En lo que va de 2019, la comunidad de lesbianas, gay, bisexual, transexual e intersexual, más conocida como LGBTI, ha sufrido 13 ataques. El primero de ellos fue para el Año Nuevo y el último el pasado 13 de marzo. Las agresiones, que son reales torturas, van desde quemar con agua caliente a las víctimas, hasta violarlas y marcarlas con esvásticas en sus cuerpos. Sin embargo, lo que realmente preocupa es la poca visibilización que tienen estos casos, que van en aumento, tanto en los medios de comunicación como en la sociedad.
Si bien las organizaciones como la Fundación Iguales, el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), han mostrado su preocupación ante estos actos de violencia, pidiendo audiencia con el ministro del Interior, Andrés Chadwick; estas medidas no son suficientes para darle la tranquilidad y el respeto que la comunidad LGBTI más vulnerable merece.
Los ataques que han sido contra lesbianas, transexuales y homosexuales -que se han realizado en diferentes regiones del país- tienen semejanzas y coincidencias. La semejanza tiene que ver con la situación socioeconómica precaria de las víctimas, la que –quizás-, por lo mismo, no tienen la misma visibilización e impacto en la sociedad y en los medios de comunicación.
Del mismo modo, la coincidencia se relaciona con el momento que vive la comunidad LGBTI en el avance de sus derechos e igualdad ante una sociedad heterosexualmente hegemónica, que parece sentirse amenazada por ésta.
Sabido el caso de Arlén Aliaga, la estudiante transgénero que ingresó al Liceo N°1 este 2019, luego que el establecimiento que, hasta entonces, era sólo monogenérico aceptara su admisión gracias a la Ley de Inclusión. Aliaga no sólo tuvo que lidiar contra la discriminación ante su idea de estudiar en el Liceo N°1, sino que también contra todos los comentarios y descalificaciones que recibió en los medios de comunicación y en las redes sociales por parte de personas que desconocen e ignoran los temas de orientación sexual.
Muchos de los comentarios que se leían decían que varias de las jóvenes que postularon y quedaron fuera del proceso de admisión fueron discriminadas frente a Arlén. Pero la pregunta de fondo es ¿cuántas y cuántos estudiantes transgéneros existen en los colegios? ¿cuántas y cuántos van escondidos a estudiar por el miedo a la discriminación? Realmente este argumento y los ataques vistos durante este año no serían más que una demostración débil y egoísta de una parte de heterosexuales, que no quiere perder su estado de privilegio y zona de confort y trata de alguna forma de invisibilizar los casos de violencia contra la comunidad LGBTI. Y esto ocurre, lamentablemente, porque las víctimas no son de los estratos más altos, ni más conocidos del país. Por lo mismo, ni siquiera se ha visto en las redes sociales crear marcos para ponerlos en el avatar de Twitter, rechazando los ataques descritos, como en otras ocasiones.