La península Antártica y Sudamérica fueron parte del megacontinente llamado Gondwana y cuyo desmembramiento dio origen también a Australia, África y al subcontinente de la India.
Esta área de separación formó un mar donde se depositaron sedimentos y restos de animales y plantas que lo habitaron y que generaron rocas y fósiles que también guardan registros de la evolución geológica, faunística y florística de esas regiones.
La Isla Seymour ha sido denominada la Piedra Rosetta de la paleontología o la joya de esta disciplina, ya que está formada por estratos que contienen un registro fósil de preservación excepcional que abarca desde el Cretácico tardío hasta el final del Paleógeno (entre 70 a 24 millones de años atrás).
Fue este lugar donde paleontólogos del Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) y de la U. de Chile encabezados por David Rubilar, descubrieron un extrañísimo huevo fosilizado de 66 millones de años, presumiblemente perteneciente a un Kaikaifilu hervei, un extinto reptil marino de 10 metros de largo, que vivió en todos los mares del planeta durante la denominada era de los dinosaurios.
El huevo fue bautizado Antarcticoolithus bradyi, (”huevo de piedra Antártico tardío”).
Se trata del huevo más grande jamás documentado, solo superado por los del Elefante de Madagascar, un ave que se extinguió en el siglo XIX.
Además, es uno de los únicos huevos fosilizados de cáscara blanda que se han descubierto en el mundo, pues la mayoría de los hallazgos corresponde a huevos de cáscara dura. Lo inusual del descubrimiento fue publicado en la revista Nature.
Los reptiles marinos prosperaron porque las condiciones que tenían en el agua eran mucho mejores a las que se ven hoy en la Antártica. Hubo un momento en que en ese lugar había dinosaurios, bosques, árboles, con estaciones bastante marcadas, pero ideal para la vida.
Las investigaciones en la Isla Seymour no están finalizadas, puesto que con las nuevas exploraciones siguen ocurriendo hallazgos de importancia para la ciencia.
Por ejemplo, la flora fósil (maderas, hojas, polen y esporas) testimonia que hubo vegetación durante el Cretáceo tardío con plantas muy similares a las que conocemos en la actualidad: coníferas, podocarpáceas, y cupresáceas, además de flores y variados helechos.
Revisa en el video el excepcional hallazgo realizado por los paleontólogos chilenos en esta isla.