Los acuíferos costeros: la importancia de cuidar un recurso único
Como ya todos sabemos la sequía nos está afectando de manera grave en muchos aspectos, y uno de ellos es que la falta de lluvia merma las posibilidades de abastecimiento de agua para consumo humano. A esto se suma que las altas temperaturas, provocadas por el cambio climático, ocasionan un aumento importante en la evaporación de este recurso, lo que complica aún más esta problemática. Por ello, el uso adecuado de este elemento y el cuidado de las reservas es fundamental, estamos hablando no solamente de aquella agua que vemos sobre la superficie sino que también aquella que se encuentra bajo tierra.
Y, en este punto los acuíferos subterráneos cobran vital relevancia. En ellos se encuentra un alto porcentaje del agua que consumimos y son fundamentales en zonas costeras, donde el recurso hídrico superficial es salino y por ende inutilizable para riego, consumo humano y muchos de los procesos industriales.
Antiguamente, las ciudades se abastecían principalmente de agua superficial ubicada en lagos, ríos, lagunas, etcétera. Pero actualmente eso es prácticamente imposible, porque está en su gran mayoría contaminada, a excepción de lugares muy prístinos como puede ser la Patagonia. Así, principalmente se utiliza en represas y en algunas actividades industriales.
Entonces, todo lo que es producción de comida, abastecimiento de agua potable y riego de cultivos, en muchas partes del país y del mundo, se realiza mayoritariamente mediante el agua subterránea. En un reporte de la UNESCO, del año 2022, se menciona que el 70% de la extracción mundial de aguas subterráneas se ocupa para producción de comida. Esa agua es menos evidente, se infiltra en el suelo por las precipitaciones en la cordillera de Los Andes y se mueve lentamente por debajo de la superficie en medios porosos o fracturados hasta llegar al Océano, donde, al igual que el agua superficial, desemboca. A priori cuesta imaginar qué son estos acuíferos subterráneos o cómo se ven: una buena aproximación es pensar que tenemos una caja llena de arroz y que en el espacio vacío que queda entre cada granito hay agua líquida que es capaz de desplazarse y acumularse, y que podemos aprovechar.
Sabemos que en el contexto de sequía, como la que estamos viviendo, la recarga de estos acuíferos es menor debido a la disminución de precipitaciones, por lo que el manejo consciente del agua es cada vez más importante. Estas reservas de agua subterránea son sumamente vulnerables, tanto desde el punto de vista de la disminución de ese stock como por los riesgos de contaminación. En los sectores costeros este recurso es aún más vulnerable ya que el agua dulce está directamente en contacto con el agua salina y eso puede producir un proceso llamado intrusión salina. Este proceso está causado por el ingreso de agua de mar en los acuíferos de agua dulce y tiene causas naturales como el aumento del nivel del mar, o causas antrópicas, como una excesiva explotación del agua subterránea, que conlleva una disminución de su nivel y que favorece la entrada de agua salina. Si esto ocurre, la calidad del agua se degrada y su uso se hace imposible tanto para riego como para consumo humano.
Chile es un país que tiene 6.000 kilómetros de costa y esta alberga la mayoría de las grandes ciudades, como Viña del Mar, Valparaíso, Concepción, Puerto Montt, Valdivia, La Serena y Antofagasta, entre otras.
En general, la densidad de población es significativamente mayor en las áreas costeras que en las continentales y existe una tendencia constante de migración hacia la costa, asociada a cambios demográficos globales. Las tasas de crecimiento y urbanización de la población costera están superando el desarrollo demográfico del interior, impulsado por el rápido crecimiento económico. En China y Bangladesh, por ejemplo, la población en la zona costera creció alrededor del doble de la tasa de crecimiento nacional entre 1990 y 2000. En Chile, durante el último censo se vio cómo la dinámica urbana de ciudades como Antofagasta y Puerto Montt, acompañan a las comunas del Gran Santiago en los puestos de avanzada en términos de expansión demográfica.
En un contexto social de crecimiento de la población mundial y en específico en zonas costeras, el agua subterránea es un recurso fundamental e insustituible en aspectos relevantes de nuestra vida. Por lo mismo es de vital importancia tener un conocimiento acabado de los acuíferos, de sus procesos de recarga y de cuánta agua pueden proporcionar sin producir un daño irreversible y protegerlos de fenómenos de contaminación como la ingresión salina anteriormente mencionada.
Si bien el Estado tiene un registro de los reservorios de agua superficial como de los acuíferos subterráneos, no existe una política pública clara sobre el manejo del agua que tenemos bajo tierra. Es decir, existen catastros parciales de los pozos perforados en cada acuífero, se otorgan derechos para poder extraer agua de dichos pozos, pero el Estado no tiene la capacidad de responder a la pregunta de cuánto es el máximo de agua que se puede extraer desde un acuífero sin producir daños irreversibles en un contexto de cambio climático. Esto significa que no existe la capacidad de realizar un manejo adecuado del recurso. Tener estudios recientes y completos sobre estos acuíferos en su estado actual y su proyección a futuro es el gran desafío en el país para el corto plazo.
*Profesor asociado Universidad Estatal de O’Higgins (UOH)
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