El gusano pulmonar de la rata, conocido científicamente como Angiostrongylus cantonensis, es un parásito que infecta especialmente a las ratas y babosas. Aunque su hospedador natural son los roedores, este parásito puede infectar el cerebro humano si se ingiere accidentalmente en alimentos contaminados.
Este parásito infecta principalmente a personas en el sudeste asiático y también es endémico en Hawái y las islas del Pacífico. Pero, recientemente un estudio alertó que el gusano pulmonar se propagó en Atlanta, Georgia, infectando ratones marrones (Rattus norvegicus).
“Debido a que el gusano pulmonar A. cantonensis se identificó previamente en ratas en los estados vecinos de Florida y Alabama, las poblaciones de A. cantonensis probablemente estaban en Georgia mucho antes que 2019, cuando se identificó la primera rata positiva en Atlanta”, escribieron los investigadores en un informe publicado en Emerging Infectious Diseases, revista publicada por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU.
La investigación implicó la vigilancia a pequeña escala de ratas muertas en el zoológico de Atlanta. Entre 2019 y 2022, los investigadores encontraron continuamente evidencia del gusano, todos en meses diferentes: uno en 2019, tres en 2021 y tres en 2022, lo que indica una transmisión sostenida. En total, el estudio identificó siete de las 33 ratas recolectadas (21%) con evidencia de una infección por gusanos pulmonares.
El estudio “sugiere que este parásito zoonótico fue introducido y se ha establecido en una nueva área del sureste de Estados Unidos”, concluyeron los autores dirigidos por investigadores de la Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad de Georgia.
El peligroso gusano pulmonar que puede infectar tu cerebro
El gusano pulmonar de la rata, Angiostrongylus cantonensis, se cree que se originó en regiones tropicales y subtropicales de Asia, específicamente en las áreas costeras del sudeste asiático. Aunque su origen exacto no está completamente claro, se le ha asociado históricamente con lugares como Taiwán y el sur de China. Su primer registro es en Cantón (Guangzhou), China en 1935.
Sin embargo, debido a la globalización y el movimiento de personas y mercancías, Angiostrongylus cantonensis ha sido transportado a otras partes del mundo. Hoy en día, se ha encontrado en diversas regiones tropicales y subtropicales en todo el mundo, incluyendo Hawái, Asia, Australia, Europa, América del Norte, Central y del Sur, e Islas del Pacífico. Hasta ahora se han notificado casos humanos en 30 territorios.
La expansión geográfica de Angiostrongylus cantonensis se ha atribuido en parte al comercio global y al transporte de alimentos y productos agrícolas contaminados con el parásito, así como al cambio climático y otros factores ambientales que pueden favorecer su supervivencia y proliferación en nuevas áreas.
El ciclo de vida del parásito comienza en los pulmones de los roedores, pero las ratas pueden transmitir las larvas de los parásitos al expulsarlos en sus heces, según los CDC. Los caracoles y babosas pueden comer estas larvas e infectarse, y los humanos pueden infectarse accidentalmente al consumir alimentos o agua contaminados con larvas infectadas.
“Las personas también pueden infectarse por accidente, al comer productos crudos (como la lechuga) que contienen un pequeño caracol o babosa o parte de uno”, advierte el CDC. Las larvas pueden adherirse a la superficie de estos alimentos y sobrevivir incluso después de un lavado superficial.
Además, otros animales como camarones de agua dulce, cangrejos de río y ranas, también pueden infectarse con las larvas y si una persona consume estos animales crudos o mal cocidos que albergan las larvas, también puede infectarse.
Una vez que las larvas son ingeridas o entran en contacto con el cuerpo humano, pueden viajar a través del tracto gastrointestinal y eventualmente llegar al sistema nervioso central, lo que puede dar lugar a síntomas de angiostrongiliasis cerebral o meningitis eosinofílica.
A veces, la llegada del parásito al cerebro del humano es asintomáticos o genera solo síntomas leves y transitorios. Pero, en ocasiones, provoca una disfunción neurológica grave. Esto puede comenzar con síntomas inespecíficos como dolor de cabeza, rigidez en el cuello, sensibilidad a la luz e insomnio, hormigueo o sensación de ardor en la piel, visión doble, fiebre baja, náuseas, vómitos, dificultades intestinales o de vejiga y convulsiones. En casos graves, puede causar daño a los nervios, parálisis, coma e incluso la muerte.
“La mayoría de las infecciones por A. cantonensis se resuelven espontáneamente con el tiempo sin un tratamiento específico porque el parásito no puede sobrevivir por mucho tiempo en el cuerpo humano”, señalan los CDC. “Sin embargo, en ocasiones pueden ocurrir complicaciones graves que lleven a una disfunción neurológica o la muerte”.
Según la información publicada en la web Ars Technica, no existe un tratamiento específico para la infección por gusanos pulmonares en humanos. De hecho, existe cierta evidencia de que administrar fármacos antiparasitarios puede empeorar los síntomas al estimular más respuestas inmunitarias a los gusanos moribundos. Por ahora, el tratamiento de apoyo son los analgésicos y los esteroides.
Lo bueno, es que se puede evitar esta infección siendo consciente de cómo se propaga el parásito, en qué animales, y no ingiriendo caracoles, babosas, camarones de agua dulce, cangrejos terrestres o ranas crudas o poco cocidos, ni verduras o jugos potencialmente contaminados, aconsejan los CDC . Las verduras deben lavarse bien si se comen crudas.