La crisis social, el efecto de las masas y el sufrimiento adolescente (2ª parte)

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No hay conciencia de que se gobierna para la inconsciencia (Claudio Naranjo).


Llevamos un mes de crisis y en mi consulta una de las consecuencias reales para los que preparan la PSU, es que esta pasó de rendirse en noviembre, a diciembre… y ahora… a enero… Este cambio de fecha, hasta hace poco aparentemente inamovible, ha repercutido en el estado anímico de los estudiantes.

Algunos, frente a la creciente incertidumbre, colapsaron y reconocen que después de semanas de aguante y foco, pensaron mandar todo a la punta del cerro, mientras otros, ante la postergación de la PSU, sintieron un alivio. Entremedio, hay quienes se ilusionan por estudiar todo lo que no estudiaron y otros que lamentan que este trámite no se acabe nunca.

Esto pasa en la superficie, pero en las profundidades de la psiquis de estos adolescentes también hay inquietantes fantasías que no los deja descansar de noche, ni concentrarse de día, pues el efecto de las movilizaciones ha despertado inquietantes pensamientos y pesadillas.

Y es que el efecto de las masas en nuestros aparatos mentales -ya sean de encapuchados o de uniformados- no dejan indiferente a nadie, menos si gran parte de estos días lo han pasado participando en la calle o encerrados en sus casas y pantallas, con el temor de que tarde o temprano lleguen los otros.

Con esto en mente, hago mi propia regresión y agarro la Psicología de las Masas y Análisis del Yo de Sigmund Freud, pues me acordé que el padre del psicoanálisis se preguntaba, cien años atrás, "¿por qué medios (una masa) adquiere la facultad de ejercer tan decisiva influencia sobre la vida anímica del individuo? 

Para responder esta pregunta, este neurólogo vienés parte su exploración bibliográfica de la mano de Gustavo Le Bon (1841-1931), un intelectual francés que ganó gran notoriedad al publicar la Psicología de las multitudes. En esta obra Le Bon advierte que el efecto de la masa psicológica es hacernos "sentir, pensar y obrar de una manera por completo distinta de como sentiría, pensaría y obraría cada uno aisladamente".

Así, por ejemplo, un joven retraído e inseguro, puede transformarse en su antítesis al ser parte de una masa, pues, siguiendo a Le Bon, "el individuo integrado en una multitud adquiere, por el solo hecho del número, un sentimiento de potencia invencible, merced al cual puede permitirse ceder a instintos que antes, como individuo aislado, hubiera refrenado forzosamente".

Freud inmediatamente establece un paralelo entre el comportamiento de las masas y el comportamiento infantil, pues ambos "no toleran aplazamiento alguno entre el deseo y la realización", abrigan "un sentimiento de omnipotencia" y creen que "lo imposible no existe".

Si volvemos al Santiago de 2019 y miramos los mensajes escritos en los muros de nuestras calles, veremos que los manifestantes capitalinos también aspiran a lo imposible y es por ello que mucha gente joven está gozando, tal vez por primera vez, del efecto transformador de las masas, mientras otros jóvenes y no tan jóvenes están aterrorizados por "la resurrección de las hordas primitivas".

Freud, consciente de que las palabras de Le Bon estaban fuerte y negativamente influenciadas por las dramáticas consecuencias de la Revolución Francesa, amplía su exploración a otros autores como Wilfred Trotter, quien en su libro Instincs of the Herd in Peace and War, postula que los seres humanos nacen con un instinto gregario y es por ello que cuando estamos solos, nos sentimos incompletos.

Si bien Freud reconoce el aporte de Trotter, rechaza que uno nazca con el instinto social y ubica en la familia el origen de la formación de nuestra necesidad de ser parte de algo más grande que nosotros mismos.

Y con esto en mente, volvemos a Emilia, esa adolescente que tras terminar la enseñanza media decidió tomarse un año sabático con su pololo, sin nunca imaginarse que tras cruzar el océano, su familia -y su mundo- se descompondrían al máximo.

Las infidelidades de sus padres desataron guerras familiares y el descubrimiento de que su padre estaba emparejado con la madre de su mejor amiga, afectó y corrompió sus amistades. Este fue el inicio, pero las peleas entre las hermanas de Emilia acrecentaron el malestar, pues mi cliente se sentía profundamente traicionada por sus hermanas mayores, pues éstas no solo manejaban más información que ella, sino que habían sido cómplices de sus padres.

Esta traición había roto el equilibrio entre las hermanas y algo similar experimentó Emilia cuando entendió que esta misma dinámica se había repetido entre sus amigas, pues varias sabían que el padre de una y la madre de otra, mantenían una relación secreta.

Esta doble deslealtad hizo que mi coachee sucumbiera ante la evidencia y fue ahí cuando decidió desconectarse de los chats familiares y de cualquier comunicación con sus amigas. El sufrimiento psíquico era insoportable y desde ahí su mundo de relaciones se había transformado en un lugar oscuro, lleno de mentiras.

Así, las pertenencias a los grupos de referencia de Emilia (familia y amigas) habían sido arrasados por la dolorosa verdad y desde Europa esta adolescente sentía que en Chile ya no había nada… ni nadie… por quien volver... y aún así… su cerebro lo único que hacía era pensar en Chile, sus relaciones y su sufrimiento.

Finalmente, después de semanas de shock y desconexión, Emilia volvió al mundo, llena de rabia. De repente la injusticia y la desigualdad llenaron su discurso y las sesiones, inicialmente robóticas, se tornaron altamente bélicas. Literalmente la furia de Emilia la hizo despertar y a mí no me quedó más que buscar refuerzos mentales en la Psicología de las Masas y Análisis del Yo, de Sigmund Freud.

Aquí el doctor insiste en que los niños "no muestran durante mucho tiempo signo ninguno de un instinto gregario" y postula que recién cuando nacen hermanos y/o cuando ingresan al jardín infantil, empiezan a desarrollar un sentimiento colectivo como "reacción a la envidia con la que el hijo mayor acoge en un principio la intrusión de un nuevo hermanito".

En síntesis, el sentimiento colectivo no sería más que una estrategia para contrarrestar los profundos celos que sienten los niños ante la llegada de nuevos hermanos o ante la presencia de nuevos compañeros, pues de otra forma sería intolerable no ser los favoritos de los padres o de las parvularias.

Así, como consecuencia de la imposibilidad de seguir siendo el único o el favorito, el niño, según Freud, "se ve obligado a identificarse con los demás niños, y en el grupo infantil se forma entonces un sentimiento colectivo o de comunidad que luego experimenta en la escuela un desarrollo ulterior".

Si llevamos esto a la realidad de Emilia, probablemente ella y sus hermanas en alguna etapa de su infancia tuvieron que aceptar no ser únicas y transformar sus celos en un sentimiento colectivo que exige, según nuestro analista, "justicia y trato igual para todos".

Este temprano aprendizaje familiar, será clave para el jardín infantil, pues siguiendo a Freud, es "sabido con qué fuerza y solidaridad se manifiesta en la escuela esta reivindicación. Ya que uno mismo no puede ser el preferido, por lo menos que nadie lo sea. Esta transformación de los celos en un sentimiento colectivo entre los niños de una familia o de una clase escolar parecería inverosímil si más tarde y en circunstancias distintas no observásemos de nuevo el mismo proceso".

Cierro el libro y pienso que son precisamente la justicia y el trato igualitario los valores desafiados tanto en las calles de Santiago, como entre las hermanas de Emilia. Que unas manejaran más información que otras desencadenó la ruptura y Emilia, al ser la menor, se sintió totalmente traicionada por las mayores.

En términos metafóricos, la infidelidad de los padres de Emilia y el manejo de la información de las hermanas, descabezó a la familia y rompió el espíritu de cuerpo de las hermanas, desatando la envidia primitiva al no respetar el mandato inconsciente de que nadie, según Freud, "debe querer sobresalir; todos deben ser y obtener lo mismo. La justicia social significa que nos rehusamos a nosotros mismos muchas cosas para que también los demás tengan que renunciar a ellas, o, lo que es lo mismo, no puedan reclamarlas".

Cierro el libro y comprendo que Emilia, con justa razón, se sintió engañada y traicionada por sus padres, y excluida y aislada por sus hermanas y amigas. Esta grieta, hasta entonces invisible, fue aumentando a medida que surgían las verdades familiares y se desarrollaban las intrigas de las amigas. Microhistoria que refleja lo que le pasa a los ciudadanos con sus líderes, cuando descubren que estos… se han coludido para evadir…

Sin padres autorizados para mediar entre las hermanas, Emilia deambula por un mundo descabezado y desintegrado, pues las hermanas, antes aglutinadas por el amor hacia los padres, ahora solo velan y corren por sus vidas. La ausencia de amor trajo el caos y en sus pesadillas, Emilia arranca, como tantos chilenos en la actualidad, de hordas familiares y no tan familiares, de amigas y desconocidos, de encapuchados o de uniformados, que vienen tras ella y tras todos nosotros, sin saber, a ciencia cierta, si vienen a restablecer el orden o a traer el caos.

Continuará...

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