El espectro visible de la luz solar se puede descomponer en distintos tipos de radiaciones, uno de ellos es la denominada luz azul-violeta, normalmente simplificada como luz azul, la cual también posee diversas fuentes artificiales, como son las pantallas de una variedad de dispositivos electrónicos y las luces LED. Pese a que a algunos tipos de radiaciones pueden producir beneficios sobre la salud, este tipo puntual ha sido estudiado principalmente por sus potenciales efectos perjudiciales.
La particularidad de este tipo de luz radica en su capacidad de penetrar a capas profundas de la piel, asociándose a daño cutáneo, problemas visuales e incluso alteraciones en el ritmo circadiano, producto de su intensidad. Aunque el organismo humano progresivamente ha desarrollado mecanismos para disminuir el daño por la exposición natural, estos hoy en día se ven sobrepasados por la introducción al estilo de vida de una exposición excesiva a sus fuentes artificiales, cambio tan acelerado que excede la capacidad del organismo para adaptarse al estímulo agresor, siendo necesario conocer las consecuencias que puede tener sobre nuestra salud y establecer métodos para prevenir o controlar posibles daños.
A nivel de la piel, se pueden observar problemas producto del estrés oxidativo, alteraciones en el estado de hidratación de la piel y en su integridad, determinándose mayor pigmentación y envejecimiento. A nivel ocular, se pueden generar desde cuadros de fatiga visual hasta acelerar procesos degenerativos de la visión normalmente asociados a la edad. Finalmente, pero no menos importante, este tipo de radiación puede desregular la producción de hormonas que favorecen la inducción del sueño y su mantención, lo que puede causar diversos trastornos a corto y largo plazo.
Si bien la solución concreta reside en regular los tiempos de exposición, cuando ello no es posible se deben hacer los esfuerzos por mantener hábitos que disminuyan los potenciales daños. Será importante realizar pausas y ejercicios orientados a disminuir el stress ocular, mientras que una alimentación saludable puede dar lugar a un adecuado suministro de antioxidantes y una hidratación adecuada de la piel. Se recomienda también limitar la exposición en periodos cercanos a la hora de dormir. Por otro lado, existen productos que pueden combatir la sequedad ocular o de la piel, incluyendo dermocosméticos específicamente diseñados para combatir los efectos de la luz azul y lentes con filtros que permiten bloquearla parcialmente, aunque su uso se debe ajustar a las necesidades individuales de cada paciente.
*Químico Farmacéutico, Magister internacional en Toxicología. Académico Escuela de Medicina Universidad de Magallanes