El reciente informe del Índice de Preparación en Red (NRI, por sus siglas en inglés) del Foro Económico Mundial –que mide la propensión de los países para aprovechar las oportunidades que ofrecen las tecnologías de información y comunicación– ubica a Chile en el puesto 50 a nivel mundial. Se trata de uno de los más atrasados entre los de ingreso alto y queda fuera del “podio” a nivel de “las Américas”, por debajo de Uruguay.

El documento define métricas clave para precisar qué tan rápido, cuánto y cuán lejos podemos avanzar en esta transformación digital, en un contexto que los autores denominan como “una nueva fase para la humanidad”: el escenario post Covid-19. Durante el último año, la penetración de Internet en los hogares creció a tasas históricas: un millón de nuevos usuarios cada día. Esto significa que el 59% de la población global está conectada.

El Índice proyecta que la disrupción digital será la nueva normalidad y que la comunidad global está abrazando las tecnologías digitales para competir y florecer en un nuevo mundo. Una oportunidad para colaborar y transformar la vida de millones de personas. Desde el ámbito de la salud, vemos en este camino una enorme oportunidad de reducir inequidades.

Para ello, es necesario que todos los actores –sector público, privado, prestadores, la academia, industria e innovadores– actuemos de manera colaborativa y con un sentido estratégico.

Liderado por Suecia y Dinamarca, el ranking establece cuatro áreas: tecnología (acceso, tecnología producida en el país y nuevas plataformas), personas (individuos, empresas y gobierno), gobernanza (regulación, confianza e inclusión) e impactos (influencia en calidad de vida, economía y Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas). Chile se ubica 50 en el ranking general y en tecnología; y es 38 en el apartado “personas”.

¿Qué demuestra esto? Que las plataformas existen y la población tiene el acceso y competencias para usarlas productivamente. Pese a ello, nuestro país es 77 en el ítem de impacto, es decir, estamos muy lejos de otros países han sido capaces de trasladar al mundo real las potencialidades de estas innovaciones.

El sector salud es posiblemente uno de los más atrasados en esta transferencia: carecemos, por ejemplo, de interoperabilidad entre los sistemas de información de los diferentes niveles de atención. Tampoco hemos sido capaces de incorporar herramientas tecnológicas para realizar medicina preventiva a gran escala en la atención primaria, ni de permitir que la información del paciente viaje con él en todo su proceso asistencial. Todo lo anterior podría contribuir a mitigar tantos impactos en la salud de las personas que nos ha dejado la pandemia.

La evidencia respecto a los beneficios del uso de tecnología en ese sector es hoy lo suficientemente reveladora como para no empujar este desafío como una política pública de largo plazo. La OMS, por ejemplo, insta a los Estados a consolidar planes estratégicos que promuevan la infraestructura necesaria para materializar la transformación digital de los sistemas sanitarios.

El Índice de Preparación en Red del Foro Económico Mundial nos muestra un camino a seguir: establece importantes lecciones y alertas en las definiciones estratégicas que el país abordará para esta evolución largamente esperada.

Por un lado, que los países que mejor rendimiento tuvieron en el índice fueron aquellos que avanzaron de manera consistente en las cuatro dimensiones evaluadas (tecnologías, personas, gobernanza e impactos); y que su implementación puede ayudar a reducir inequidades, mejorar el bienestar de los ciudadanos y optimizar la forma en que enfrentamos el cambio climático.

Y por otro, las advertencias: que la educación y la formación de competencias son aspectos críticos para el éxito del proceso; que la confianza y la seguridad de una adecuada gobernanza son bases fundamentales; y que no tomar a tiempo este tren nos puede dejar en un estado de desarrollo menos avanzado del que todos esperamos.

Y es que los países emergentes continúan sin dar ese paso clave en la adopción de las tecnologías, y por eso el ranking NRI continúa siendo dominado por las economías más poderosas del planeta. ¿Queremos seguir estancados o, de una vez por todas, dar un gran salto tecnológico que potencie nuestro nivel de desarrollo y la calidad de vida y bienestar de nuestros ciudadanos? La respuesta, ad portas de una nueva era para la Humanidad, parece demasiado obvia.

*Directora ejecutiva del Centro Nacional en Sistemas de Información en Salud (CENS)