La ansiedad y el espectáculo: el último animal mediático del tenis

Shanghai Masters
La ansiedad y el espectáculo: El último animal mediático del tenis. Foto: Reuters.

Esta semana, en el diván del líder, nos acompaña el tenista Novak Djokovic, actual número siete del mundo. Sí, en esta temporada estival dejamos de lado a los líderes empresariales y nos enfocaremos en las estrellas del deporte, pues enero, para los fanáticos de este deporte, es sinónimo del Australian Open, el primer Grand Slam del año.

Y es que esta cita deportiva, la primera de los cuatro Grand Slams, reúne no solo a los mejores tenistas del momento, sino a una leyenda viviente, la última de esa generación donde Roger Federer y Rafael Nadal se vieron sorprendidos por el tenis y la personalidad de un hombre al que las canchas le quedaban cortas.

Para bien, para mal, Djokovic, ha hecho noticia no solo por sus triunfos y derrotas, sino por su desbordante personalidad, personalidad que le ha traído más de un problema debido a sus posturas y opiniones en temas tan álgidos como la política de Serbia, la guerra y la religión… sin olvidar que en años recientes lideró una campaña mundial contra las vacunas en plena pandemia.

Además, Nole es un apasionado del wellness, concepto que engloba una serie de disciplinas que fortalecen la salud física, mental, emocional y espiritual con miras a aumentar la longevidad. Por esta razón, el GOAT medita, lee poesía en múltiples idiomas, hace taichi, trota, practica yoga, escucha música clásica y realiza emprendimientos vinculados al bienestar.

Sí, el Terremoto de los Balcanes es un atleta multifacético, polémico y arriesgado, que logra acaparar -de buenas y malas maneras- la atención y el interés de la prensa, el público y el mundo, empujando el carro mediático más allá de los límites convencionales de un deporte donde sus estrellas hablan casi exclusivamente de tenis.

Guste o no, Novak es un hombre de nuestros tiempos, pues tal como señala Max Colodro en el prólogo de Twitter versus Twitter (X), de la periodista Rosario Moreno, estamos en un nuevo estado de naturaleza donde “la comunicación digital y las redes sociales han llevado a la humanidad a los albores de un insólito renacimiento, a un extraño estadio civilizatorio donde las reglas y los límites normativos se esfuerzan por no sucumbir”.

Djoker, a diferencia de otros número uno del pasado, como Rafael Nadal y Roger Federer, ha roto los esquemas y para periodistas como Sebastián Fest, autor de Sin Red, el comportamiento de Nole frente a las cámaras y micrófonos es extraño, pues -a sus ojos- los esfuerzos del serbio por ser querido pueden ser excesivos. Vamos con él:

“Casi todo es levemente excesivo en Djokovic: desde su tenis y sus golpes imposibles, hasta sus celebraciones, pasando por una larga lista que incluye imitaciones de sus rivales, reivindicaciones políticas serbias, promoción de la dieta sin gluten o una desafortunada foto con un arma junto a su compatriota Janko Tipsarevic”.

A esta lista habría que sumar su ya mencionada performance como líder antivacuna, sus desafiantes diálogos con estadios que lo abuchean o sus celebraciones envuelto en la bandera serbia, besando la cruz que siempre cuelga de su cuello. Sí, Djokovic no le teme a la sobre exposición, al conflicto, al público o a la prensa, logrando más de quince millones de seguidores en Instagram y nueve millones en Twitter.

Y es por ello que nadie quiere perderse el espectáculo que puede dar en Australia, pues como diría Sebastián Fest, Novak no juega un partido en el que hay espectadores, “el juega un partido con los espectadores”.

Prueba de ello son los diálogos que sostiene con el público o los chocolates que regala a los periodistas en las ruedas de prensa, o hitos icónicos como haber entrado con una gorra de los Bomberos de la ciudad de Nueva York para homenajearlos -tras los atentados de las Torres Gemelas- en el US Open, arrancar y comer pasto de la catedral del tenis tras ganar Wimbledon o haber entrado al Master de Roma con un casco de bicicleta tras haber recibido un accidental botellazo el 2024.

Sí, Nole no pasa desapercibido y podríamos decir, siguiendo al psicoanalista Luciano Lutereau, que su insaciable hambre psíquica tiene algo de ansiedad, pues el hombre elástico no solo ha ganado 24 Grand Slams -casi 100 títulos en su carrera- y dos medallas olímpicas, sino que ha sido número uno del mundo por 428 semanas y ha acumulado ganancias que sobrepasan los ciento ochenta millones de dólares, sin contar las ganancias fuera de la cancha.

¿Qué más puede querer el mejor -o uno de los mejores- tenista de todos los tiempos?

Más, mucho más, pues tal como señala Lutereau, “el ansioso quiere que algo pase, pero que pase porque mientras algo no pasa, está a solas con su propia voracidad”. Sí, el serbio es ansioso y voraz, pues siguiendo con este analista transandino, sujetos así viven “proyectando en la exterioridad y sus acciones se realizan con un enorme costo psíquico, -con un control constante”, pues la atención del ansioso es sobreexcitada y su mirada hiperatenta y vigilante, sin descanso.

Australian Open - Press Conference
Conferencia de prensa, Abierto de Australia 2025. Foto: REUTERS

Y esto ocurre en una época donde, siguiendo el prólogo de Max Colodro, ya no están claros los límites del yo. Sí, ya no somos esos individuos autoconscientes y cartesianos de la modernidad, ni esos sujetos freudianos que llevaban un inconsciente adentro como un alien, pues “ahora son Internet y las redes sociales las que nos han introyectado un inconsciente externo y maquinal, un engendro que maneja nuestros deseos y decisiones a través de algoritmos y de la inteligencia artificial”.

Volviendo a las pistas australianas, no hay que perder de vista que este oro olímpico ya no juega contra Nadal, Federer o Murray, sino contra deportista diez o quince años menores que él.

¿Logrará acaparar la atención?

Es cierto, Novak ya no es el número uno del mundo, pero no hay ningún jugador ni otra leyenda que llegue a Australia con diez trofeos en el bolsillo. Sí, el serbio ha levantado diez veces la copa Norman Brookes -entre el 2008 y el 2023-, cuatro títulos más que Roger Federer en tierras australianas, ocho más que Rafael Nadal y Guillermo Vilas, el único sudamericano capaz de arrebatarles la copa a australianos y estadounidenses a fines de los años setenta.

Por nuestra parte, dos chilenos llegaron a la gran final de Australia. El primero fue Marcelo Ríos en 1998, quien cayó en sets consecutivos (6-2, 6-2, 6-2) ante el entonces número dos del mundo, Peter Korda. Y Fernando González, quien cayó en la final del 2007, nada más ni nada menos, que ante su majestad Roger Federer, en un apretado 7-6(2), 6-4. 6-4.

CHILE'S MARCELO RIOS CELEBRATES HIS WIN AGAINST GERMANY'S BORIS BECKER

González, que en dos oportunidades venció a Novak Djokovic, confesaría, tiempo después de esa final australiana, que ese fue el mejor tenis de su vida, pues solo para llegar a esa instancia tuvo que derrotar a Lleyton Hewitt, James Blake, Rafel Nadal y Tommy Haas.

Hoy, casi veinte años después, estamos ad portas no solo de ver una vez más al GOAT, sino -si tenemos suerte- de verlo jugar contra Alejandro Tabilo, Nicolás Jarry o Christian Garín, aumentando, de manera inédita, las posibilidades de que un chileno vuelva a ganarle a Novak, como ya hizo Alejandro Tabilo en el ATP de Roma el año pasado.

Y si eso pasa… todo el mundo lo sabrá.

Continuará...

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