Jóvenes y evasión: ¿desobediencia debida?
Jóvenes secundarios en avalancha masiva evadiendo el pago del metro, saltando las vallas de acceso como quien hace parkour. Manifiestan que lo hacen por el alza de tarifas en el sistema de transporte. Las autoridades insisten que los estudiantes secundarios no deben inmiscuirse en esta situación porque ellos no se vieron afectados con el alza. Amenazan señalando que quienes sean sorprendidos evadiendo, podrían perder el beneficio de la Tarjeta Nacional Estudiantil (TNE).
Esta situación es un claro ejemplo del doble discurso que existe cuando se habla de los jóvenes. Lo que ha dicho la ministra de transporte es: ¡jóvenes, no se metan! Esto está señalando que los jóvenes no deben entrometerse en los problemas que tenemos como sociedad. Sin embargo, esto choca con otros discursos que llaman a que los jóvenes se inmiscuyan y participen más en la vida social y política. Por ejemplo, que tienen que votar, como si eso fuese la única forma de participar.
¿Cuál es el problema? Tenemos dos discursos contradictorios que chocan entre sí. Uno dice ¡participen¡, pero al mismo tiempo dice ¡no participen! Esto es un problema mayúsculo a nivel discursivo y más aún si proviene del mismo interlocutor: el mundo adulto (las autoridades, los políticos, los medios de comunicación entre otros).
Es la instalación de una inconsistencia o disonancia discursiva/comunicacional que es casi esquizofrénica a nivel de la sociedad. Esto pone a los jóvenes en una disyuntiva: ¿Qué hacer frente a estos dos discursos? El problema con este tipo de situación es que se produce un dilema que no se resuelve a favor de los jóvenes, ya que los instalan en un doble discurso. Así, cualquier respuesta que den ellos jóvenes será errada. ¡Entonces es una trampa!
Esta situación también visibiliza una cuestión más profunda. La sociedad no cree en los jóvenes. No cree en sus capacidades. No los considera sujetos capaces de elaborar una reflexión sobre las cuestiones que nos afectan como sociedad. Entonces, los jóvenes, por ser jóvenes no son aptos para opinar sobre cosas de los adultos.
Cuando las autoridades les dicen a los jóvenes que la preocupación en el aumento de la tarifa en el transporte no es de su incumbencia y responsabilidad, y que solo deben dedicarse a lo que les corresponde: estudiar y formarse para la vida, lo que están haciendo es solo destacar la inmadurez de los jóvenes y su falta de capacidad de reflexión para emitir una opinión responsable. Esto es infantilizar a los jóvenes.
Sin embargo, han sido precisamente los jóvenes quienes comenzaron a movilizar este país, a mostrar preocupación por las desigualdades existentes. Primero con las movilizaciones por una educación de calidad, sin lucro, sin endeudamiento y con acceso gratuito, criticando el modelo económico. Y hace un año atrás, al visibilizar la violencia, el acoso y el abuso sexual que sufren las mujeres, desatando lo que se denominó una "nueva ola feminista".
Entonces, esta forma de construir a los jóvenes es un craso error. Las actuales juventudes se caracterizar por ser cada vez más reflexivas. Por querer tener una opinión y ser valorados como tal, por construir nuevos caminos de participación cuando las formas tradicionales no dan el ancho.
Tenemos que entender, que el período juvenil no es una etapa de preparación para la vida adulta y que la juventud (y también las infancias) son formas de ser persona y que tienen igual valor que cualquier otra etapa de la vida. Son sujetos que construyen autonomías en situaciones de dependencia, avanzando progresivamente. Eso que se llama autonomía progresiva y que tanto molesta a algunos sectores.
Entonces, basta de pedirle a los jóvenes que participen, que se inmiscuyan en las cuestiones sociales, que no sean individualistas, para que, a reglón seguido se les diga: ¡métanse en sus cosas! Más aún cuando el involucramiento tiene una fuerza avasallante, protestando, haciendo desobediencia civil, como es el caso de la evasión.
Esto está mostrando que somos una sociedad esquizofrénica.
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