En el año 2010, un grupo de científicos británicos encontró vivo a un pequeño cangrejo de la especie Halicarcinus planatus, inmerso en las gélidas aguas de Isla Decepción, un territorio con forma de anillo situado en la Antártica. El hallazgo fue toda una rareza para el equipo, ya que este animal, que habita las costas de Sudamérica, jamás había sido reportado en aguas antárticas. A esto se suma un importante antecedente: que los cangrejos desaparecieron del continente blanco hace ya millones de años, junto a muchísimas otras especies marinas y terrestres.

¿Qué hacía entonces este invertebrado en La Antártica? ¿Era sólo un visitante perdido o había llegado para establecerse? ¿Existían más comunidades en esta isla? ¿Podría tratarse de una especie invasora en este prístino ecosistema? El hallazgo del misterioso cangrejo dio origen a una publicación el año 2015, que llegó a ojos y oídos de científicas y científicos del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de las Universidades de Chile, de Magallanes y Austral de Chile, quienes decidieron realizar nuevas expediciones al territorio antártico, y profundizar en estas preguntas desde múltiples enfoques, usando la genética y el modelamiento climático, entre otras especialidades.

El estudio, publicado en la revista Global Change Biology, estuvo liderado por la investigadora Zambra López, estudiante del Doctorado en Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Chile, en conjunto con Karin Gerard, de la UMAG; el investigador Elie Poulin, del IEB y la Universidad de Chile, Luis Vargas de la Universidad Austral, y un equipo multidisciplinario de colaboradores nacionales e internacionales. Para todos ellos, las invasiones biológicas en costas antárticas, constituyen un tema cada vez más relevante en el contexto del cambio climático, razón por la cual estiman fundamental conocer los fenómenos que pueden impactar en la biodiversidad presente y futura de este territorio.

Los investigadores durante su trabajo en la Antártica.

Misterioso sobreviviente

Elie Poulin, doctor en Ecología y Evolución, quien lleva décadas explorando la Antártica y buceando en sus costas, explica que el cangrejo adulto pudo haber llegado en barco, al interior de tanques de aguas, o en grupos de algas. Asimismo, señala que durante la investigación no volvieron a encontrar nuevos ejemplares del crustáceo. “Durante tres años seguidos fuimos a la Antártica a buscar en diferentes lugares, entre ellos en zonas de agua caliente existentes gracias a la acción volcánica, donde podría haber sobrevivencia. Junto a integrantes del Instituto Antártico Chileno (Inach), recorrimos y buceamos mucho pero no encontramos nada. Eso significa que el cangrejo llegó en algún minuto, pero no se estableció. Es decir, no logró reproducirse y generar descendencia”.

El científico comenta que el Halicarcinus planatus es una especie propia del territorio subantártico y patagónico, que no posee la capacidad de sobrevivir a temperaturas bajo cero, como las que abundan en Isla Decepción y otros lugares de la Antártica, principalmente durante los inviernos. Sin embargo, también advierte que tal como el cangrejo, existen muchas especies exóticas que han llegado hasta la Antártica, pero no se han establecido, un escenario que podría cambiar radicalmente en los próximos cien años, debido al aumento de temperatura de los océanos y la actividad humana.

“La Antártica evolucionó hace varios millones de años sin cangrejos. Por eso este hallazgo fue llamativo para nosotros, pues el retorno de este grupo puede constituir un problema ecológico serio y una revolución para el ecosistema. No obstante, podemos decir que sí están llegando especies exóticas a la Antártica, como choritos adentro de esponjas marinas, algunas algas, entre otros variados grupos, que se encuentran casualmente, sin lograr establecerse hasta el momento”, comenta el académico de la Universidad de Chile.

Elie Poulin a la izquierda.

¿Por qué no se estableció el pequeño cangrejo? Para entender esta pregunta, se realizaron estudios fisiológicos con algunos ejemplares de la Patagonia, analizando la capacidad de resistencia a las bajas temperaturas. “En el experimento pudimos ver que con temperaturas bajo cero grados, los cangrejos no sobrevivían. Estas especies, al igual que otros invertebrados, tienen un problema con el frío excesivo, pues con esto se ‘anestesian’ y mueren. Así que claramente este factor es una limitante y una barrera que a su vez permite que el continente se mantenga, por ahora, libre de especies invasoras que puedan dispersarse”.

También se realizaron estudios de modelamiento, para evaluar el nicho ecológico del cangrejo (los lugares donde, por temperatura y presencia de alimento, entre otros factores, puede vivir una especie) y estimar los futuros límites de desplazamiento hacia el sur, bajo escenarios de cambio climático. “En ese contexto, uno de los factores más llamativos que observamos, es que esta especie podría establecerse en algunas zonas de la Antártica al final del siglo. De todas maneras, ya se ve un aumento de temperatura en el mar durante el verano, pero en invierno ésta baja y el agua se congela por varios meses. Sin embargo, a medida que se va calentando el planeta, se va reduciendo más ese período de agua bajo los cero grados, aumentando la posibilidad de que la especie pueda sobrevivir una temporada, reproducirse, generar una población y luego establecerse”, advierte Elie Poulin.

La especie encontrada en la Antártica.

Si bien aún es difícil prever con precisión qué podría ocurrir, el investigador del IEB señala que este fenómeno, sin duda podría perturbar los equilibrios en la cadena alimenticia y contribuir a una disminución de la biodiversidad.

Protegiendo la Antártica

La Antártica y sus 13 millones de km2, es un territorio único y excepcional, con una biodiversidad marina única, que alcanzan a más de 15 mil especies, con diferentes grupos, que incluyen a aves, peces, algas, crustáceos, cetáceos y a una enorme diversidad microbiana.

“Lo que ves en la superficie, es muy distinto de lo que realmente existe en la Antártica. El océano austral es el que tiene el endemismo más alto, con especies únicas que se han desarrollado durante millones de años y se han diferenciado de otros ecosistemas, siendo muy impermeables a los cambios”, explica el investigador.

Elie Poulin añade que la fauna marina de la Antártica se originó a través de una catástrofe ecológica: el congelamiento de todo el continente hace 40 o 50 millones de años atrás, en el que en su momento hubo bosques, dinosaurios, mamíferos, entre otros organismos. “El continente se enfrió, se congeló y ahí y hubo una desaparición casi total de la fauna y flora terrestre. En el mar fue distinto, conservándose una biodiversidad muy alta, aunque también se extinguieron grupos enteros”.

Por todo ello, el científico explica que sigue siendo nuestra responsabilidad cohabitar con otros seres del planeta y apoyar la conservación de este ecosistema único. “Siempre ha habido cambios en el clima, en la tectónica, que han transformado la biota del mundo. Lo que queremos evitar es precipitar la desaparición de ecosistemas que se han mantenido durante mucho tiempo, según los ciclos naturales de la tierra”, concluye.