Expertos señalan que tanto en Chile como en otros lugares del mundo, ya estaríamos viviendo la segunda ola de Covid-19. Ante esto, quienes trabajan buscando día a día alternativas para ayudar a paliar la crisis sanitaria han implementado diversas tecnologías que se espera, sigan avanzando una vez termine la pandemia.

Un ejemplo de ello son las máquinas que mediante la emisión de luz UV desinfectan los espacios en pocos minutos, de forma rápida, limpia y segura, ayudando a que no sea necesario tener a personas desinfectado durante horas, exponiéndose diariamente al virus.

Una de estas opciones es la de MoztCare by Moztro, que cuenta con dos tipos de equipos: Tótem Pro360 y Tótem Light180, que tienen la capacidad de desinfectar superficies, elementos y el aire en un 99,9% de virus y bacterias en un corto tiempo. Los equipos cuentan con respaldo científico y fabricados bajo altos estándares de seguridad, entregando además la capacitación respectiva para su manejo óptimo”, enfatiza Jair Merino, director General de Moztro.

Una vez sanitizado el lugar con el tótem, el espacio se puede volver a utilizar a los pocos minutos. El equipo cuenta con un alto estándar de fabricación, sistemas de seguridad y se programa a través de una pantalla digital.

Ana Karina Peralta, directora del Centro de Inocuidad Alimentaria de la Universidad de Talca, y donde se realizó un estudio para verificar la eficacia de estos tótems, comenta que la UV-C producida artificialmente se ha utilizado con éxito como germicida y bactericida durante décadas y que actualmente es llamada UV-GI, abreviación internacional de irradiación germicida ultravioleta. “Como su nombre indica, trata de la desinfección por esterilización de microorganismos como bacterias, virus y hongos, levaduras, y otros patógenos mediante la aplicación de luz UV, ya que estos son vulnerables a los efectos de la luz ultravioleta en las longitudes de onda próximas a 253.7 nanómetros, afectando a la estructura molecular del microorganismo, esterilizando e impidiendo su reproducción”, señala.

¿Existe alguna regulación en Chile del Minsal o ISP sobre el uso casero de este tipo de luces? Peralta indica que “no existen regulaciones para este uso en particular, porque se considera que no existen los suficientes fundamentos para demostrar que su eficiencia es mejor que la desinfección manual por agentes químicos. Tampoco se ha documentado lo suficiente que su uso posterior a los programas de limpieza disminuye la incidencia de infecciones asociadas a contaminación de superficies”.

“La regulación actual está dirigida a la protección de la población y trabajadores al aire libre, artículo 19 de la ley N° 20.096, para la protección de trabajadores ante la exposición a radiaciones UV para proteger del daño que puede producir la radiación solar nativa. Recordar que llegan a la superficies del planeta radiaciones en el rango del UV-A (90%) y UV-B (10%), la radiación UV-C que es más peligrosa es retenida por las capas atmosféricas y no inciden significativamente en nuestro medio ambiente”, agrega.

Sobre los tipos de luz a utilizar para eliminar estos microorganismos, la experta asegura que existen tres tipos de luz: UV, UV-A, UV-B y UV-C. Pero sólo la UV-C tiene el poder germicida necesario para la eliminación de patógenos, entre ellos virus, bacterias, hongos, etc. Por eso es muy importante validar los equipos antes de ofrecerlos al mercado. Estos tubos deben emitir radiación de una longitud de onda de 254 nm y actuar por un tiempo determinado.

Entre las características de estos aparatos, pueden desinfectar en 180º o 360º, cuentan con sensores de movimiento que detienen la operación del equipo al detectar personas presentes, tienen un tamaño de 1.80m de alto, peso de hasta 20Kg y diámetro de 55 cm.

Sus tiempos aproximados de acción son de entre 200 m2 en 22 minutos hasta 50 m2 en 5 minutos; y 36 m2 en 10 minutos a 10 m2 en 3 minutos según la versión del aparato. Esto, dependiendo de la cantidad de tubos de los modelos, que pueden ser de seis o dos de1,20 m.

La vida útil de estos aparatos dependerá de los tubos que llevan la luz, pero se estima un alcance de aproximadamente 200 o más horas. Si con el tiempo, alguno de los tubos se quema, puede ser reemplazado por uno nuevo y así seguir con la utilización del producto.

De bolsillo

De la misma forma, también hay aparatos como el Pocket UV que desinfectan en 10 segundos de exposición a 5 cm del objeto que se quiere esterilizar, eliminando el 99,99% de bacterias y virus, incluyendo el que produce el Covid-19.

Entre sus características, pesa 60 gramos, tiene puerto de carga USB, que demora aproximadamente 1 hora 20 minutos en estar al 100%, lo que da una autonomía de 1 hora de uso. El dispositivo está equipado con un total de 13 leds UV, sin dejar residuos químicos en el aire o la superficie.

Incluye un sensor de giro que apaga automáticamente los leds, impidiendo que la luz impacte los ojos, aunque la luz UV no traspasa cristales de vasos o vasos de plástico. Para el esterilizado en estos casos, se debe situar sobre el líquido a tratar directamente a una distancia máxima de 20 cm, siendo la recomendada entre 5 y 10 cm.

Nanotecnología de cobre

Sin duda un elemento clave en la lucha contra la propagación del Covid-19 es la mascarilla. Según investigaciones, su uso adecuado reduce ampliamente la posibilidad de contraer coronavirus, además de medidas como el lavado de manos y distancia social. Incluso, un reciente estudio publicado por la Journal of General Internal Medicine concluyó que estas no sólo evitan la propagación de covid-19, sino que pueden reducir los síntomas en caso de infección.

La empresa chilena Deysa Care por ejemplo, incorpora en sus mascarillas desechables tipo IIR de uso médico una película cristalina con nanopartículas de plata y cobre. Con esto, a su eficiencia de filtración bacteriana, se suma la capacidad de eliminar el 99% de los virus y bacterias que toman contacto con la capa exterior.

Según sus creadores, garantiza una eficacia antiviral/microbiana cinco veces más rápida que las nanopartículas tradicionales, además de una duración tres veces mayor de esas propiedades. Se puede usar entre 2 a 3 veces, con los efectos positivos en términos de salud, ahorro y cuidado de la contaminación ambiental que implica. Esto último es vital, considerando que la pandemia dejará 1.500 millones de mascarillas usadas en los océanos del mundo, cifra que equivale a una contaminación extra de más de 5 mil toneladas adicionales de plástico. Estos residuos tardarán hasta 450 años en descomponerse en microplásticos que impactarán negativamente en la vida silvestre marina y en sus ecosistemas.

Otra opción es la que entrega la empresa chilena Bacuplast, responsable del “Respirador MCu”, una mascarilla que se puede usar por largos períodos y elimina dificultades para respirar, así como las heridas que dejan otros cubrebocas y los anteojos empañados. Contiene un aditivo antimicrobiano basado en cobre y nanotecnología que se puede utilizar en ambientes infectados o de alto riesgo y protege durante todo el día contra ciertos virus, bacterias y hongos. Consta de un escudo protector que resguarda la zona de respiración de fácil desmonte para el usuario, una cámara interna desarmable para filtros intercambiables, y una válvula de salida unidireccional que disminuye la condensación.