La PSU y los estudiantes del limbo (2ª parte)

Imagen-PSU-Insuco_-25

Nuestro modo de pensar determina en gran medida si alcanzaremos nuestros objetivos y disfrutaremos de la vida, e incluso si sobreviviremos (Aaron Beck).


Pasan las semanas y el futuro de miles de jóvenes navega por extrañas aguas. En consulta, la percepción de varios es que lo peor ya pasó. Cumplieron con lo más importante, pero aún así están alertas a posibles réplicas o sorpresas que anulen el proceso.

A modo de ejemplo, un cliente me comentó esta semana, con cierta ironía, que tal vez lo mejor era haberse tomado -como los protagonistas de algunas de mis columnas- un año sabático, pues en una de esas, las clases van a comenzar en marzo… del 2021.

Absorbo el golpe y sonrío con cierta complicidad, pues el cliente que me habla ha tomado difíciles decisiones en los últimos años. Decisiones que lo llevaron a optar por una carrera y a renunciar a ella en el primer semestre para preparar la PSU en el segundo. Lo hizo contra todas las recomendaciones de sus padres, hermanos y amigos y ahora, pese a que sostiene que no quería seguir en esa universidad ni en esa carrera, lamenta haber quedado en el limbo.

"Siento que estoy en la nada misma. Sin colegio, sin carrera, sin universidad. El semestre pasado me costó mucho armarme una estructura de estudio contigo y con el preuniversitario. Era mi base, pero ahora que se acabó el preuniversitario y se acaba nuestro trabajo, siento que me voy a ir a la cresta si no me dan pronto un resultado. ¿Cachai que llevo más de un año sin buenos resultados? Creo que la última vez que una nota me hizo feliz fue en cuarto medio. Parece un siglo atrás".

Tiene toda la razón mi cliente, pues es muy duro vivir, por meses, sin resultados, sin notas, sin feedbacks ni comentarios sobre tu desempeño. Es durísimo, sobretodo cuando miras hacia el lado, y ves que otros están metidos en sus propias carreras.

Inevitablemente… el pasto del lado… se ve más verde…

Con esto en mente, retomo el caso de Vicente, alumno que por fuerza mayor y por inercia, se perdió dos veces la PSU. La primera porque sus padres lo internaron -creyendo que coqueteaba con la muerte- y la segunda porque ya estaba totalmente desconectado del mundo exterior.

"Todavía no logro comprender cómo se me pudo pasar la PSU. Lo único que te puedo decir es que debo haber estado muy mal. No hacía nada y supongo que en uno de esos tantos momentos de profundo aburrimiento, me puse a hojear una revista del velador de mi viejo. Y ahí leí la palabra coaching y me llamó la atención. Supongo que me sonaba por el tenis y aunque no entendí mucho, el artículo me dejó pensando en que habían CEO y personas profundamente desequilibradas que lograban el éxito".

Para mi sorpresa, el artículo del que Vicente hablaba era una entrevista que la Harvard Bussiness Review le había hecho al coach Manfred Kets de Vries. Yo también la había leído con entusiasmo tiempo atrás, pues en ella de Vries da a entender que las patologías mentales no solo no impiden a los líderes acceder a la cúspide de las principales multinacionales, sino que muchas veces gracias a ellas, se llega a lo más alto.

"Después de leer el artículo le pregunté a mi viejo si cachaba el coaching. Me miró extrañado y me dijo que sí, que en el banco había tenido un coach. Cuando le pregunté si le había ayudado me dijo que no mucho, pero que estaba de moda y a todos en el banco les gustaba tener un coach. Después le pregunté a mi vieja y me dijo que su jefa tenía un coach. ¿Le sirve? Bueno… me dijo… está menos insoportable…".

Tras estas conversaciones Vicente se puso a googlear sobre coaching y dio con un artículo donde describían el acompañamiento a personas que preparaban su examen de grado. Así, después de dos años de encierro, pantallas y peleas, decidió probar suerte en el mundo exterior y llamar a un coach.

"La verdad es que si lo pienso ahora, no era tan inconsciente. Por dentro estaba muerto de miedo de salir de la casa, de entrar a la universidad y de no podérmela. El colegio me dejó mal y la vida con mis viejos sigue siendo una pesadilla. Si no fuera porque trabajan casi todo el día y porque me encierro en las noches, mi vida sería un infierno. ¿Cachai lo que es vivir con cinco cabros chicos? Tengo hermanos que van al jardín, otros que van al colegio y salvo mi nana, ningún adulto que esté con ellos. A mí no me pueden webear porque mis viejos hacen lo mismo. Llegan comen y se encierran. Por eso las nanas no llegan nunca al año. Es una locura y aunque a veces hay dos nanas, hay momentos en que las dos faltan o renuncian y ahí queda la cagada. Mis abuelos, que antes nos ayudaban un poco, ya tiraron la toalla, pues mis viejos aparte de no hacerse cargo de nada, se pelean entre ellos. Son puros dramas y mis abuelos ya se aburrieron. Nadie los aguanta y hasta leer ese artículo, no veía salida".

Escuchar a Vicente me dejó profundamente abrumado. ¿Por dónde empezar? Mentalmente pensé en cómo ayudarlo a corto plazo, a mediano plazo y a largo plazo. Necesitaba co-crear una estructura de trabajo y una red de apoyo.

"Voy a hablar con mi abuela, tal vez sea buena idea ir a su casa, pasar más tiempo allá. Y ya me inscribí en el gimnasio y tengo ganas de ir al nutricionista. No puedo seguir así y ya caché que después de dos años encerrado y empastillado, sino me pongo las pilas, no va a cambiar nada. Igual me atormentan las preguntas. ¿Podré dejar las pastillas? ¿Me inscribo a un preuniversitario o será mejor un profesor particular? ¿Seré capaz de sobrevivir en la universidad? ¿Tendré amigos? ¿Podré pololear? Nunca he tenido polola, hace dos años que no estudio, que no veo a ningún amigo, que no salgo de la casa, y no sé por dónde empezar".

Después de una larga sesión, convenimos que teníamos que enfocarnos en la PSU y en su salud y le dejé algunas tareas y pasos a seguir para avanzar entre las sesiones. Para mi sorpresa, pese a lo abrumado que yo estaba por la cantidad de trabajo que se le venía encima a Vicente, lo vi entusiasmado.

"Sí, me motiva estudiar para la PSU. Quiero entrar a comercial y quiero estudiar en la universidad que te mencioné, porque me tiene que ir muy bien para irme lo antes posible de la casa de mis viejos. Tengo que emprender y cortar con este webeo de no estresarme ni de ponerme presiones, pues si seguía así me iba a petrificar en la silla del computador. Y aunque quiero que pase todo ahora, lo bueno de haber perdido tanto tiempo sin hacer nada, es que dar un par de pasos se siente muy bien. Ahora se me ocurren ideas y lo primero que quiero hacer es pedirles un presupuesto a mis viejos para empezar a ir al supermercado. Necesito comer bien, pues no puedo seguir pesando más de 100 kilos".

Con tareas concretas, Vicente se levantó y me dijo que me iba a ir contando de sus avances y que iba a aprovechar de pasar ahora a la casa de su abuela, algo que nunca había hecho por su cuenta. Y así, contra todo pronóstico, mi cliente se fue profundamente motivado con el cambio.

Tras cerrar la puerta, me eché en el sofá y pese a lo cansado que estaba, recuerdo haber sonreído al pensar en la increíble capacidad de Vicente de orientarse al cambio. Hoy, años después, sigo confiando en que muchos adolescentes, tras estos turbulentos meses, se pondrán a estudiar para acercarse a sus objetivos de mediano y largo plazo, pues como dice el hipnoterapeuta Milton Erickson, "toda persona posee dentro suyo los recursos para resolver su propia historia".

Continuará…

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.