La prevalencia del alzhéimer aumenta a medida que pasan los años, especialmente en mujeres que ya han vivido la menopausia. La pérdida de mecanismos naturales que se da debido al fin de la menstruación conduce a la neurodegeneración en los años posmenopáusicos, lo que puede implicar la aparición de dicha patología.

En un artículo recién publicado por la revista Fronteras en Endocrinología, un grupo de investigadores del Centro de Excelencia en Biomedicina de Magallanes y del Centro de Envejecimiento y Regeneración CARE UC plantearon la necesidad de seguir investigando este nexo, para comprender mejor los mecanismos celulares y fisiopatológicos relacionados con los cambios endocrinos y metabólicos que se producen con la menopausia, globalmente y en el cerebro. “Esto podría llevar a descubrir los factores desencadenantes que inician la neurodegeneración de aparición tardía y que facilitan su desarrollo. De este modo, la ciencia podría estar más cerca de intervenir y atacar esta carga de la enfermedad en una población que envejece en todo el mundo”, escribieron los científicos.

El texto tiene como principal autora a Paulina Villaseca, médica especialista en ginecología y obstetricia, e investigadora del CEBIMA. También son parte de la autoría los doctores en ciencias biológicas Pedro Cisternas, investigador asociado del CARE UC, y Nibaldo Inestrosa, director de este centro y del CEBIMA, además de Premio Nacional de Ciencias Naturales 2008.

“Claramente estamos en el mundo ante un envejecimiento poblacional, es decir, hay cada vez muchas más personas entre la mediana edad y la adultez mayor y vejez, y una menor proporción de población joven. El alzhéimer es altamente prevalente a medida que se avanza con los años en la vida”, afirma Paulina Villaseca.

Inestrosa dice que antes de la edad de la menopausia, considerando el alzhéimer temprano en personas de 30, 40 o 50 años, hay más o menos un hombre por cada mujer con esta enfermedad. En esos casos, es fuertemente genética y se manifiesta de un modo distinto a como se da cuando ocurre con el paso de los años, en la tercera o cuarta edad.

Pero cuando sucede después de la menopausia, la proporción cambia. “Hay estudios que incluso han dado cuenta de cinco mujeres con alzhéimer por cada hombre que presenta la enfermedad”, explica el doctor Inestrosa.

Villaseca dice que se ha encontrado que, “mientras a más temprana edad se presenta la menopausia, más tempranamente aparecen las demencias”.

La médica advierte, asimismo, que “hoy a la menopausia muchos ya la llaman, en el ámbito científico-médico, envejecimiento endocrinológico, pues afecta varias funciones. Es una condición que tiene impacto en diversos sistemas del cuerpo de la mujer, incluyendo la vida neuronal”.

En el artículo, se sostiene que “el estado endocrino que conlleva la menopausia, con el cese de la síntesis de estrógenos y la síntesis de progesterona y el aumento de las gonadotropinas, conlleva una pérdida de mecanismos neuroprotectores que podría explicar el deterioro cognitivo y el riesgo de desarrollar alzhéimer en etapas posteriores de la vida más frecuente en las mujeres.

El estradiol (E2), el principal estrógeno que actúa durante la edad reproductiva de la mujer, es bien conocido por ejercer neuroprotección a través de diversos mecanismos. Más aún, el E2 derivado de las neuronas regula la plasticidad sináptica y la memoria”. La falta de estrógenos derivada de la menopausia afecta el consumo de glucosa neuronal y afecta la vía de señalización Wnt.

Villaseca, Cisternas e Inestrosa exponen también en el trabajo acerca del papel que desempeña la vía de señalización celular Wnt, formada por proteínas.

En 2000, en otro estudio, Inestrosa propuso que Wnt podría desempeñar un papel clave en la neuroprotección de la EA. “La disfunción de la señalización Wnt se ha descrito en el envejecimiento y en la menopausia, ambas asociadas a alteraciones de la memoria del hipocampo”, dice.

Los investigadores escribieron que según sus estudios en neuronas cultivadas en el hipocampo, así como en modelos de ratones a los que se les indujo alzhéimer, indicaron que la señalización Wnt protege contra la neurotoxicidad del péptido amiloide β (Aβ)”, sindicado como uno de los responsables de generar esta enfermedad.

E|l Aβ, uno de los marcadores característicos de la enfermedad, es una proteína que está presente en el cerebro y cumple distintas funciones pero que, en los pacientes con alzheimer, por motivos que no se conocen, se acumula fuera de la célula y forma placas que dificultan la comunicación entre las neuronas y promueven así el deterioro cognitivo.

Los autores afirman que Wnt está, además, implicado en la fosforilación de la proteína TAU, al tiempo que recuerdan que se ha demostrado que la activación de dicha vía de señalización “está relacionado con el aprendizaje y la memoria”.

Nibaldo Inestrosa apunta que, ya a fines del siglo pasado, se publicó acerca de las bases celulares y moleculares de la neuroprotección del estrógeno, y la importancia de éste para evitar el alzhéimer.

El papel de la glucosa

Otro tema abordado en el artículo es el papel del metabolismo de la glucosa en la menopausia y el alzhéimer.

“En las mujeres posmenopáusicas, el tratamiento con estrógenos mejora todos los componentes del síndrome metabólico, así como los parámetros de resistencia a la insulina. Los estrógenos tienen un papel trascendental en el metabolismo al modular directamente la gestión energética de todo el cuerpo, controlando la disponibilidad de la glucosa y facilitando la secreción de insulina, y modulando la partición de la energía, favoreciendo a los lípidos como sustrato principal de energía cuando están más disponibles que los hidratos de carbono, pasando del almacenamiento de lípidos a su oxidación como sustrato”, se expone en el trabajo de Villaseca, Cisternas e Inestrosa.

Asimismo -recuerdan los autores-, la glucosa es la principal fuente de energía del cerebro. “La utilización de la glucosa por parte de las células cerebrales desempeña un papel central en la fisiología del cerebro y una disminución de este metabolismo se ha relacionado con casi todas las enfermedades neurodegenerativas, incluida la EA”, escriben. “El consumo de glucosa en el cerebro disminuye desde la menopausia”, dice Paulina Villaseca.

El grupo de investigación ha descrito que “los activadores de Wnt aumentan tanto el consumo de glucosa como el rendimiento cognitivo en ratones transgénicos con alzhéimer”.

“Algo que enseñamos siempre es que la menopausia ofrece una oportunidad de intervención. La mujer suele consultar por ella, porque es un hito demasiado manifiesto, que además vinculamos con el envejecimiento. Al menos consulta para entender qué la está pasando. Y la atención primaria de salud, los Centros de Salud Familiar y también los especialistas debemos aprovechar ese momento para visualizar la proyección de enfermedades que puedan empezar a acelerarse por este cambio endocrino y así intentar evitar enfermedades crónicas como las neurodegenerativas, las vasculares, la osteoporosis, la sarcopenia, entre otras”, dice la médica especialista.

“De modo que la respuesta a la menopausia es, sin duda, una oportunidad para evitar el alzhéimer o al menos su gravedad, así como otras enfermedades”, declara Villaseca.

“Es bueno que se hable de la menopausia y su relación con el desarrollo de la EA”, afirma, por su parte, Nibaldo Inestrosa. “Hay una población enorme que no tiene idea de este vínculo y, por ende, no se ocupa del tema”, añade el neurobiólogo.

¿Qué se puede hacer? Villaseca advierte que, si bien no se ha demostrado con absoluta certeza científica que el ejercicio físico y la alimentación de tipo mediterráneo son neuroprotectores, sí hay estudios que van en dicha línea. “Antes creíamos que las neuronas no vuelven a generarse, pero ahora sabemos que sí hay neurogénesis incluso en la adultez. También sabemos que se puede estimular las sinapsis y otros mecanismos, como la antioxidación. El ejercicio sistemático, aeróbico, de media hora diaria, mantiene una buena composición corporal, puede estimular la generación de sinapsis y disminuye el síndrome metabólico, que se asocia a enfermedades neurodegenerativas. También se ha planteado que el estilo alimentario mediterráneo daría neuroprotección, lo mismo que algunas vitaminas, como la D. Si la persona practica ejercicio, se alimenta en forma saludable y mantiene vitaminas cuya deficiencia puede significar muerte (apoptosis) neuronal -vitamina D, vitamina B-, se podría retrasar la expresión de una enfermedad neurodegenerativa”, expone la especialista en ginecología y obstetricia.

“Si todos envejecemos presentando enfermedades neurodegenerativas, sería una catástrofe social y económica, para cualquier comunidad, pero si se puede interferir en el desarrollo de dichas patologías, entre las cuales Alzheimer es muy grave por la pérdida de autonomía que representa, entonces podemos contribuir a tener personas de la cuarta edad, sobre los 80 y 85 años, que sean saludables, autónomos y funcionales”, concluye Paulina Villaseca.