Se desconoce su verdadero origen, pero todo indica que comenzó en Estados Unidos. En la década del 30′, el periodista Eugene “Gene” Howe instauró el Día Nacional de las Suegras para disculparse con la madre de su señora, Nellie Donald, luego de haber herido sus sentimientos en una de sus famosas columnas de opinión. Tanto fue el arrepentimiento, que incluso organizó un desfile con 650 suegras en 1938, trasladas en el “carro alegórico más grande del mundo”, según la descripción de la Asociación de Historia del Estado de Texas (TSHA).
Más tarde, en los años 70, la Sociedad de Floristas de Estados Unidos (SAF) tomó la decisión de establecer esta celebración el último domingo de octubre. En los últimos años, la tradición ha cobrado relevancia en distintos lugares del mundo, incluyendo América Latina. En Argentina, particularmente, se popularizó el 26 de octubre, fecha en que las redes se inundan de mensajes, memes y hasta bromas sobre esta importante figura al interior de la familia.
En Chile, esta conmemoración es nueva, y más allá de cualquier reacción espontánea que puedan tener las redes sociales, desde el punto de vista sociológico, parece ser un buen instante para reflexionar acerca de cómo han cambiado las familias chilenas durante las últimas décadas, y en especial, revisar qué efectos dejó la pandemia en el rol de las suegras al interior de ellas, considerando que las restricciones provocaron verdaderas mutaciones en el comportamiento humano.
El encierro, por ejemplo, obligó a que las familias chilenas tuvieran que adaptar rápidamente sus rutinas a las nuevas situaciones, provocando estados emocionales alterados, pero también mostrando una fuerte resiliencia. En este sentido, es posible señalar que los vínculos afectivos operan dentro de un sistema familiar que se refuerza mutuamente, por lo tanto, el bienestar como el estrés y la perturbación afectan al resto.
Por este motivo -y para llevarlo a la práctica- el comportamiento de una suegra por supuesto tendrá repercusiones en la dinámica de las relaciones entre los integrantes de la casa, por ejemplo, al hacer un comentario, emitir una opinión o aportar en la toma de decisiones.
Y en este punto es importante recalcar el origen de la palabra: “suegra” proviene del latín socrus, que significa madre del marido o señora, madre política. Finalmente, la suegra por su naturaleza es madre y en nuestra cultura, la figura materna siempre se ha caracterizado por ser el pilar de la familia. De ahí la autoridad o jerarquía social que se ha construido en torno a la figura, y que tendrá una valoración positiva o negativa, dependiendo del entorno o las circunstancias del núcleo familiar.
Desde el contexto social -si vemos algunas consecuencias económicas de la pandemia- muchas personas se vieron en la necesidad de regresar con la pareja a la casa de sus padres, o también recibirlos en su hogar. Y, por lo tanto, de la noche a la mañana mujeres y hombres se encontraron viviendo con sus suegras.
¿La experiencia? Depende de cada uno, pero la psicología dice que los sistemas familiares psicoemocionalmente vulnerables, ante situaciones de estrés, presentarían un claro riesgo de mayores dificultades psicológicas y de ajuste. Así lo han planteado autores como Pride, Wade y Browne, quienes se dedicaron a estudiar los efectos de la pandemia al interior de las familias.
A casi tres años de la llegada del Covid-19, se hace necesario analizar cómo ha variado el clima familiar en que nuestras emociones se entrelazan con sus integrantes -incluidas las suegras- para avanzar como sociedad en una dinámica que proponga ser conscientes de ellas, comprenderlas, valorarlas y aceptarlas, lo que sin duda favorecerá nuestro bienestar, y por qué no mencionarlo, mejorar nuestra salud mental.
Y tú, ¿cómo te llevas con tu suegra?
*Académico de la Universidad del Alba
Magíster en Psicología Social