El proyecto liderado por científicos busca entender si la obesidad podría ser un factor que enciende las mismas señales biológicas que el paso del tiempo y podría ser un factor que acelera el envejecimiento.
¿Cómo la alimentación influye en la velocidad en que nuestro cuerpo envejece? Desde hace mucho tiempo las y los investigadores enfocados en envejecimiento se han preguntado esto, y ahora podrá ser respondida gracias a un grupo interdisciplinario de investigadoras e investigadores chilenos. Se trata del Anillo de Investigación en Envejecimiento Acelerado Generado por la Obesidad (ObAGE), que está liderado por la Dra. María Paulina Correa, académica de Nutrición Humana del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA). Además, en este centro de investigación participarán también Cecilia Albala y Raquel Burrows, del mismo instituto. Mientras que de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile estará el académico Guillermo Sanhueza, y desde el Centro de Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (Gero) estarán presentes Christian González-Billault, director de Gero, y Felipe Salech, médico geriatra e investigador de este mismo centro.
Según cuenta la Dra. Correa, muchas personas de peso normal desarrollan enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) a edades avanzadas, “sin embargo, quienes tienen sobrepeso u obesidad suelen alcanzar el umbral de la enfermedad a una edad más temprana”. Además, explicó que en estudios anteriores se muestra consistentemente “que la malnutrición por exceso reduce la expectativa de vida saludable al aumentar el riesgo de morbilidad cardiometabólica así como la pérdida de masa y fuerza muscular”.
“El primer resultado que buscamos es responder la hipótesis de que efectivamente un estado de obesidad incide, desde el punto de vista metabólico, en que su reloj biológico vaya a un ritmo más acelerado”, explicó el director de Gero e investigador de ObAGE, Christian González-Billault. El proyecto tomará una serie de evaluaciones moleculares, que hasta ahora son las más certeras en determinar las edad biológica, para determinar si efectivamente las personas obesas tienen una edad biológica mayor a su edad cronológica.
Para responder a la interrogante propuesta, la clave de este estudio estará en realizar evaluaciones en lo más recóndito de la célula, observar patrones y encontrar una relación entre la obesidad y el envejecimiento. Estas dos cualidades, según argumenta la directora de ObAGE, comparten varias características biológicas relacionadas con la acumulación excesiva de tejido adiposo. Hasta ahora se conoce por medio de estudios previos que la obesidad provoca estrés oxidativo e inflamación crónica, que influyen negativamente en diversos procesos celulares. Además, promueve el proceso de envejecimiento al inducir senescencia, una condición en la que una célula ya no puede proliferar, lo que contribuye a las comorbilidades como diabetes mellitus tipo 2, aterosclerosis, enfermedades coronarias, o el hígado graso no alcohólico, entre otros. “Todo esto sugiere que la malnutrición por exceso, ya sea en la forma de sobrepeso u obesidad, podría precipitar precozmente la pérdida progresiva de integridad fisiológica que es común en el envejecimiento”, destaca Correa al respecto.
De lo genético a los social
Se prevé que este estudio en Chile tomará alrededor de tres años, y la metodología de esta investigación tendrá un análisis del estado de cada uno de los participantes, que incluye evaluaciones médicas, exámenes fisiológicos, cuestionarios para ver cómo las determinantes sociales puedan haber influido para que los sujetos se hayan hecho obesos, de acuerdo a sus características sociales. Los participantes de la cohorte Santiago, que será el setting del estudio, tienen alrededor de 30 años. “Aunque de entrada pueda parecer contraintuitivo estudiar envejecimiento en adultos jóvenes, hace años que nosotros teníamos la sospecha de que estos jóvenes estaban envejeciendo más deprisa”, añadió Correa.
Durante el proceso de este estudio se espera caracterizar el perfil de inflamación crónica de cada voluntario, a través de un panel amplio de citoquinas y mioquinas. Junto a eso, se determinará la composición del microbioma y se medirá la autofagia después de una prueba de ejercicio físico intenso. Asimismo, se determinará la edad biológica de los participantes a través de una técnica de frontera: el reloj epigenético de Horvath.
“Se ha demostrado en modelos animales que podrían haber algunos cambios epigenéticos que serían transmisibles intergeneracionalmente, y una de las cosas que nosotros podríamos hacer en una siguiente etapa es ver si es que efectivamente este grupo de personas que han sido seguidas, desde que son niños hasta que son adultos obesos, también podemos ver el estado de sus hijos y así entender si los factores epigenéticos son transmisibles a los hijos de las personas de este estudio”, proyectó González-Billault. De este modo, el estudio podría ser un punto de partida para analizar las consecuencias del metabolismo y los cambios asociados al estado de salud de las personas durante su vida, ya que no sólo podrían incidir sobre ellos mismos, sino que también sobre sus descendientes.
Además del foco principal de este estudio, la investigación busca explorar cómo la adversidad social confiere una vulnerabilidad diferencial al envejecimiento acelerado inducido por obesidad. El grupo de participantes de este trabajo está formado por participantes que proceden de entornos vulnerables. Muchos de ellos han estado expuestos a adversidad y estrés psicosocial desde la infancia y esa exposición enciende programaciones biológicas que exponen a un mayor riesgo de obesidad y sus comorbilidades. Por lo tanto, detalló Correa, las personas de un mismo grupo social pueden expresar fenotipos de envejecimiento acelerado de distinta intensidad en la adultez joven, dependiendo de la exposición a estrés psicosocial en la infancia, niñez y adolescencia.
Para comprender mejor esta conversación cruzada entre programaciones biológicas y entorno psicosocial nuestro equipo incluye a dos doctores en Ciencias Sociales, tres doctores en Medicina, y un doctor en Biología Celular y Molecular. Este proyecto permite una sinergia entre investigadores del INTA, Gero y de otras instituciones de la U. de Chile que están interesados en estudios sobre este tema. “Se establece un nexo y un vínculo que potencia la idea de que la investigación en envejecimiento necesita gente de todos lados”, concluye González-Billault.