La Región de Coquimbo, de donde viene la familia de Luis Pizarro, tiene la mayor mortalidad del país por el mal de Chagas. Una infección transmitida por un pequeño insecto provoca anualmente cerca de 1.300 muertes en Chile. Para qué decir en otras latitudes del continente, donde arrasa en gran parte de América Latina.
Cada año se registran 30 mil casos y 12 mil muertes en América. 70 millones de personas viven expuestas a esta enfermedad y cerca de 9 mil recién nacidos se infectan durante la gestación, según la Organización Mundial de la Salud. Esta es una de las enfermedades desatendidas que el Dr. Luis Emilio Pizarro (50) busca combatir desde la organización que dirige.
Nació en Santiago y se fue muy joven a estudiar Medicina a la Universidad de París. Según cuenta, tomó su profesión con un perfil muy marcado en lo humanitario, y de inmediato se interesó por ayudar en sitios donde los tratamientos y el buen cuidado de enfermedades no llegan a tiempo. Esto ocurre mucho en países de África, en el sudeste de Asia y en las zonas tropicales de América. Pasa también en Chile, y ocurrirá aún más con el avance del cambio climático, según advierte.
Apenas terminó sus estudios le propusieron partir a Níger en apoyo del programa de lucha contra el sida. Fue a principios de los 2000 cuando Pizarro se unió al equipo de Fundación Solthis para llevar los primeros tratamientos contra el VIH. Llegó a un lugar donde aún no sabían cómo afrontar esta enfermedad, qué medicamentos o cuánta cantidad comprar, cuántas pruebas hacer.
“Esto es lo mío”, se dijo. Muchas veces son las primeras experiencias las que marcan. Después volvió a Europa para tomar la dirección de la iniciativa Medicamentos para Enfermedades Desatendidas (DNDi por sus siglas en inglés). Desde Suiza, donde reside la organización, Pizarro se encarga de gestionar la ayuda médica por el mundo. Porque, si bien se habla de enfermedades, las realmente desatendidas en estos casos son las personas.
Por esta labor, en junio pasado le otorgaron el rango de Caballero de la Orden Nacional del Mérito de Francia, y en octubre el DNDi fue reconocido con el Premio Princesa de Asturias a la Cooperación Internacional. Ahora, Luis Pizarro se encuentra en Chile. Será uno de los expositores que pasará por esta versión de Congreso Futuro, para hablar de su trabajo y de la priorización del bien común.
¿Qué es lo que podemos entender por una enfermedad desatendida? ¿Desatendida por quién?
No son las enfermedades olvidadas o raras, como piensa todo el mundo, sino que tocan al 20% del planeta: 1.600 millones de personas.
Pero, más que enfermedades, son personas las que son desatendidas. Porque son muchas veces pobres o que viven en regiones de mucha pobreza, y por lo tanto cuando un laboratorio farmacéutico hoy día va a desarrollar un nuevo tratamiento, lo primero en lo que piensa es cuál va a ser el beneficio financiero. Así que hay un modelo de desarrollo de medicamentos hoy día que desatiende a estas personas.
Pero no sólo son ellos, los gobiernos también desatienden. En Chile, por ejemplo, tenemos la enfermedad de Chagas, y el Ministerio de Salud está cada vez tratando de darle más énfasis a esto, pero durante mucho tiempo no nos ocupamos de esto. Así que es una mezcla de un modelo de desarrollo de tratamiento y al mismo tiempo cómo la sociedad se preocupa de los más pobres.
¿Cómo desde la ONG abarcan todo eso? Desde el desarrollo de cierto fármaco y al mismo tiempo su buen uso y distribución.
Tratamos de sacar un remedio que no existe, totalmente nuevo, y haciendo toda la cadena de desarrollo de medicamentos. Trabajamos con laboratorios en Europa, con fundaciones, con gobiernos, y empezamos a buscar una molécula que pudiese servir para esto.
Ocurre a veces que ya tienes un medicamento para una enfermedad en Latinoamérica, por ejemplo, y buscamos la forma de usarlo en enfermedades similares en África. Y a veces el remedio existe, pero como estas enfermedades son desatendidas, nadie está dispuesto a producirlo y a distribuirlo y llevarlo a los pacientes. Entonces ahí lo que vamos a hacer es tratar de encontrar recursos para un medicamento que ya existe, que se sabe que funciona, para llevarlo hacia los enfermos.
¿Las universidades también aportan dentro de esta cadena?
Exacto, y eso es un poco también lo que vamos a tratar de hacer durante esta semana en Congreso Futuro. Para mí la idea es conectarme con las universidades. Hoy día en Chile se hace una ciencia de muy alto nivel, reconocida con papers científicos muy buenos. No hay ningún problema, pero cuando hicimos hace un mes una plataforma de investigadores en nuevos medicamentos en América Latina, reunimos 200 equipos diferentes y no había ningún chileno.
Culpa nuestra quizás de no haber buscado bien, pero también es un síntoma de que los equipos chilenos no necesariamente están hoy día participando en este tipo de iniciativa. Entonces puede servir esta instancia para conectar más a los equipos chilenos con otras redes de Ciencia en el mundo.
Actualmente, ¿cuáles son las enfermedades más preocupantes para el DNDi?
Bueno, hay dos maneras de verlo. En términos epidemiológicos, de cómo va creciendo esta enfermedad y del impacto que van a tener, el dengue es una enfermedad que nos preocupa mucho y hoy hay más de 400 millones de personas al año que están siendo infectadas. Hay crisis, epidemia, la última fue en Bangladesh con miles de muertos y no hay ninguna razón de pensar que con el cambio climático esto no va a ir en aumento.
Otra manera de ver las cosas es cuando las enfermedades se olvidan cada vez más. Por ejemplo, el micetoma, que es un hongo que muchas veces los niños se agarran caminando a pie pelado. Empieza con una pequeña infección en el pie, empieza a crecer y hace unos granulomas tan grandes que no existe tratamiento hoy día, y la única cosa que se puede hacer es amputar la pierna. Esto existe en todo el mundo, hay como una cintura del micetoma que va por Asia, África y América Central.
¿Se puede también considerar, por ejemplo, una pandemia como una enfermedad desatendida en puntos localizados?
Por supuesto. El Covid nos demostró que hay un cuento de voluntad que hay que tener en mente. En Estados Unidos y Alemania, por ejemplo, invirtieron fondos públicos para desarrollar las vacunas, para desarrollar estos tratamientos, y muchas veces estos fondos públicos permitieron a laboratorios como Pfizer, como BioNTech u otros, desarrollar estas vacunas. Pero los países cuando quisieron controlar un poco quién tenía acceso, cómo manejarla, se dieron cuenta de que no tenían un marco legislativo, jurídico, etcétera, para controlar eso.
Cuando queda la embarrada, cada uno sale por su lado. Y eso también Chile debe saber qué tipo de cooperación queremos para América Latina con la Organización Panamericana de la salud, y también con los colegas en Brasil, en Argentina y en otros países. Así, para cuando venga la próxima pandemia podamos reaccionar de manera más rápida, más justa, pero también de manera más colectiva, porque así funciona mejor.
¿Cómo también entra esta organización en un lugar donde tiene, por ejemplo, un estado debilitado, un conflicto interno o una guerra?
Puede sonar medio cliché, pero encuentro que siempre hay que tener en cuenta que tu primer partner es el enfermo y el médico, o el enfermero o enfermera que trabaja con él. Antes de pensar en el gobierno, o en la situación que pueda atravesar un país, es importante saber de ese enfermo, de lo que necesita, de lo que él está sufriendo y cuál sería el mejor remedio para él.
Algunos colegas del Congo me contaban que sus pacientes prefieren las pastillas negras, porque dicen que las pastillas blancas son para los europeos. Imagínate tú desarrollas un tratamiento, te molestaste 10 años, gastaste millones, y nadie se toma tu remedio porque ellos piensan que solo las pastillas negras son para los africanos y no las pastillas blancas.
Puedes ser muy académico, muy científico, pero si no empiezas por preguntarle a ese paciente de qué sufre y qué es lo que quiere para que lo podamos ayudar, no funciona. Así que ese acceso al paciente parte siempre al conversar con él.
El premio Princesa de Asturias que obtuvieron recientemente, ¿les ha ayudado para abrir puertas hacia nuevas instituciones o nexos?
Sin duda. Primero en España, claramente este premio tiene una importancia fenomenal en dicho país. Firmamos un acuerdo con la Agencia de Cooperación Española, ahora hace poco. España, en el último semestre del 2023 presidió el Consejo Europeo y la idea fue ver cómo aumentar las colaboraciones entre Europa y América Latina. Hay harta proyección, hay ideas de las cuales pensamos poder beneficiar.
En América Latina también ha tenido algún impacto, pero para mí evidentemente el que más me interesa va a ser Chile, porque por el momento no hemos podido tener un puente fuerte con Chile.
Y después a la escala más internacional, claramente esto viene a sumarse ya a los 20 años que DNDi tiene hoy día, a un reconocimiento internacional que existe y es una piedra más en el muro para poder ir hacia delante, pero los tiempos son difíciles. Está bien recibir premios, hay que saber aprovecharlo, pero no hay que quedarse dormido en los laureles y hay que rápidamente pasar a los próximos desafíos.
¿Cuál es el mensaje que le pretende dar a la audiencia de Congreso Futuro?
Principalmente explicar lo que son las enfermedades desatendidas y lo que hacemos. Además, como el tema es la inteligencia artificial, explicar cómo los diferentes instrumentos de inteligencia artificial nos ayudan hoy a ir más rápido y más lejos en el desarrollo de medicamentos para enfermedades desatendidas. Eso es súper importante porque esto tiene un costo, se demora tiempo y esperamos que con la inteligencia artificial podamos avanzar en algunas cosas.
Y también pretendo comentar sobre el bien común. Se puede hacer trabajar nuevamente a la industria farmacéutica, a los investigadores de la universidad, a la filantropía. Se puede hacer trabajar junto con los gobiernos y producir cosas. Lo que encuentro espectacular en el Congreso Futuro es que de alguna manera te hace pensar que muchas ideas que hoy día quizás son utopía, finalmente las podemos llevar a ser realidad. Hagamos remedios según las necesidades de los enfermos.