Chile tiene una costa caracterizada por unos procesos de transformación urbanos y sociales muy rápidos, potenciados por el modelo económico extractivista que tenemos y que se caracteriza por utilizar muchos componentes de nuestros recursos que están en los ecosistemas marino costeros, como materia prima. Estos procesos de transformación han quitado capital natural y cultural a nuestra costa.
Las playas, campos dunares y humedales guardan vestigios de asentamientos humanos, por lo tanto, existe mucha riqueza cultural y patrimonio paleontológico y arqueológico. No es raro ver que cada vez que se rellena un humedal aflora este patrimonio cultural y pasa desapercibido cuando se ocupan espacios del ecosistema costero, que deberían tener una protección mucho más rigurosa.
Estamos perdiendo de manera muy rápida un capital natural presente en nuestra larga costa, generando con ello una afectación por degradación, debido principalmente al crecimiento urbano y urbanización descontrolada de la zona costera. Esta degradación de la costa, nos hace aumentar nuestra exposición a las amenazas naturales y eventos extremos, detonando por ejemplo la erosión costera que hasta hace 10 años no estaba incluida como amenaza. Estamos por lo tanto construyendo más riesgo de desastres.
En los últimos cinco años hemos visto grandes cambios en el paisaje costero y aumento de los eventos climáticos extremos como las marejadas e inundaciones –sumado a otras amenazas que de alguna otra manera afectan la costa como los terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas y aluviones– que están causando daño a la vida humana, a los ecosistemas y en la infraestructura costera.
En efecto, Chile cuenta en los últimos años con 13 procesos de reconstrucción asociado a distintas amenazas, muchos en la costa, que pudieron ser una oportunidad de reconstruir en torno a la resiliencia y adaptación al cambio climático, sin embargo, aún no vamos por ese camino. Hablamos de un momento histórico donde el cambio climático no ha dado tregua y las investigaciones hablan de un aumento del nivel del mar en los próximos 15 años, de marejadas más frecuentes e intensas, además, de las incidencia de amenazas naturales ya recurrentes.
La ocupación sobre ecosistemas valiosos sobre la costa en nuestro país, es crítica y necesitamos un cambio urgente. La oferta inmobiliaria utiliza de manera agresiva estos ecosistemas, aunque esa ocupación es regulada en Chile a través de instrumentos de planificación territorial, sin embargo, el crecimiento de las áreas urbanas expone a mucha más gente a las amenazas de origen natural.
Este tipo de construcciones realizadas sobre ecosistemas costeros genera áreas de riesgo, pero también degradación y pérdida de capital natural. De acuerdo a nuestras investigaciones –que abarca 70 playas de Arica a Chiloé– el 86% del total de las playas estudiadas están con un estado de erosión importante, retrocediendo 1,5 metros por año.
Las playas están efectivamente retrocediendo y el paisaje costero está cambiando, eso se explica principalmente en la forma de urbanizar en las cuencas costeras, donde hemos ido obstruyendo el aporte de sedimentos que alimentan estas playas y, a la vez, utilizando el agua de manera irracional con la captación del sistema de drenaje de estas cuencas. Estas formas de urbanización reguladas hoy en día están en crisis. A esto se suma la contaminación de la costa en sus diversas formas.
A la luz de esta evidencia científica hemos ido aportando documentos –policy paper– para construir una discusión en torno a nuevos instrumentos de gestión costera y normativos, con las comunidades, los parlamentarios y el mundo científico, para que colaborativamente logremos la transformación sostenible de la zona costera en Chile. Necesitamos sumar saberes que nos permitan replantearnos nuestra relación con los ecosistemas, y comenzar a considerar la naturaleza como recursos bioculturales, antes de que sea demasiado tarde.
Por eso desde el Observatorio de la Costa que reúne a las comunidades costeras, centros de investigación, fundaciones y ONG sin fines de lucro, estamos impulsando un anteproyecto de ley –que en los próximos meses daremos a conocer y socializar– sobre una Ley de Costas para Chile. Debemos conversar y actuar para una transformación sostenible que conduzca a una nueva gobernanza costera pensada para las comunidades, la protección de su patrimonio natural y cultural, y que reconozca su carácter público y los bienes de uso público que guarda, su uso ancestral y recursos bio-culturales.
Pero también necesitamos una ley que proteja la zona costera en su concepción científica y no solo el borde costero como lo considera la normativa chilena actual, que deja fuera la posibilidad proteger ecosistema marino-costeros desde una visión sistémica y socioecológica, tan necesaria para la sobrevivencia de las futuras generaciones. Hoy tenemos suficiente evidencia científica para actuar y trabajar juntos por un cambio.
* Investigadora principal CIGIDEN, directora del Observatorio de la Costa