“Aunque el panorama se ve apocalíptico, vivamos con optimismo, porque créelo o no, no todo está perdido. Maravillémonos con nuestro entorno, reconectémonos con nuestro origen, disfrutemos de la naturaleza y permitamos que las generaciones futuras también lo hagan. Disfrutemos la vida y luchemos en el camino, porque si no somos nosotros, ¿quiénes? La lucha por salvar el océano es la que nos tocó y nos da un propósito…”, (p. 109).
En poco más de 100 páginas, Catalina Velasco Charpentier –bióloga marina, divulgadora científica, exploradora de National Geographic y cofundadora de la Fundación Mar y Ciencia– explora en profundidad el funcionamiento del océano, la riqueza de su biodiversidad y el modo en que el mar determina la existencia y la vida cotidiana, y al mismo tiempo invita a los lectores a protegerlo de forma urgente y sostenida. Además de entregar parte de sus conocimientos, en Vida sumergida la autora se apoya de la visión de otros expertos y una sólida bibliografía para explicar el rol del océano en la vida de la Tierra.
Lo hace con pasión y con un lenguaje cercano y fascinante, acercando este tema, a veces complejo, a personas de todas las edades: “En primer lugar, debemos entender que solo tenemos un océano, no cinco. Sí: a nivel mundial contamos con una única gran masa continua de agua salada, a la que le han sido asignados diferentes nombres por motivos geográficos, científicos, históricos y de navegación. Todos los océanos están conectados y, a su vez, nos conectan también a nosotros de diversas formas, estemos donde estemos”, explica Velasco.
Junto con describir el funcionamiento del océano, esta nueva publicación de La Pollera Ediciones realiza un llamado a cuidar el mar y sus ecosistemas y propone algunas acciones concretas para hacerlo. “Para salvar al océano hay al menos tres medidas indispensables: exigir la carbono neutralidad, demandar la creación de áreas marinas con protección efectiva y boicotear la sobrepesca” (p. 104), señala la bióloga marina en Vida sumergida y enfatiza que: “Los cambios individuales aportan, sin duda, pero las acciones colectivas son vitales para llevar adelante los cambios más urgentes. No olvidemos que un número reducido de empresas y personas son las principales responsables de la crisis ambiental que vivimos, por lo que debemos exigir cambios en conjunto, exigir a nuestros representantes que negocien sin miedo con las naciones más contaminantes, exigir a través de nuestro dinero y de nuestro voto” (p. 105).