No se hace en un punto verde, como se podría inferir. El reciclaje de artículos electrónicos de gran volumen, como lavadoras o refrigeradores, tiene un proceso que escapa de todo lo preconcebido. Un viejo refrigerador, por ejemplo, se convierte en fierros para construcción, o combustible para mineras.
Es difícil trasladar este tipo de aparatos. ¿La razón? Su peso puede llegar a sobrepasar los 100 kilos. También es complejo desarmarlo con herramientas que se encuentran en el hogar por lo que es necesario que especialistas realicen esta tarea. Es por eso que iniciativas como Recicambio, buscan reducir la cantidad de desechos, y darle una segunda vida a los objetos que fueron considerados como basura para algunas personas.
Según una proyección del informe Perspectiva de la Gestión de Residuos en América Latina y el Caribe de Naciones Unidas, Chile es el país que más basura electrónica produce en el continente. Cada persona habitante en el país generaría al menos 11 kilos anuales, dejando atrás a países como México y Brasil.
Recicambio, una campaña que organizó París y el centro de reciclaje Degraf, buscan facilitar el proceso de reutilización de la basura electrónica. "Apostamos a generar conciencia sobre la reutilización de nuestros desechos, para evitar un daño irreparable al medioambiente", afirma Camila Claps, subgerente de Sostenibilidad de París.
La alianza permite que las personas que contraten el servicio, se les retire el electrodoméstico viejo al domicilio cuando compren uno nuevo. Posteriormente, estos artículos en desuso son llevados para su desarme.
La gerenta general de Degraf, Gabriela Pérez, explica el proceso que sigue cuando ingresa cada artículo electrónico para reciclar. En la planta, 51 trabajadores se dedican a desarmar y clasificar los subproductos por el tipo de material. Una vez hecho eso, estos artículos son prensados y enviados a otros centros que reciben este material. Ahí es cuando se les da nueva vida. Alrededor de 200 toneladas de desechos son preparados para su reciclaje.
"Conseguimos 29% plástico, 27% espuma, 22% lata, 14% motor y 8% de otros materiales, como vidrio, aluminio y aceite. El más voluminoso de todos es la lata, que para poder transportarla, pasa por un proceso de compactación para reducir considerablemente su volumen", explica Gabriela Pérez. Mientras que resto de desechos no metálicos se destinan a ser materia prima para combustibles o son almacenados en rellenos sanitarios.
En la planta de acero sustentable, Gerdau AZA, estos productos llegan listos para ser triturados y fundidos en los hornos que arden a más de 1200 grados. Los metales son convertidos en barras de acero, utilizadas para estructuras, que se comercializarán en el rubro de la construcción. Montañas de chatarra y metales de toda índole renacen como artículos que tendrán un nuevo uso. Que tendrán una segunda vida.