Desde muy temprano, en la madrugada del lunes 15 de marzo, padres y madres hicieron fila a la salida del Instituto Nacional en Santiago. Una imagen que no es novedosa si se considera que esa institución educativa siempre es una de las que más solicitudes para ingresar recibe.
Pero esta ocasión es diferente. Todas esas personas esperaban lograr alguno los 250 cupos que por primera vez se abrieron para alumnas de séptimo básico. Sí, niñas, en un espacio que por más de dos siglos segregó por sexo a sus estudiantes.
El emblemático colegio aún tenía como impedimento para su ingreso el ser mujer. Un cambio que era solicitado hace mucho tiempo y que en el año 2016 se tomó el debate público. Todo gracias a una niña de once años, Marina Ascencio. Ella escribió una carta que envió a la presidenta del país, Michelle Bachelet, a la alcaldesa de Santiago y al rector del Instituto Nacional para ser admitida. Las dos primeras autoridades respondieron a la joven, no así el rector.
En 2016 el 3,8% de los colegios en Chile era exclusivo para un solo género. No eran mayoría, pero sí algunos, un modelos para el resto del sistema por sus niveles de exigencia que auguran a sus alumnos ingresar a la educación superior. Como el caso del Instituto Nacional.
Marina denunciaba en su carta la educación sexista y su imposibilidad de postular al liceo y que su género no fuera una traba para ingresar: “Tanto hombres como mujeres somos iguales en una manera intelectual; no inferiores ni superiores, sino que iguales”.
“Quiero acceder a la educación del Instituto Nacional y encuentro que es injusto que solamente los hombres puedan dar la prueba y entrar a él”, añadía en la misiva.
Resistencia al cambio
Desde el Ministerio de Educación (Mineduc) respondieron a su carta señalando que para ser mixto el sostenedor debe pedir una modificación a su resolución de reconocimiento oficial, solicitando la incorporación del género femenino
Marina dejaba en claro que deseaba seguir los pasos de su padre, educado allí. Una petición que tardó tres años en ser acogida. Un proceso que involucró votaciones y controversias.
En marzo de 2019, la comunidad del colegio manifestó su voluntad de que el recinto se mantuviera monogenérico, es decir, sólo para varones, en votación con el 54% de las preferencias. Sin embargo, los resultados posteriores entregados por el Tricel indican que la opción mixta contó con un 57,18% de las preferencias, superando a la opción de dejar la institución monogenérica, que tuvo el 42,82% de los votos.
Espacio mixto
Luego de cinco años de esa carta, la historia cambió. El Instituto Nacional comenzará a recibir alumnas desde este mes por primera vez en sus 207 años de historia. Para esta modificación, la Municipalidad de Santiago solicitó autorización al Mineduc, la que fue oficializada la semana pasada.
Los espacios sin discriminación y para mujeres no siempre se logran de manera fácil. Y de alguna manera en ese proceso de discusión y de derribar prejuicios, Marina fue parte. Hoy, con 16 años, no puede entrar al Instituto Nacional (los cupos se abrieron solo para 7° año). Pero se siente contenta, reconoce, porque desde ahora otras niñas que quieran sí podrán.
Marina finalmente entró al liceo Carmela Carvajal. “Aunque pudiera no me cambiaría, porque principalmente ya tengo mis amigas en el Carmela. Es entrar a un lugar donde no conozco a nadie, no aguantaría estar con tanta gente que no conozco, y además el Instituto es gigante”, admite hoy, cinco años después.
Cuenta que cuando envió la carta en 2016 sabía que lo más probable era que no entrara. Pero la escribió y aunque tuviera una respuesta negativa, quería enviarla. Que ahora no pueda ingresar, dice, no le genera nada negativo. Al contrario, admite: “Me alegra porque se genera este cambio oficial de colegio solo para hombres a un colegio mixto plurigenérico. Ya había niñas en el Instituto Nacional, por las alumnas trans, y esto genera que se reconozca de manera oficial, porque ya no será solo decir que es un colegio de hombres, lo que era ignorar su existencia y su presencia ahí, eso también es bacán”.
Recuerda que en ese momento la respuesta que recibió fue que la principal dificultad para un colegio mixto era la infraestructura, principalmente por los baños. “Pero encuentro que era una ridiculez”, dice. “Bastaba con cambiar o pusieran algunos con letrero que dijera ‘baño de hombres´ y otros ‘baños para mujeres´, porque deben tener al menos un baño por piso, eso era todo el tema infraestructura. Porque yo no necesito una mesa rosa, el único cambio necesario eran los baños”.
La joven reconoce que fue una decisión que tardó porque se trataba de algo que tenía que ser discutido por toda la comunidad. En ese sentido, dice, quizás algunos apoderados y autoridades eran más conservadores, “o capaz algunos profesores no querían cambiar esa tradición”. Pero es un asunto de mentalidad, “es un tema en el que había que entender que no es que fuera de solo para hombres, es una buena institución y por lo mismo no debería ser solo de hombres”.
¿Se siente parte del proceso? Reconoce que familiares, amigos y amigas le han comentado que su carta fue una pieza relevante. Pero ella no lo aprecía de la misma forma: “No me siento parte del cambio”.
La carta, dice Marina, para ella fue un proceso que involucró escribirla, enviarla y que luego se comentó, eso fue todo. “Si alguien me pregunta si tuve impacto en esto, digo que no. Los estudiantes a lo mejor reflexionaron y discutieron de esto por la carta. Pero esto es algo que ellos como comunidad probablemente vieron desde antes cómo podía pasar, que qué tendrían que cambiar, es algo que ellos lograron como comunidad. Yo soy alguien externo que pidió pedir entrar a esa comunidad de 5 mil personas y me dijeron que no, y me fui a otro lado”, destaca.