Marcela Uhart tiene una cercanía muy especial con la vida salvaje. Ella es veterinaria de la Universidad de California en Davis, reside en Argentina y se especializa en la salud de los mamíferos marinos, pero su interés por la fauna es mucho más amplio y la ha llevado a implementar numerosos proyectos de investigación sobre el bienestar de aves como los petreles y animales como el huemul y la vicuña.
Además, lidera la rama latinoamericana de una iniciativa global que partió en 2009 como un sistema de alerta temprana frente a amenazas pandémicas: PREDICT, un proyecto nacido originalmente al alero financiero de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAIDS).
La labor de PREDICT en más de 30 países tiene directa relación con la actual pandemia que vive el mundo, porque hasta el año pasado su equipo de epidemiólogos y veterinarios ya había identificado más de 1.200 virus capaces de pasar de animales a humanos, además de unos 160 nuevos patógenos de la familia del Covid-19. Un iniciativa clave si se considera que de las cerca de 400 enfermedades infecciosas emergentes que han sido identificadas desde 1940, más del 60% ha tenido su origen en animales como cerdos, murciélagos y otras criaturas. De hecho, se sospecha que el comercio de animales salvajes en un mercado de Wuhan, en China, habría facilitado el paso del coronavirus hacia las personas.
-¿La velocidad de aparición de nuevas enfermedades infecciosas se está acelerando?
-Sí, absolutamente. La frecuencia de aparición de enfermedades infecciosas emergentes se ha acelerado en las últimas décadas. Y esto ha sido particularmente notorio en las enfermedades transmisibles a las personas desde los animales. Por ello se destaca el rol de todos los factores de transformación y degradación ambiental que llevan a las personas a tener mayor contacto con los animales silvestres, así como la intensificación de la producción que genera grandes volúmenes de animales en espacios reducidos, y finalmente también a las mayores densidades de personas en contacto estrecho entre sí y con animales. Pero la emergencia de enfermedades no ocurre sólo en países en desarrollo. También acontece en países desarrollados. Las diferencias entre ambos radican mayormente en la capacidad de respuesta de los sistemas de salud y el acceso a la salud de la población, en ambos casos. Tanto la velocidad de destrucción y transformación de espacios naturales como de traslados y desplazamientos de personas y animales entre sitios antes distantes del planeta han cambiado drásticamente en las últimas décadas. Ambos favorecen la emergencia y transmisión de nuevas enfermedades.
- ¿Por qué zonas subtropicales en Asia como Guangdong y Yunnan, donde han surgido enfermedades como el SARS, presentan un mayor riesgo de virus que pasan de animales a humanos?
- Esto posiblemente se relacione con algunas particularidades de estas zonas en cuanto a la riqueza y abundancia de especies animales que actúan como reservorio de coronavirus, como los murciélagos, así como el uso que las personas hacen de esta fauna. Muchas especies animales, incluyendo a las personas, tienen sus propios coronavirus. En el caso del coronavirus que causa COVID-19, así como con el que causó SARS, el problema se da cuando un coronavirus salta y se adapta de una especie a otra. El riesgo de emergencia y de salto de virus animales a las personas se asocia directa e íntimamente con los hábitos de las personas. Si las personas ingresan a las cavernas que habitan los murciélagos a cosechar guano para fertilizar cultivos, no sólo se están exponiendo ellos mismos a posibles patógenos en esas heces, sino que además luego los están dispersando a otras zonas a través de la cadena de comercialización. Es importante tener en cuenta que el salto entre especies es complejo y requiere que los virus puedan adaptarse a las nuevas especies. Probablemente ocurran miles de eventos de contacto entre patógenos de animales y personas que no resultan en enfermedad en personas, ni en transmisión entre personas de un nuevo patógeno de origen animal. Estos son eventos raros, pero cuando generamos continuamente las condiciones ideales, con hacinamiento, falta de higiene y mezcla de especies, creamos las condiciones para la tormenta perfecta.
Frente a la pregunta de por qué los murciélagos son tan propensos a portar virus –según un reporte de la U. de Columbia aún quedarían unas 5.000 cepas de coronavirus por descubrir en las más de 1.200 especies de quirópteros del planeta-, Uhart menciona que son animales “con adaptaciones fisiológicas e inmunológicas muy particulares”. La investigadora agrega que no se trata sólo de factores anatómicos o genéticos, sino que también de comportamiento: “Son gregarios, viven en grandes colonias con cientos de miles de individuos en algunos casos”. También existen alteraciones ambientales a las que deben adaptarse, como la falta de refugios naturales por la tala de bosques que “los llevan a tener que ocupar áreas cercanas a zonas de producción animal o poblaciones humanas, para encontrar comida”, ya que la mayoría son insectívoros y frugívoros.
En cuanto a factores propiamente anatómicos, la investigadora agrega que “se cree que la particular adaptación de los murciélagos a volar y los enormes esfuerzos energéticos y físicos que eso les demanda los ha llevado a generar mecanismos de protección de daño al sobre-esfuerzo, así como particulares mecanismos de protección a procesos inflamatorios”. Esta gran y veloz capacidad de respuesta actuaría como un “booster de su sistema inmune, impidiendo que algunos patógenos, como los virus, los enfermen. De este modo, los murciélagos pueden ser portadores sanos, o reservorios, de virus que en otras especies mucho menos especializadas como las personas, serían mucho más agresivos o virulentos”.
Más allá de la potencial amenaza que portan, Uhart destaca un hecho que no debería ser perdido de vista: “Los murciélagos cumplen servicios ecosistémicos esenciales para la vida humana, como la polinización de especies productivas, el control de insectos incluyendo plagas agrícolas y vectores de enfermedades y la dispersión de semillas, esencial para la reforestación y mantenimiento de bosques naturales”.
Cadena de eventos
- En 2016, granjas de cerdos en la zona china de Guangdong se vieron aquejados por la enfermedad conocida como SADS y que les provocaba vómitos y diarreas. Un total de 2.500 murieron y se comprobó que la secuencia genómica del virus era 98 por ciento idéntica a la de un coronavirus hallado en murciélagos de una cueva cercana.
- No sólo el comercio de fauna representa una vía probable de emergencia de patógenos y de salto de especies. Muchas acciones humanas, como la destrucción de hábitat, pueden forzar la cercanía entre murciélagos y especies de producción como los cerdos. Una ruta similar al virus de la diarrea que menciona fue la que siguió el virus Nipah. Ese no es un coronavirus, pero la forma en que infectó primero a cerdos y luego a personas fue directamente relacionada a cambios de hábitat que forzaron a los murciélagos a buscar nuevas áreas de alimentación. Las grandes quemas de bosques para plantación de palma aceitera desplazaron a murciélagos frugívoros que encontraron refugio y alimento en árboles con frutos dejados como sombra en granjas de producción al aire libre de cerdos. Los frutos que los murciélagos comían y caían con su saliva a los corrales de los cerdos, sumados a las fecas y orina, contagiaron a los cerdos. Los cerdos suelen ser buenos envases mezcladores de virus permitiéndoles luego adaptarse mejor a las personas. Luego de los cerdos, pasó a las personas. No sólo enfermaron y murieron varias personas, sino que además se debieron sacrificar enormes números de animales, lo que generó un gran impacto en la economía y el empleo.
“Conocer dónde están esos virus de mayor riesgo o potencial permitiría por ejemplo imponer restricciones específicas de contacto, como prohibir la cosecha de guano de murciélagos, o impedir la cosecha de animales vivos para venta en mercados como alimento”.
Marcela Uhart
- ¿Cuáles deberían ser los siguientes pasos para evitar una nueva crisis como la que creó el reciente coronavirus?
- Existen numerosas acciones que se pueden tomar para evitar otra catástrofe como la actual. Y lo triste es que conocemos estas medidas hace tiempo, mucho antes de la aparición de SARS-CoV-2. Por un lado, podemos aumentar nuestro conocimiento de los virus que circulan en la naturaleza y que podrían ser transmisibles a las personas en condiciones propicias. Esto no sólo implica encontrar y caracterizar a los virus, sino también estudiar si presentan características que los hagan particularmente predispuestos a saltar entre especies. De hecho, muy pocos de los coronavirus conocidos representan un riesgo mayor. Conocer dónde están esos virus de mayor riesgo o potencial permitiría por ejemplo imponer restricciones específicas de contacto, como prohibir la cosecha de guano de murciélagos, o impedir la cosecha de animales vivos para venta en mercados como alimento. Y también permitiría implementar vigilancia de salud pública reforzada localizada, para que por ejemplo, desde la atención primaria de la salud se esté en capacidad de detectar síndromes febriles o respiratorios inespecíficos, en pacientes que tienen historia de contacto con animales silvestres. También, y ligado a lo anterior, se debería generar capacidad diagnóstica en las áreas de mayor riesgo, de manera que ante la primera detección de enfermedad o mortalidad inusual, muy rápidamente se pueda rastrear el origen del problema y controlarlo.
La investigadora agrega que también hay que prestarle atención a la globalización del planeta y mejorar la transparencia en la comunicación de eventos inusuales entre países: “Nuestra conectividad hoy es un gran riesgo, no solo por el multitudinario desplazamiento diario de personas, que hacen que una persona que hoy visita un mercado en China mañana pueda estar en Santiago. Eso derriba las barreras naturales que otrora existieron para enfermedades entre continentes por ejemplo. Y se suma a esto el creciente impacto de desastres naturales asociados al cambio climático, como inundaciones y sequías que obligan al desplazamiento de personas y a una mayor presión sobre los recursos y ambientes naturales”.
La labor de PREDICT
-¿Hoy su equipo está intentando identificar nuevos virus en algunos lugares de Sudamérica?
- Vivo en Argentina, y trabajo regionalmente en Sudamérica. En el inicio del proyecto PREDICT, trabajamos en Brasil, Bolivia y Perú, además de México. Luego el apoyo económico se direccionó prioritariamente a Asia y África y tuvimos que descontinuar el esfuerzo. Pero esto no quiere decir que estemos libres de enfermedades emergentes, y como ejemplos puedo referenciar a la influenza H1N1, el virus Zika, el virus Chapare que el año pasado se llevó vidas en Bolivia, o incluso los hantavirus tan prevalentes en Chile y Argentina.
Originalmente, se tenía estipulado que la acción de PREDICT terminara en marzo pasado, pero recientemente se prolongó su funcionamiento para apoyar acciones en África, Asia y Medio Oriente en la detección y manejo de la pandemia por Covid-19. El proyecto también investigará la o las fuentes animales del nuevo coronavirus, usando los datos y las muestras recolectadas durante los últimos diez años en Asia.
“También por supuesto es indispensable cuantificar desde la economía los enormes, aún inimaginables, impactos financieros que estos eventos pueden causar”.
Marcela Uhart
-¿Cuáles serán las principales lecciones de la actual pandemia en términos de prevención e investigación?
-En términos de prevención, esta pandemia claramente ha demostrado que estamos inadecuadamente preparados, pese a haber tenido varios avisos, algunos muy dramáticos y en tiempos recientes. Los factores que causaron las pandemias anteriores son los mismos al actual. Mayormente esas acciones humanas que favorecen el estrecho contacto entre animales y personas, como la destrucción de ambientes naturales, el consumo de animales silvestres y los mercados de animales vivos. De modo que debemos volver a reforzar los conceptos de que nuestra salud está íntimamente ligada a la de los animales, las plantas y el ambiente. Nuestros conocimientos actuales nos permiten identificar esos riesgos claramente. Y sabemos perfectamente que existe una relación causa-efecto. En este contexto, deberíamos estar tomando decisiones informadas, basadas en la ciencia que ya existe y aplicando mejores prácticas para garantizar la salud de todos.
La especialista añade que en términos de investigación, más allá de la virología y la ecología de enfermedades también habría que prestarle atención a “las áreas de las ciencias que definen nuestras acciones como personas y cómo nos relacionamos con el ambiente, como la sociología, la antropología y la psicología. Hace falta indagar las formas en las que podemos cambiar esos hábitos que claramente nos perjudican. Y también por supuesto es indispensable cuantificar desde la economía los enormes, aún inimaginables, impactos financieros que estos eventos pueden causar. De manera que sea absolutamente obvio y explícito que invertir en prevención es mucho más rentable que pagar los costos de curar”.