Hoy el afán desmedido de éxito, frases como "la vida es ahora, viaja todo lo que puedas y experiméntalo", son cada vez más frecuentes dentro de la generación Z (15-20 años) y Millenials (21-34 años), con una proyección de futuro orientada hacia la vida laboral y de pareja, sin mayor preocupación por el envejecimiento.
Se mira la vejez como algo lejano, con prejuicios y temores respecto al envejecimiento, los cuales se retroalimentan con campañas publicitarias que muestran a los mayores como personas inactivas y sujetos de caridad sin basarse en la evidencia y estadísticas actuales.
Por lo mismo, debemos derribar mitos acerca de la vejez, considerando que Chile presenta un envejecimiento avanzado (Huenchuan, 2014) con un 16,2% de personas mayores (Censo 2017) y una esperanza de vida al nacer de 80,5 años (WHO, 2016). Además, el 85.5% de las personas mayores son independientes para realizar sus actividades de la vida diaria, el 52% percibe su salud como buena o excelente, 33% mantiene una vida sexualmente activa, 75% cuenta con una dieta balanceada y 44% participa de alguna organización social. (Encuesta Calidad de Vida en la Vejez, 2017).
Las personas mayores son más felices, según la Teoría de la Selectividad Sociemocional (Carstensen, 1993). En la medida que el tiempo se acorta, los mayores se centran solamente en lo importante y los factores motivacionales cambian.
Es importante poder acercar las cifras anteriormente mencionadas y una imagen positiva del envejecimiento a las generaciones más jóvenes, enseñar al interior de las familias cómo las conductas a distintas edades tendrán consecuencias en nuestra vejez. Que hay una acumulación de factores de riesgo, pero que también podemos promover la salud.
Asimismo, que no existe una sola manera de envejecer, sino que debiéramos hablar de "vejeces", cada uno construye la manera en que vivirá en la última etapa de su vida. Esto es lo que nos enseña el enfoque de Curso de Vida. Este último, es fundamental para entender las consecuencias de nuestras acciones, pero también para comprender que nunca es tarde para cambiar.
Las conductas y factores de riesgo desde la primera infancia como por ejemplo: obesidad infantil, luego en la adolescencia y adultez joven los comportamientos de riesgo sexuales, adicciones, para después en la adultez media endeudamiento y sedentarismo pueden marcar el vivir solos, acompañados, con mayor o menor carga de enfermedad.
Si se enseña al interior de las familias, a nivel de educación en salud y estilos de vida las consecuencias a largo plazo a nivel individual probablemente el auto-cuidado mejoraría.
Necesitamos modelos de personas mayores en todos los ámbitos del quehacer humano y en nuestro día a día. Personas a quienes preguntarles qué fue lo que marcó la diferencia y los llevó a un envejecimiento positivo o cómo miraba la vida a distintas edades en comparación con el presente.
Aprovechemos la sabiduría y experiencia de nuestros mayores y respetémoslos como ejemplos a seguir.