El lado oscuro de la más famosa defensora de gorilas
Dian Fossey se hizo conocida mundialmente por la defensa que hizo de estos animales en Ruanda. La película "Gorilas en la niebla" contó parte de su vida y ahora una nueva biografía habla acerca de la vehemencia e incluso agresividad con que los defendía.
La primatóloga estadounidense Dian Fossey se convirtió en "icono popular" y "heroína del conservacionismo" tras su asesinato, pero "mucha gente desconoce su carácter tenaz y sufridor", así como su lado oscuro, explicó a EFE el periodista español Pedro Cáceres, autor de una nueva biografía sobre ella.
En su libro "Dian Fossey" (El País), este periodista ambiental y director del diario digital "El Ágora" se adentra en la vida de esta investigadora famosa por sus estudios pioneros sobre gorilas y cuyo asesinato en 1985 "la encumbró como una mártir" al pagar con su vida "su compromiso personal con la fauna".
Cáceres recuerda que esta zoóloga estadounidense murió "a machetazos" en su cabaña en Ruanda y, aunque a día de hoy todavía no han sido aclaradas las circunstancias de su muerte, "sí que sabemos que la misma tenacidad que le permitió salvar a los gorilas de los furtivos le ganó muchas enemistades" en el país africano.
Su historia de "admiración y cariño" hacia los gorilas comenzó cuando con 30 años dejó su trabajo como enfermera en Estados Unidos para viajar a África e iniciar una nueva carrera "en un país convulso, marcado por la explotación de los recursos".
A pesar de no tener formación científica, el antropólogo británico Louis Leakey confió en ella para las labores de observación e investigación de gorilas porque "prefería a alguien que se saliera de los patrones académicos", apunta el autor.
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Dian Fossey. FOTO Wikipedia[/caption]
Leakey actuó igual con su compatriota Jane Goodall, a quien encomendó el estudio de chimpancés, y con la canadiense Biruté Galdikas, para que trabajara con los orangutanes.
Así, Fossey vivió durante dos decenios rodeada de estos grandes simios y se convirtió en su principal defensora al comprender que "no eran monstruos agresivos como King Kong, sino herbívoros tranquilos y familiares".
Llegó a crear lazos emocionales a nivel personal hasta el punto de que sus labores de conservación "no estaban dirigidas tanto a proteger una especie sino a salvar a sus seres queridos, a los que les había puesto nombre y de los que conocía su carácter y su historia", precisa Cáceres.
Esta defensa a ultranza de los gorilas le indujo a asumir posturas extremas, en las que llegó a "azotar a los furtivos, quemar sus casas y secuestrar a sus hijos", además de enfrentarse "a las organizaciones internacionales y pedir a los investigadores que se desplazaban a visitarla que se olvidaran de la ciencia, cogieran armas y se dedicaran a patrullar o a buscar furtivos".
Incluso llegaba a "matar a tiros a las vacas que invadían el Parque Nacional de los Volcanes", hábitat de sus gorilas, e irrumpían en el territorio de los animales "que se habían convertido en su única prioridad", precisa el autor de la biografía.
En sus escritos, abogaba por una "conservación activa" que incluyera patrullas de vigilantes y persecución de furtivos, porque "sólo hace falta una trampa de alambre para matar a un gorila" y "no hay educación suficiente para detener la carnicería" de estos simios.
Su forma de actuar, propia de su "temperamento visceral", le granjeó numerosas críticas y fue calificada por sus detractores como "fanática, violenta, depresiva, colérica, loca, colonialista y racista".
Sin embargo, la imagen que ha prevalecido entre los seguidores de su trabajo fue la de "mujer tenaz, que mantuvo sus principios hasta el final" para evitar que el espacio natural de los gorilas "fuera arrasado".
A su juicio, el estudio de la mujer detrás del mito demuestra que se trata de una "figura compleja" a la que la vida castigó con golpes duros que "afectaron la forma en la que veía a sus semejantes", como cuando un furtivo mató a su gorila favorito, Digit, algo que "la destrozó por completo".
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