Los registros sobre la existencia de la miel datan de hace 65 millones de años, en el Cenozoico. Desde siempre ha coexistido y convivido con el hombre, dadas sus características alimenticias debido a su dulzura, aporte energético y múltiples beneficios para nuestra salud como reforzar nuestro sistema inmunitario y muy conocida también por combatir los síntomas del resfrío, además otros usos tales como cosmetológico y dermatológico.
En la cultura Egipcia formó parte de la dieta y era utilizada para curar heridas, también en cosmética y rituales. Se creía que provenía de las lágrimas del Dios Ra y estaba presente en todas las ofrendas religiosas que se llevaban a cabo en el Egipto faraónico.
Asimismo, en la antigua Grecia, específicamente en su mitología era considerada el alimento de los Dioses del Olimpo. Se atribuía a las colmenas un origen divino, creadas por el pastor Aristeo (hijo de Apolo y de la ninfa Cirene), también se decía que fue Dionisos el primero en encerrar las abejas. Los griegos consideraban muy importante la presencia de la miel en su dieta para poder alcanzar una espiritualidad profunda.
Volviendo a la época actual la miel es un alimento muy utilizado por su dulzura y variados beneficios para nuestra salud, sobre todo en invierno para aliviar los molestos dolores de garganta. Se utiliza principalmente para el consumo, pero debido a sus propiedades terapéuticas también para la industria cosmética.
Existen muchos tipos de mieles. La planta donde las abejas recolectan el néctar definirá su color, aroma, sabor y su composición. Es así como se pueden obtener mieles mono florales, cuyo néctar proviene de una flor, lo que hace que tenga cualidades distintas al resto, con propiedades terapéuticas específicas de la planta donde se obtiene el néctar. Hoy en día es muy difícil encontrar este tipo y su valor es muy elevado. Por otro lado, hay poli florales, que son las que más se producen y consumimos, obteniendo el néctar de distintas flores, plantas, hierbas, etcétera las cuales también tienen propiedades que nos benefician.
La miel está principalmente compuesta por azúcares simples como la fructosa y glucosa, alrededor de un 80 %, lo que nos proporciona una sensación de energía de manera casi instantánea una vez consumida, por lo que se recomienda para personas que requieren una dosis alta de energía, como trabajadores que realizan esfuerzo físico y deportistas. Gracias a su riqueza en vitaminas y minerales, es un alimento ideal para personas que padecen anemia, niños en etapa escolar y adultos mayores.
Hay que tener ciertas precauciones en su consumo. No se recomienda en menores de 12 meses debido a que puede contener bacterias, como la Clostridium Botulinum. También hay ciertas restricciones para los diabéticos quienes pueden comer dosis muy reducidas y controladas.
Como es un alimento tan requerido, es común encontrarse con productos adulterados. En nuestro país la miel debe cumplir con algunos requisitos, según lo dispuesto en el Reglamento Sanitario de los Alimentos, máximo de 20 % de humedad y un mínimo de 60 gramos de fructosa más glucosa en 100 gramos de miel, no debe contener más de 5 gramos de sacarosa por 100 gramos. Además, establece que la miel no deberá calentarse ni elaborarse de forma tal que se modifique su composición esencial o se menoscabe su calidad.
¿Como se puede saber si una miel fue adulterada? Con certeza solo con un análisis de laboratorio. Por esta razón es importante comprar este producto en locales establecidos, donde nos ofrecerán productos que se encuentran adecuadamente envasados, con etiquetado nutricional, que nos permita conocer el listado de ingredientes, que debería indicar como único ingrediente miel de abejas. También así nos aseguramos que fue elaborada y envasada bajo estrictas normas de higiene, pues tendrá resolución sanitaria.
A simple vista, lo único que nos podría indicar que se trata de una miel de calidad, es que una miel pura tiende a cristalizarse o solidificarse. Si compras un frasco de miel que ya está cristalizada, o se solidifica al tiempo, lo más probable es se trate de una miel pura, que no ha sido adulterada en su composición.
Para obtener los beneficios de que nos entrega la miel, debemos estar seguros de lo que estamos consumiendo. Una miel que no nos proporcione información a través de su envase, y que su valor sea tentador, podría estar adulterada, conteniendo aditivos que perfectamente podríamos no detectar pero que le restan valor a este producto tan noble.