Vivimos una pandemia que parece interminable. Cuando ya pensábamos que estábamos saliendo del confinamiento aparecen nuevas amenazas (nuevas variantes), que indican que el túnel es más largo de lo que esperábamos. Junto a la pandemia, la emergencia climática no da signos de aplacar: el planeta se calienta como nunca, volviendo cada día más urgente la necesidad de cambiar la forma en que vivimos.
La pandemia ha generado algunos cambios que han afectado nuestras ciudades y sobre todo su movilidad, como el teletrabajo, el mayor uso de la bici y el cierre de algunas calles para dar espacio a deportistas, restaurantes y personas a la espera de acceder a algún servicio. Sin embargo, en Chile estos cambios han involucrado solo una minoría de personas y ciudades.
La necesidad de cambiar la forma en que vivimos es cada día más evidente, sobre todo frente a la emergencia climática que vive el planeta y nuestro país. Cambiar la forma en que nos movemos es fundamental, considerando que el transporte es responsable del 24% de las emisiones contaminantes a nivel global. Pero la pandemia ha traído también efectos negativos: el uso del automóvil ha aumentado en Santiago y en regiones, y con ello la venta de vehículos nuevos, que ha vuelto a los niveles pre-pandemia (alrededor de 100.000 autos se venden cada año en Chile), mientras que la venta de motocicletas ha crecido un 60% respecto a años pasados.
La Política Nacional de Desarrollo Urbano de 2014 indica que debemos priorizar a peatones, ciclistas y el transporte público (en este orden), por sobre los usuarios del automóvil particular, promoviendo alternativas a este último mediante una mayor asignación de recursos y una distribución del espacio vial más justa. Para hacerlo, es necesario revertir décadas de privilegios del automóvil particular, el modo más contaminante de todos, en términos de recursos y espacio vial. La reciente elección de gobernadores regionales parece ser un esperanzador paso para romper esta tendencia, si pensamos en la importancia que ocupa en sus programas una visión más sustentable del territorio y de los sistemas de transporte.
Lamentablemente, este paso hacia adelante, viene acompañado de dos pasos hacia atrás. La Cámara de Diputados está discutiendo la posibilidad de reducir el impuesto específico a los combustibles, bajo la premisa de beneficiar a la “clase media”. Una medida que, en la práctica, beneficia a los sectores más acomodados, que se mueven mayoritariamente en auto. En paralelo, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo está planteando la posibilidad de construir ciclovías en las ya angostas veredas, en un claro retroceso respecto de la celebrada Ley de Convivencia Vial de 2018, que señalaba que éstas debían ser construidas en calles. Estos son dos ejemplos de incoherencias urbanas entre lo que se dice (promover una movilidad sustentable), y lo que se hace (promover ciudades más dependientes del automóvil), en las distintas instituciones de la república.
Una agenda urbana sustentable, que haga frente en serio a la emergencia climática que estamos viviendo, no puede permitirse estas incoherencias. Los medios sustentables deben ser promovidos con cambios normativos, con recursos, con planes y con espacio vial, decidido por el poder político en su conjunto. La emergencia climática esta acá, con nosotros, junto a esta inacabable pandemia. Hagamos de lo segundo una oportunidad para hacer frente a lo primero.
*Rodrigo Mora, Facultad de Arquitectura y Urbanismo Universidad de Chile
*Giovanni Vecchio, Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales, Pontificia Universidad Católica Centro de Desarrollo Urbano Sustentable