La pandemia de Covid-19 ha generado varios cambios en la vida de las personas. Esta realidad es la que quiso analizar el Instituto de Estudios para la familia de la Universidad San Sebastián mediante la investigación “Tiempos de pandemia: una mirada a la familia chilena”, una encuesta digital abierta en la que participaron 1.787 personas a lo largo del país, todas mayores de 18 años.
La encuesta, que fue distribuida y difundida entre el 11 de septiembre al 4 de octubre, reveló la percepción que tienen los chilenos respecto de su estado de salud mental y la necesidad de apoyo espiritual durante este tiempo de crisis sanitaria.
Un dato que llamó la atención de los investigadores es que el 51% de los encuestados reconoce que necesita que necesitará a futuro atenciones en salud mental o consejerías, mientras que el 35% considera que necesitarán apoyo espiritual o de comunidades religiosas.
Mauricio Echeverría, director Instituto de Estudios para la Familia, U. San Sebastián, señala que esperaban que este porcentaje fuera alto, pero no en este nivel. “Cuando preguntábamos en qué ayuda se han apoyado para llevar adelante la pandemia, pocos dijeron apoyo institucionales, un 29% lo mencionó, la mayoría se apoya en la familia”.
A juicio de Klaus Droste, decano de la Facultad de Psicología de esta institución, explica que ese 51% es una percepción personal y no implica necesariamente que en realidad, todos ellos requieran esa atención o que ese porcentaje de la población llegue a la consulta de algún psicólogo, podría no concretarse.
En todo caso, reconoce que las consultas pero no el tiempo de atención. En otras palabras, más personas están consultando con psicólogos, pero son unas pocas sesiones, no es una psicoterapia. “Entienden que todo lo que están sintiendo es normal, entonces no están en muchas sesiones, es un proceso más corto porque, en general, no es problema tan profundo que tengan instalado, es más bien la falta de experiencia en situaciones como las que estamos viviendo”, indica.
Respecto de cómo saber si se requiere o no atención del tipo psicológica, Droste dice que los primeros signos son el nivel de ansiedad, momentos de angustia y de poca seguridad respecto del futuro. “Cuando estas en el presente y te proyectas en el futuro y se te nubla la razón, o te sientes débil o frustrado frente a eso” es una señala de que se requiere ayuda.
Consultados por la forma en la que han enfrentado la pandemia y el aislamiento, se observa una predominancia de una búsqueda de apoyo en los círculos cercanos de los sujetos y en el ámbito espiritual, más que en instituciones ajenas al ámbito personal y privado de los encuestados. El 51% declara compartir las dificultades con sus parientes, otro señalan buscar estímulo y apoyo en amigos, otro 51% menciona que lo sobrelleva participando en actividades de iglesia o culto y el 78% dice que teniendo fe en Dios.
“Cuando no hay una respuesta humana en qué apoyarse, es común que las personas busquen en su lado espiritual, el sentido de trascendencia aflora y esa es una de las razones por las que las personas se apoyan en Dios, por ejemplo", dice Droste.
Cambios de rutinas
Otros aspecto que reveló este estudio fue los cambios de rutina de las personas durante el encierro. La mayoría señala que los horarios de levantarse y acostarse se han atrasado y que los horarios de almuerzo y cena no han presentado modificaciones durante la cuarentena. El 44% se levanta más tarde y el 48% se acuesta más tarde.
Respecto a los horarios de baño, no se observa un consenso claro, mientras un porcentaje importante de los encuestados identifica que sus horarios de comida se han modificado durante el periodo de aislamiento social.
Las actividades de esparcimiento y diálogo durante el periodo de aislamiento social también cambiaron. Actividades como dialogar sobre temas de interés común o compartir comidas en familia, son realizadas de manera frecuente por los encuestados. Sin embargo, actividades como hacer ejercicio juntos, jugar juntos y realizar actividades de esparcimiento como bailar, cantar, entre otros, se han llevado a cabo pocas o nulas veces.
Las relaciones interpersonales también se analizaron. En general, las percepciones son positivas. Los encuestados señalan estar de acuerdo con frases como “Me he esforzado por influir positivamente en las personas con las que convivo” (88%), y “Siento que he podido crear con facilidad un clima agradable con los adultos mayores (75%) y con los niños, niñas y adolescentes (79%)”. Sin embargo, se han sentido más irritables (59%). La gran mayoría muestra un desacuerdo con la idea de no preocuparse por lo que ocurre con las personas con las que han convivido durante la etapa de aislamiento social (82%).
Un alto porcentaje de los encuestados considera que la convivencia en el hogar, durante el aislamiento social, ha modificado en alguna medida las relaciones. La mayoría señala que estas relaciones familiares podrían verse fortalecidas (57%), mientras que una proporción menor de encuestados considera que podrían verse deterioradas (16%). El 42% de los encuestados se encuentran casados (42%) y han convivido con sus parejas durante el periodo de aislamiento social mientras que un 30% señala no estar casado/a ni en pareja.
En otras materias, tres de cada cuatro encuestados creen que los niños, niñas y adolescentes necesitaran un apoyo extra en los estudios tras la pandemia y que señalan que han podido crear con facilidad un clima agradables con los adultos mayores y niños, niñas y adolescentes que viven en el hogar. Incluso, el 57% cree que las relaciones entre los integrantes de la familia se habrían visto fortalecidas durante la pandemia.
“Creíamos que el desgaste emocional mental, iría por el lado de las relaciones personales, pero lo que más explica el estado de salud mental fue el sentirse sobrepasado por las tareas domesticas y escolares. No se sienten capaces de abordar las tares de los niños, eso es un factor de estrés. Se dan cuenta de que no pueden solos, necesitan profesores, compensar ese déficit”, dice Echeverría.