El ciclo vital de las personas tiene decenas, tal vez cientos, de episodios clínicos. Los registros van, aunque parezca una obviedad, desde el nacimiento hasta su muerte. Pero, entre medio se suceden una enorme diversidad de atenciones: exámenes médicos, consultas o urgencias, hospitalizaciones entre otros.
Toda esta información termina repartida en los diferentes lugares de atención y es el propio paciente el repositorio parcial de la misma. En el mejor de los casos, estos datos de alta relevancia clínica pueden terminar en archivos personales; en el peor, almacenados en la propia memoria del paciente, una persona sin la formación para comprender la complejidad y riqueza de ese historial.
El avance de las tecnologías de información en salud, por un lado, y la necesidad de optimizar los recursos en los sistemas sanitarios ante las crecientes necesidades de la población hace de la interoperabilidad de los registros o historiales clínicos electrónicos una urgencia para Chile. Como país, tristemente, estamos atrasados en implementar una evolución como esta.
Algunas iniciativas puntuales en hospitales o servicios de salud demuestran el valor de estas herramientas tecnológicas, pero son insuficientes para generar impactos positivos para toda la población. Necesitamos que los sistemas conversen, se integren y compartan la información para el beneficio del paciente, los profesionales y técnicos de la salud y el propio sistema.
Que el paciente sea el repositorio principal de los datos solo permite tener registros parciales y de algunos episodios de salud; si la información fluye ágilmente entre los diversos componentes del sistema, avanzaremos hacia un registro longitudinal, que acompaña la salud en el ciclo vital de las personas, que es lo que necesitamos.
Hoy, tenemos una información fragmentada, custodiada, por una parte por los prestadores y por otra lo que logra rescatar el propio paciente, lo que aumenta, entre otras consecuencias negativas, la probabilidad de duplicidad de exámenes, de indicaciones de medicamentos, licencias y mayor gasto de bolsillo y/o errores médicos. Las brechas en interoperabilidad también incrementan el riesgo de fraudes que ocasionan altos costos al sistema y los contribuyentes.
Proyectos como el de la Receta Electrónica Nacional van en la dirección correcta, porque migran desde un enfoque basado en silos, fragmentado y descoordinado, sin visión de red; a uno donde la información clínica está disponible para una mejor toma de decisiones, fortalecer el cuidado del paciente y entregar un mejor servicio de salud.
En este sentido otros países de la región, han dado pasos de gigante. Colombia, que estaba bastante más atrasado, tiene ya cinco secretarías o regiones operando; mientras que Uruguay es referencia en ficha clínica electrónica. Por eso, el proyecto de Ley sobre Interoperabilidad de Fichas Clínicas, en trámite en el parlamento, es una buena señal para acelerar los avances.
Es cierto, hay cuestiones por resolver, como aspectos relacionados con la gobernanza de datos o la definición de un estándar. Pero son solo detalles respecto a lo que tenemos para echar a andar este proceso. Las tecnologías y capacidades técnicas están todas en Chile. Y de existir brechas, estas pueden ir ajustándose en el camino. Lo fundamental es la decisión política, con visión de política pública, para expandir la interoperabilidad
*Directora ejecutiva Centro Nacional en Sistemas de Información en Salud (CENS).