuanto a poseer condiciones geográficas y climáticas inigualables para producir vinos sustentables. Los consumidores mundiales, y especialmente en Asia están reconociendo esta particular ventaja de nuestra industria chilena y nos están dando su preferencia.

En la industria del vino de chileno, hace años comenzamos a actuar en pos de la sustentabilidad, con prácticas y medidas concretas. En conjunto con la Asociación de Vinos de Chile se creó el Código de Sustentabilidad el año 2011, el cual reconoce el compromiso y conciencia con el medio ambiente, y con el cual 76 viñas representativas del 75% de las exportaciones de vino embotellado ya están certificadas.

Adicionalmente en Viña Errazuriz, construimos el año 2010 nuestra Bodega Ícono Don Maximiano ubicada en el Valle del Aconcagua, una obra arquitectónica completamente sustentable, con tecnología de punta que apunta a la eficiencia hídrica y energética, permitiendo procesos de vinificación más amigables con su entorno ambiental y social.

Desde luego, en otras regiones de Chile se han construido bodegas que aplican estas mismas técnicas, tales como el flujo gravitacional, la eficiencia en el uso del agua o la medición y reducción de la huella de carbono en todo el proceso de vinificación.

Nuestra forma de trabajo en los viñedos incluye manejos de labranza y siembras que ayudan a una mejor infiltración del agua en el suelo para su mejor aprovechamiento, y a capturar de manera natural el carbono del aire y transformarlo en fertilizante orgánico para la viña. También buscamos producciones moderadas de uva para no sobrecargar los viñedos y al mismo tiempo obtener una mayor calidad de uva, y desde luego eliminamos el uso de químicos pesticidas. Con todas estas prácticas logramos un mayor cuidado del medio ambiente y de las personas que trabajan en nuestros viñedos, y a la vez propiciamos el necesario equilibrio entre el viñedo y el medio ambiente.

También adherimos a la agricultura biodinámica. Nuestro Viñedo Seña es manejado bajo estas prácticas desde el año 2005, siguiendo rigurosamente los principios de agricultura ecológica basados en las teorías del filósofo Austriaco Rudolf Steiner en 1924 y ampliamente reconocidos por proteger el medio ambiente y trabajadores, además de asegurar un futuro a largo plazo para nuestros viñedos al prescindir de fertilizantes, pesticidas, herbicidas industriales y otras prácticas que acaban por erosionar los suelos y deteriorar las parras. Afortunadamente, ya son varias las viñas y proyectos en Chile que están abrazando la agricultura biodinámica, y esperamos que pronto se unan muchas más.

En el corto plazo todos deberemos plantearnos -y replantearnos- la forma en cómo elaboramos vino en Chile, y como avanzamos hacia una mayor sustentabilidad. Chile exporta al mundo el 90% del vino que produce, es clave que como industria actuemos coordinados para garantizar el futuro de este icónico producto nacional, y asegurar a las futuras generaciones un mejor lugar para brindar por el vino chileno.