¿Es legítimo tomarse un año sabático después de la PSU? (2ª parte)
El fondo es el mejor terreno para sembrar y volver a cultivar algo nuevo. En este sentido, alcanzar el fondo, aunque sea extremadamente doloroso, es también llegar al terreno de siembra (Clarissa Pinkola).
Mientras esperaba la llamada de Matías -un cliente que había decidido no rendir la PSU y tomarse un año sabático con su polola- me puse a leer la Teoría de la comunicación humana de Paul Watzlawick, Janet Beavin y Don Jackson.
Leía y leía sin recibir la esperada llamada, lo que me extrañaba, pues Matías, en los meses que trabajamos, era un adolescente extremadamente responsable y puntual. Si bien es cierto que a semanas de rendir la PSU se desordenó y decidió irse con su polola a Europa, en la recta final volvió a ordenarse. Y una vez rendida la PSU, se puso de cabeza a organizar el viaje.
Para no impacientarme, seguí leyendo y sonreí al leer el siguiente párrafo:
"No hay no-conducta, o, para expresarlo de modo aún más simple: es imposible no comportarse. Ahora bien, si se acepta que toda conducta en una situación e interacción tiene un valor de mensaje, es decir, es comunicación, se deduce que por mucho que uno lo intente, no puede dejar de comunicar. Actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes, a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por ende, también comunican".
Cerré el libro y me preguntaré qué me estará comunicando Matías con esta larga espera, ya que tras pedirme hablar por teléfono porque algo andaba muy mal en Europa, supuse no iba a tardar en comunicarse.
De repente apareció en la pantalla de mi teléfono un extenso número que me indicaba que estaba recibiendo una llamada desde el extranjero, razón por la cual cerré la puerta de mi consulta, me eché en el sofá donde se sientan mis clientes y acepté la llamada.
Por reloj, estuve una hora escuchando sus desventuras junto a Emilia, su polola, quien, pese a estar en otro continente, se pasó los primeros días conectada al teléfono debido a la crisis matrimonial de sus padres… crisis que se había desatado… apenas cruzaron policía internacional.
Las hermanas de Emilia, según Matías, estaban siempre conectadas y compartían por el grupo familiar de whatsapp todo lo que estaba pasando y la primera "gran cagada" fue cuando sacaron al papá del grupo. Fue una bomba y de ahí Emilia empezó a tener conversaciones paralelas entre el grupo familiar y su padre.
Más que disfrutar o recorrer Madrid, los pololos pasaron encerrados en una diminuta pieza de un bed & brakefast. Al principio Matías no sabía bien qué hacer, pues la única preocupación de Emilia es que a donde fueran, tenía que haber wifi y tras un par de salidas desastrosas, Matías decidió no presionar más, pues la segunda bomba vino cuando del grupo de las primas de Emilia, por el lado del papá, les llegó un delicado rumor sobre el comportamiento de su mamá.
Inmediatamente la crisis se trasladó al chat de la familia nuclear de Emilia -con el padre ya excluido- y aquí se desató la debacle total cuando las hermanas de Emilia confrontaron a la mamá y descubrieron que el rumor… no era rumor…
El resultado fue que el chat familiar expulsó a la madre de Emilia y ahora las participantes, sin padres de por medio, empezaron a hacer catarsis y a pelear, pues de distintos grupos de whatsapp, les llegaban informaciones cruzadas, tanto sobre el comportamiento de sus padres, como de las consecuencias de sus acciones, mentiras y omisiones.
Emilia estaba tan absorta en el teléfono, que fue ahí cuando Matías decidió empezar a caminar solo por la ciudad. Para recuperar los días perdidos -y para cumplir con su itinerario programado desde Santiago- se propuso maratónicas jornadas y al cabo de tres días se había puesto al día.
Extenuado, la última noche en Madrid la pasó armando bolsos, mientras Emilia, sin levantar la mirada de la pantalla, le contaba todo lo que había pasado -y visto- en interminables e ininterrumpidas conversaciones por whatsapp e Instagram.
Y esa noche, antes de subirse al avión, llegó la bomba final: Emilia descubrió que su padre estaba saliendo con la mamá de su mejor amiga del colegio. Para sorpresa de Matías, en ese momento Emilia se desconectó del teléfono y no habló durante el resto del viaje.
Si retomamos la Teoría de la comunicación humana, veremos como ya en 1967 estos investigadores postulaban que "la mera ausencia de palabras o de atención mutua" comunica, ejemplificándolo de la siguiente manera:
"El hombre sentado a un abarrotado mostrador en un restaurante, con la mirada perdida en el vacío, o el pasajero de un avión que permanece sentado con los ojos cerrados, comunican que no desean hablar con nadie o que alguien les hable, y sus vecinos por lo general <<captan el mensaje>> y responden de manera adecuada, dejándolos tranquilos".
Aterrizaron en Londres y Matías me comentó que Emilia era un bolso más. La tuvo que llevar y arrastrar de un lado a otro y cuando llegaron a la pieza que habían arrendado, su polola se desplomó y durmió más de veinte cuatro horas sin moverse. Estaba tan agotada, que ni siquiera le preocupó que su teléfono se había descargado y que los enchufes ingleses eran incompatibles con el cargador chileno.
El problema de esta desconexión total fue que la familia y amigas de Emilia empezaron a llamar y a escribirle a Matías, quien, en cuestión de horas, ya estaba totalmente saturado de los problemas familiares y de las complejas tramas entre las amigas.
Por suerte -me confiesa- su teléfono se estaba quedando sin batería y les explicó a todas y todos que recién cuando Emilia despertara podría ir a comprar un adaptador. Mientras tanto, solo acompañaría a Emilia.
Con la batería en cero, Matías suspiró y en esas largas horas de espera, se dio cuenta que quería volver a Santiago, entrar a Arquitectura y retomar el control de su vida.
¿Seré muy egoísta?
Al día siguiente Emilia despertó y como si no hubiese pasado nada entre medio, le dijo a Matías que ahora se daba cuenta porqué sus padres y, sobretodo, su mejor amiga, la habían alentado e insistido tanto a tomarse el año sabático.
Tras un largo silencio con la mirada perdida en el suelo, Emilia, en un tono calmo, casi mecánico, le contó a Matías que sus padres llevaban años con otras parejas, que era un secreto a voces y que ella era, de sus hermanas, la que más se había negado a aceptar la realidad.
Silencio…
El resto de los días en París, Matías se dedicó a hacer de guía turístico para Emilia y mientras le mostraba la ciudad, le fue contando de sus renovadas ideas y planes sobre el futuro. Emilia lo escuchaba sin interrumpirlo y tras incómodas pausas, le reiteraba que él tenía que volver cuando quisiera, pues ella no podía volver a Santiago.
Aquí, me cuenta Matías, tuvo ganas de llamar a sus papás, pero no se atrevió. No quería contarles lo que estaba pasando realmente, pues lo único que había hecho era mandarles fotos de los lugares que ellos sabían iban a estar recorriendo y hasta el momento había logrado no preocuparlos.
Consciente de que nadie podía rescatarlo de esta situación, Matías decidió ajustarse al plan trazado con Emilia desde Santiago y después de Londres cruzarían a París por el Canal de la Mancha, pero me confesó que no sabía cuanto tiempo aguantaría, pues claramente estaban teniendo problemas comunicacionales.
"Lo único que te pido Seba, es que hablemos al menos una vez por semana, pues de alguna manera necesito desahogarme y también necesito que le cuentes a mis viejos que estamos hablando y que este tiempo fuera me ha ayudado a darme cuenta que lo mío es la arquitectura y que claramente nunca voy a ser psicólogo".
Tras sonreír e intercambiar unas frases finales, me acosté en el sofá. Estaba agotado. Por un lado me preocupaba Emilia y Matías, pero por otro me alegraba que el conflicto familiar de Emilia los había movilizado. Y estaba en estas ensoñaciones, cuando mi teléfono me anuncia un nuevo mensaje de Matías.
"Seba, Emilia me pregunta si tu también podrías hablar con ella y su familia. ¿Puedes?"
Continuará…
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