Es posible esperar que el desconfinamiento espacial y social que se acerca inexorablemente devenga rápidamente en una explosión del espacio público en la ciudad, como ha ocurrido recientemente en Londres en bares, calles y transporte público.
Es indudable que nos inunda a todos una genuina ansiedad por estar juntos, tocarnos y compartir con otros en el espacio público, por mucho valor de la comunicación virtual a distancia, nada remplaza la experiencia de proximidad que tiene un encuentro presencial; ansiedad que puede explotar cuando se levante la cuarentena.
Un desconfinamiento progresivo e inteligente disminuiría sin dudas los efectos de una eventual recaída del Covid-19, y la capacidad de contención del sistema público de salud, mientras llega la vacuna. Y así, tal como le ha sido imposible a la autoridad contener la necesidad de subsistencia para confinar a los habitantes, es probable que también le sea muy difícil organizar una salida ordenada de la cuarentena.
Hay factores de contexto que atentan contra esta nueva fase: la presión económica por retomar el ritmo productivo y el endeudamiento de las personas; el fin de la tregua de un estallido social, aún no resuelto, y probablemente agudizado durante estos meses de encierro y carencias; la crisis de legitimidad de las instituciones agudizada por un mal manejo de la pandemia, todo lo cual puede arrasar hasta con las mejores intenciones de este proceso de desconfinamiento, y transformarlo en una nueva explosión social en el espacio público.
La alta demanda por utilizar el espacio público ya estaba presente desde antes de la pandemia, el cotidiano y simple uso masivo de parques, plazas y veredas, así como la reapropiación de la Plaza de la Dignidad en octubre, son muestras de que se viene verificando una creciente revalorización y demanda, por más y mejor espacio público en nuestras ciudades, cada día más grandes y densas. Se ha anunciado un plan para esta fase de desconfinamiento que incluiría medidas para el comercio, el transporte público, y la movilidad en el espacio público en general. Existen ya aprendizajes de otras ciudades del mundo, así como recomendaciones desde la academia y organismos de diseño de políticas públicas.
Para definir medidas es necesario considerar que se han acumulado tensiones en los hogares que sin duda saldrán a la calle con las personas, no sin contradicciones y conflictos. Luego de un periodo de limitaciones a las libertades individuales nos veremos enfrentados a nuevas tensiones en su recuperación simbólica y material, y esto es especialmente preocupante para jóvenes y sectores más pobres quienes continúan siendo considerados sospechosos de insubordinación.
Al igual que el confinamiento representó una oportunidad para la profundización del teletrabajo, el desconfinamiento también representa una gran oportunidad para reorganizar prioridades en el espacio público de las ciudades, enfrentando con nuevas políticas y modelos los nuevos y viejos problemas, la redistribución de los bienes públicos y servicios de calidad inmediata, tanto en el transporte como en espacio urbano. Esto significa destinar un porcentaje mayor de suelo disponible para el beneficio de una mayoría de las personas versus otros, utilizado por minorías, como las autopistas.
Y como el espacio público es también una esfera política y social que debe ser integrada a la dimensión material y física mas cotidiana, es esencial planificar y considerar como parte del desconfinamiento, el plebiscito constitucional del 25 de octubre; para el cual faltan sólo 100 días.
*Urbanista Universidad Diego Portales