La acidificación de las aguas de los océanos debido a los gases emitidos por el impacto de un asteroide hace 66 millones de años fue la principal causa de la última gran extinción en masa y no el cese de la fotosíntesis por la oscuridad generada, como se creía hasta ahora.

Así se recoge en el estudio realizado por universidades de EEUU, Gran Bretaña, Alemania y España, publicado este lunes la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences USA (PNAS).

La acidificación, resultante de la emisión de gases a la atmósfera, es una de las principales consecuencias de la actual crisis climática, que también está reduciendo el pH de los mares con gran impacto sobre flora y fauna marinas.

El trabajo confirma la hipótesis de Alegret, especialista en el estudio de fósiles microscópicos y análisis geoquímicos, de que los océanos absorben un tercio de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, lo que ayuda a regular el clima, capturando el exceso de calor.

Sin embargo, este proceso también presenta efectos no deseados, como la disminución del pH (nivel de acidez) de las aguas, lo que altera la fijación de carbonato de calcio (CaCO3) en los esqueletos de numerosas especies y podría incluso acelerar la emergencia climática. El impacto de dicho asteroide afectó a casi el 70 % de las especies del planeta y acabó con el dominio de los grandes dinosaurios en medios terrestres.

En los océanos, desaparecieron los grandes reptiles como los Mosasaurios, al igual que gran parte del plancton calcáreo que vivía en las aguas superficiales.

Las hipótesis tradicionales sugieren que la oscuridad generada por la nube de polvo resultante del impacto impidió la fotosíntesis y cesó la productividad primaria en los océanos, provocando las extinciones sucesivas a lo largo de la cadena trófica.

En 2012, Laia Alegret lideró una publicación en la revista PNAS que demostraba que las extinciones en los océanos no estaban relacionadas con el cese de la fotosíntesis y ya señalaba al rápido evento de acidificación de los océanos, mucho más rápido que el actual y resultante de los gases emitidos por el impacto, como la principal causa de la extinciones selectivas en medios marinos.

Una hipótesis que ahora queda demostrada en el estudio que publica esta revista. Los análisis de fósiles microscópicos marinos (foraminíferos) hallados en la mina de Geulhemmerberg en los Países Bajos permitieron obtener la primera medida del pH de las aguas marinas tras el impacto de finales del Cretácico, demostrando que este fue el mecanismo clave en el colapso ecológico de los océanos.

Los análisis geoquímicos del carbono y boro en las conchas de foraminíferos, que han requerido el estudio de hasta 7000 microfósiles por muestra, indican un descenso en el pH de las aguas de 0,3 unidades y un gran aumento del CO2 atmosférico (700 partes por millón). Se trata de la primera medida empírica sobre los mecanismos que desencadenaron las extinciones.

Se analizaron también muestras procedentes de varias localidades de Estados Unidos y de sondeos oceánicos del Atlántico y del Pacífico.

El estudio incluye además la modelización de los cambios globales en la geoquímica de los océanos, y permite descartar que el impacto provocara un aumento en la actividad volcánica. Demuestra que la recuperación de la química de océanos y de los ecosistemas marinos se restableció lentamente tras las perturbaciones globales, a pesar de que el plancton marino y la productividad primaria evolucionaran rápidamente tras las extinciones, teoría que ha sido confirmada por otro estudio en el que también participa Alegret junto a investigadores de las universidades de Yale, Boulder Colorado y del MIT-MA, publicado en la revista Paleoceanography and Paleoclimatology.

La publicación en PNAS constituye un ejemplo de que los eventos geológicamente rápidos como un impacto meteorítico o la acidificación oceánica pueden tener profundas consecuencias sobre la vida a largo plazo, y tiene implicaciones en los estudios sobre el actual cambio climático.