El presidente de Canadá, Justin Trudeau, agradeció a los niños por su contribución durante la pandemia con un video animado hecho con piezas de Lego. De esta forma, Trudeau ve y se acerca a los niños y los hace parte activa de la comunidad, otorgándoles un sentido de pertenencia, de capacidad de lidiar con el presente y, a los adultos, nos conecta con la certeza de que ellos serán el futuro de su país, por lo que tienen que ser cuidados.
En este tiempo de emergencia pública, los niños, niñas y adolescentes (NNA) son una prioridad, porque representan un grupo de vulnerabilidad a los efectos indirectos del Covid-19.
Ellos están expuestos a una serie de riesgos para su salud mental y física, lo que nos desafía a protegerlos y mantenerlos seguros, a favorecer un equilibrio entre sus necesidades de desarrollo y a aprovechar la crisis como una oportunidad para fortalecer los aspectos positivos de sí mismos, como sus capacidades para afrontar la adversidad promoviendo la resiliencia. Es en esta instancia donde padres y cuidadores podemos ser modelos saludables frente a tanta incertidumbre, convirtiéndonos en una defensa primaria ante los efectos del Covid-19 en nuestros niños.
Así como nos ha sucedido a nosotros, hemos visto a NNA experimentar cambios significativos en sus vidas durante estos meses, siendo el principal que se han alejado de sus familias extendidas, de sus amigos y compañeros. Este aislamiento puede tener un impacto negativo en su salud, el cual puede ser contrarrestado con distintas estrategias que nosotros los adultos, junto a nuestra comunidad, podemos utilizar. Y es que se ha visto que el manejo prudente pero veraz de la información, la actitud activa y firme, la responsabilidad social y la solidaridad funcionan como reguladores de los efectos de la pandemia sobre las personas y su entorno social.
Por otra parte, el estrés asociado a la pandemia puede afectar directa e indirectamente a los NNA. Estudios chinos, españoles e italianos han constatado un aumento de maltrato infantil y de negligencia asociados al estrés parental y a los cambios económicos.
Conocido es el impacto directo que la violencia y la falta de supervisión provoca en el desarrollo biopsicosocial de los NNA, con efectos profundos a nivel de la neurobiología, lo que conlleva un mayor riesgo de conducta delictual, depresión, suicidio y consumo de sustancias. Se ha visto en ellos un incremento en los problemas de atención y concentración, así como aumento de aburrimiento, irritabilidad, nerviosismo, intranquilidad y sentimientos de soledad, todo lo cual puede constituirse en un factor de riesgo para depresión.
Paralelamente, no hay que desestimar que durante la pandemia los NNA están pasando más tiempo utilizando pantallas, han empeorado sus hábitos de sueño y alimentación y han disminuido significativamente la actividad física. La falta de ejercicio, asociada a mala nutrición y mal dormir, contribuye al deterioro de la salud física y mental, pues entre otros disminuyen los niveles de vitamina D y aumenta el riesgo de futuras patologías crónicas con una carga de enfermedad importante, costos económicos elevados y notorio sufrimiento. Esto es más serio en los países pobres y en vías de desarrollo.
Todas estas consecuencias en salud física y mental pueden asociarse con problemas futuros del tipo disminución de logros académicos, riesgo de deserción escolar, conducta sexual precoz, menor movilidad social y, a nivel psiquiátrico, mayor riesgo para trastorno por estrés postraumático.
¿Qué medidas podemos tomar ante tantas posibles dificultades para nuestros NNA? Las recomendaciones están basadas en el uso de la verdad y la comunicación abierta hacia ellos, valorando sus identidades y sus diferencias. Los padres pueden preparar a sus hijos para los efectos de la pandemia: escuchar y explicarles lo que sucede de manera calmada y honesta, con palabras que ellos puedan entender, disminuye la ansiedad y puede llevarlos a mejorar su empatía con los que están sufriendo. Así, se fomentará en los NNA el desarrollo de habilidades de autorregulación que los lleven a mejorar su resiliencia y cómo enfrentan la adversidad, tanto individual como colectivamente.
También es un buen momento para reforzar comportamientos relacionados con salud positiva, como comer sano –lo que se facilita al tener menos acceso a productos de menor calidad-, ejercitarse regularmente (se recomiendan 60 minutos al día para NNA entre 6 y 17 años) y mejorar los ciclos del sueño (para niños entre tres y cuatro años, 10 a 13 horas diarias; para niños entre cinco y 17 años, nueve a 11 horas, acostarse y levantarse temprano). Asimismo, se debe evitar la exposición excesiva a noticias y monitorear continuamente el uso de las redes sociales, para conocer el tipo de información al que acceden y disminuir el riesgo de ciberbullying.
Finalmente, la actitud optimista y de esperanza tiene que ser una práctica activa, para que se produzca un contagio a nuestro favor y que nos fortalezca a todos en conjunto.
* Psiquiatra Infantil y del Adolescente. Mg. Psicología Clínica Infanto-Juvenil. Facultad de Medicina de la Universidad de Chile