Así dice la famosa canción de Rubén Blades. Y con razón, pues la vida nos sorprende una y otra vez. Si bien no tenemos una definición completamente clara de lo que es o no es vida, hemos encontrado seres vivos que constantemente nos sacan de lo intuitivo.

Pero vamos por parte. Los extremófilos son aquellos seres que habitan en condiciones “extremas”, es decir, alejados de condiciones humanamente soportables. Uno de ellos es el tardígrado u osito del agua, un ser de no más de 1,5 milímetros, que habita desde altas cumbres del Himalaya hasta los abismos oceánicos. Este pequeño invertebrado tolera un rango de presiones enorme y sobrevive a temperaturas desde -270 ֯C hasta 150 ֯C, a la deshidratación por 10 años y radiaciones letales para el común de la vida. No por nada, estos seres son estudiados en la Estación Espacial Internacional (EEI).

Otro asombroso ejemplo de extremófilo es un tipo de nemátodo, conocidos como gusanos redondos, que fueron encontrados congelados en un permafrost (o capa permanente congelada de suelo) del Ártico formado en la edad geológica del Pleistoceno. El hielo en el que se encontraban estos no tan viles gusanos, data de hace 42.000 años. Para sorpresa del equipo científico, cuando descongelaron los especímenes, estos empezaron a moverse y alimentarse, siendo de las pocas evidencias de criopreservación de un ser multicelular.

Ejemplar de rotífero.

El rol de los extremófilos en la astrobiología es fundamental, ya que permiten tener una visión un poco más amplia sobre la vida en el Universo, al igual que los planetas que orbitan una estrella distinta al Sol (exoplanetas). Pensamos que algunos exoplanetas pueden presentar condiciones para albergar vida, llamados potencialmente habitables. Por cierto, la definición anterior nada tiene que ver con planetas habitados.

Curiosamente, el descubrimiento del primer exoplaneta fue una gran sorpresa para la comunidad científica. 51 Pegasi b, el primer exoplaneta detectado, rompió con lo establecido de lo que sabíamos sobre cómo se forman y evolucionan los planetas. Al respecto, cabe señalar que basados únicamente en el Sistema Solar, planteamos que los planetas gigantes gaseosos como Júpiter debieran situarse a grandes distancias de la estrella, mientras que los planetas rocosos relativamente más cerca. Sin embargo, este exoplaneta resultó ser un gigante gaseoso orbitando muy cerca de su estrella, mucho más cerca que la distancia Mercurio-Sol, rompiendo así todos los esquemas. Inventamos un poco original nombre para los planetas similares a 51 Pegasi b, los Júpiter-caliente, al mismo tiempo que repensamos los modelos que describen la evolución planetaria.

A medida que íbamos descubriendo exoplanetas, siguieron sorprendiéndonos en el sentido de la gran diversidad de estos. Para algunos no tenemos un análogo en el Sistema Solar, como las super-Tierras, planetas rocosos de incluso el doble del tamaño del planeta que habitamos. Más aún, los instrumentos y el desarrollo de nuevas técnicas permitieron desvelar las atmósferas de los exoplanetas más grandes. Nuevamente, sorpresivo fue descubrir un exoplaneta en cuya atmósfera llueve hierro.

Ilustración de Wasp-76b, el exoplaneta donde llueve hierro. Imagen: ESO

Las sorpresas anteriores no tienen nada de malo, al contrario, así es como avanza la ciencia. En el método científico los modelos válidos son aquellos que se construyen en base a evidencias, de lo contrario deben adaptarse o plantearse unos alternativos. De esta forma, menos sorpresivos se hacen los descubrimientos de una determinada línea de investigación cuanto mayor cantidad de evidencias. En ausencia total de evidencias, se pueden dar los descubrimientos “por casualidad” de las circunstancias, que por la naturaleza humana cuesta identificarlos y son bien pocos.

Cuando buscamos vida en exoplanetas lo que hacemos es buscar los rastros que esta va dejando, los llamados biomarcadores. La vida interactúa permanentemente con su entorno, tanto que es capaz de modificar la atmósfera entera de un planeta. No es simple buscar vida más allá de la Tierra, porque tenemos la detallada tarea de discernir entre las huellas de procesos biológicos, y otros procesos naturales, como por ejemplo geológicos. A menos que se descubra que hubo vida en Marte, la única y sola evidencia de vida que conocemos es la que se da en la Tierra.

Si sorpresas nos da la vida, ¿nos dará la vida una sorpresa si es que la descubrimos más allá de la Tierra?

*Académicos Universidad Católica de la Santísima Concepción, colaboradores Fundación Chilena de Astronomía