En medio de la pandemia del Covid-19, las residencias para personas mayores se han transformado en todo el mundo en lugares claves. Es en ellas donde se han focalizado los esfuerzos de las autoridades para evitar que se propaguen focos de la enfermedad, como ya pasó en Europa y Estados Unidos, aunque no siempre los resultados han sido buenos, como muestran las cifras en Chile, las que revelaron que casi un cuarto de las muertes por Covid-19 en la Región Metropolitana correspondieron a residentes de estos establecimientos.
Para la médico gerontopsiquiatra Susana González, académica de la Escuela de Psicología y miembro del Centro UC Estudios de Vejez y Envejecimiento - CEVE UC, este escenario de pandemia representó un desafío para el cual los 900 Establecimientos de Larga Estadía para Adultos Mayores (ELEAM) con autorización sanitaria y 250 aproximadamente sin autorización que existen en el país, no estaban preparados. “Nadie estaba preparado para una pandemia, ha sido una ola monstruosa y devastadora por todas las consecuencias que ha traído hasta ahora y las que están por venir. Se sabía que una vez entrado el virus, la diseminación del contagio podía ser extraordinariamente rápida al interior de las residencias debido a la contagiosidad del virus, y que en las personas mayores la letalidad sería alta. Es por ello que SENAMA publicó y distribuyó protocolos de acción a los pocos días de llegado el virus al país. Sin embargo, todos hemos visto lo difícil que ha sido prevenir del todo el riesgo de contagio”, opina González.
Considerando el contexto donde las personas mayores son el grupo de mayor riesgo dentro de la población, ¿cómo deben apoyar en las residencias la salud mental de este grupo?
En esta situación de emergencia sanitaria que enfrentamos, todos y todas estamos sometidas a estímulos generadores de estrés, y potencialmente, de afecciones a la salud mental. Vivimos a diario la amenaza del contagio y tememos por nosotros o por nuestros cercanos, estamos sometidos a una tremenda restricción en el desplazamiento que conlleva cambiar casi todos los hábitos que teníamos antes, las pantallas son el vehículo de comunicación con quienes están más allá de nuestro círculo íntimo, y la situación económica de muchas familias se vuelve cada vez más apremiante.
¿Qué cambios generó la pandemia al respecto?
En particular, en las residencias de larga estadía siempre se ha promovido una rutina bien ordenada de actividades dentro de ellas, participación grupal de los residentes, y un contacto con el exterior a través de salidas y visitas de familiares, y en muchas de ellas se realizaban también actividades o dispositivos de intervención que llevaban a cabo grupos de voluntariado. Todo aquello forma parte de la estabilidad, de lo conocido, de lo familiar para cada uno de los residentes, y entre otros factores, contribuye al equilibrio emocional. Entonces, la pandemia llegó a desarmar toda esa estructura y a imponer un cambio radical en lo que se hacía y cómo se hacía, con el fin de evitar el ingreso del virus o su propagación.
¿Qué otros efectos más ha acarreado?
Junto con el temor al contagio, los residentes han debido enfrentar la suspensión total de las visitas y del ingreso del voluntariado, perdiendo con ello no sólo la interacción social y el intercambio de afectos positivos, sino que también un canal de contacto con el mundo exterior. Además, de un día para otro el personal de las residencias debió empezar a usar elementos de protección personal, detrás de los cuales no es fácil ser reconocido, así como tampoco se hace nada fácil el lenguaje gestual que es tan necesario. Sin duda, cualquier conjunto de restricciones y cambios impuestos en tan poco tiempo, te desestabiliza, te inseguriza y te puede provocar ansiedad frente al temor de lo que ocurre y la incertidumbre de lo que viene. Y finalmente, empiezas a saber que se está enfermando gente a tu alrededor, algunos miembros del personal y peor aún, algunos de tus compañeros residentes, a quienes trasladan sin que te puedas despedir y sin saber si los verás de nuevo. Entonces, por supuesto que las residencias son un escenario de alto riesgo para la salud mental, no sólo para los residentes, sino para todo el colectivo.
¿Cómo se puede soslayar sicológica y emocionalmente el aislamiento que exige la pandemia para las personas mayores en estas residencias?
-Justamente, como una forma de contribuir a evitar o paliar las consecuencias adversas en un escenario tan estresante, pensamos en que había que promover todas las formas de comunicación posibles tanto entre los miembros que habitan y trabajan en las residencias, así como también con el medio externo, y por eso nos abocamos a la elaboración de este documento, “Guía para una comunicación efectiva en ELEAMs en contextos de pandemia”. La OMS lo dijo desde un comienzo, el aislamiento físico es imprescindible, pero no así el aislamiento social.
La guía
Para enfrentar este contexto del CEVE de la Universidad Católica elaboró una guía para orientar a estos establecimientos en la actual crisis. Una de sus autoras es Susana González.
“Inicialmente nos preocuparon los familiares que necesitaban saber cómo estaba su familiar institucionalizado, pero luego nos dimos cuenta que todos los canales de comunicación podían verse afectados por la situación que se estaba viviendo. Y si quieres mantener tus vínculos, es decir, no estar aislado socialmente, mantener los canales de comunicación es absolutamente necesario. En la Guía se especifica que todos los actores puestos en este escenario de pandemia están estresados, por razones compartidas y por motivos particulares a cada uno: el equipo que trabaja en la residencia, los residentes, y las familias o personas significativas”, cuenta la especialista.
¿Qué otras recomendaciones entregan sobre el tema de la información?
Las recomendaciones planteadas en la Guía pretenden beneficiar a todos, promoviendo que las instancias de comunicación se planifiquen según las necesidades y utilizando todos los recursos disponibles. También se trata de que la información se comparta, que sea clara, veraz y lo más completa posible. Es importante no discriminar a los residentes ocultándoles información como una forma equivocada de protegerlos; aún quienes tienen algún grado de deterioro cognitivo son capaces de algún grado de comprensión y sin duda, siguen siendo sujetos de derechos. Hay que aprovechar las instancias de comunicación para compartir y vincularse, aunque sepamos que también a veces hay que comunicar malas noticias.
¿Qué otros mecanismos pueden apoyar el bienestar de los residentes?
Durante estos meses de pandemia, a todos quienes no estamos trabajando fuera de la casa se nos ha recomendado que establezcamos una rutina, que estar cuarentenados en casa implica organizar el tiempo de alguna forma para mantener una estabilidad psíquica. En el caso de las personas mayores que viven en residencias de larga estadía, la rutina que tenían probablemente se les desarmó casi por completo. Tanto por la prohibición de visitas, como porque el personal que está trabajando en la residencia es el mínimo necesario y está sobredemandado, o por el distanciamiento físico necesario, las actividades dentro de la residencia han debido reorganizarse. Por lo tanto en cada residencia, haciendo uso de su experiencia, sus recursos y su creatividad, habrán de establecer nuevas rutinas donde se creen los espacios para lo individual y lo colectivo, para trabajar y para detenerse un momento, para hablar y para escuchar, para compartir y para reflexionar, para crear y recrear, así como también para reir y para llorar.
Por último, ¿cómo debiera cambiar la pandemia a este tipo de establecimientos?
La pandemia es una experiencia que no habíamos vivido antes y que nos ha demandado enfrentarnos a ella con todos los recursos de que hemos podido echar mano. Hemos contado con directrices, pero también con capacidad de adaptación e improvisación según el contexto y los recursos humanos y materiales disponibles. Aun contando con modelos predictivos y la experiencia incipiente de los países europeos, nadie sabía a ciencia cierta lo que se nos venía encima y las consecuencias que tendríamos que enfrentar. Entonces, cuando tengamos los datos objetivos que nos indiquen que vamos de salida y la percepción subjetiva de estar peligrando menos, reflexionaremos acerca de esta experiencia. Sin duda, sacaremos lecciones de lo vivido, aprenderemos de los aciertos y de los errores, y en cada residencia de larga estadía, desde las estatales a las privadas, desde las más grandes a las pequeñas, se aprenderá lo que se tenga que aprender y se renovarán proyectos a la luz de la alegría de haber sobrevivido y del dolor de lo que se perdió.