Han pasado diez días y aún rescatan a personas desde los escombros que dejó el terremoto de Turquía y Siria el pasado 6 de febrero. Teniendo en cuenta las cifras de ambos países y de la ONU, este masivo movimiento telúrico, o bien, el derrumbe de las edificaciones, costó la vida de alrededor de 40 mil personas.

Los relatos de quienes lograron sobrevivir y fueron rescatados de los escombros, dieron la vuelta al mundo. Solo por nombrar algunos, está el de Necla Camuz y su bebé de diez días de nacido, que estuvieron casi cuatro días -cerca de 90 horas- bajo los escombros; y Kaan, un adolescente de 13 años que llevaba 182 horas atrapado en los restos de un edificio.

De los más recientes, está el caso de los hermanos Enes (17) y Abdulbaki (20), que fueron encontrados tras estar 198 horas entre las fracciones de la estructura que alguna vez llamaron hogar; y el de Fatma Güngör, una mujer de 77 años rescatada luego de estar alrededor de 212 horas, casi nueve días, en los escombros de un edificio en la ciudad de Gaziantep.

Fatma Gungor.

Pero, ¿cómo una persona puede sobrevivir a toneladas de escombro y durante tanto tiempo?

“Los edificios se comportaron de forma muy compleja, se cayeron y se convirtieron en armas de destrucción masiva”, manifiesta el geofísico y director del departamento de Obras Civiles y Geología de la Universidad de Concepción, Cristian Farías, sobre las estructuras que sepultaron a miles de personas bajo los desechos. Actualmente, en el país hay más de 110 órdenes de detención por negligencia en las construcciones.

Operarios de rescate en Turquía. Sociedad Ministerio del Interior turco.

El urgenciólogo y subdirector médico de Clínica Dávila Vespucio, Luis Herrada, explica que cuando una persona se queda bajo los escombros, puede fallecer inicialmente por el trauma por aplastamiento ocasionado por el derrumbe. Si la persona vive, el tiempo de supervivencia dependerá de las condiciones del atrapamiento y de la calidad de las lesiones. “Podría sufrir una asfixia, hemorragias, tanto internas como externas, o morir días después por falta de consumo de líquidos”, añade.

La académica de la Escuela de Técnico Nivel Superior Enfermería Universidad de Las Américas (UDLA), Eugenia Álvarez, agrega que la posición en que queda la persona tras el derrumbe es importante: “A veces está la suerte de quedar inserto en un espacio vacío o con un aplastamiento leve”.

Hay bastantes casos de niños, incluso bebés, que sobrevivieron entre los escombros que dejó el terremoto en Turquía, como es el insólito caso de la recién nacida Aya, que fue encontrada con el cordón umbilical aún unido a su madre. “Los niños en general al ser más pequeños, caben es espacios que los protegen. Si no tienen daños físicos, pueden sobrevivir incluso días, como hemos visto en estas situaciones”, especifica Herrada.

Álvarez añade otras circunstancias por las que los niños, especialmente los lactantes, son más propensos a sobrevivir a estas catástrofes. Además de usar menos espacio debido a su tamaño, los pequeños son flexibles; lo que tendría relación con su capacidad para salir más rápido del lugar o acercarse -por instinto- a sitios con ventilación.

También está el factor de la reserva de grasa que tienen los bebés en comparación con los adultos. “Tienen mayor superficie corporal en relación al peso”, lo que provoca que regulen mejor su temperatura. Por otra parte, los bebés y niños " en general no tienen patologías preexistentes. En cambio, los adultos, o adultos mayores, tienen menor expectativa de supervivencia”, explica la académica UDLA.

Las condiciones climatólogicas también son un factor relevante ante este tipo de desastres. “La hipotermia y la inmovilidad podrían ser un problema. En esta época en la zona, la máxima promedio diaria es de unos 13°C y las mínimas pueden ser de -2°C”, comenta el académico en Investigación y Gestión de Emergencia y Desastres de la Universidad Autónoma, Robinson Talavera.

La hipotermia conlleva el deterioro de algunas funciones corporales y, si la temperatura interna baja de los 30°C, puede comprometer la vida. “Conservar la temperatura es un reto si no se quiere morir en las primeras 24 horas”, añade el experto.

Sobre los líquidos y el alimento, Talavera explica que la deshidratación es una amenaza dependiendo de la condición basal, la edad, las lesiones y enfermedades previas. Se compromete severamente la condición física y mental; se puede fallecer antes de cumplir una semana. En el caso de no contar con alimentos, pero sí de permanecer hidratado, el período de vida puede ser mucho mayor, aunque dejará secuelas en el organismo.

Rescatistas removiendo escombros en Turquía.

El especialista de la Universidad Autónoma también expone sobre el panorama de los rescatistas, quienes llevan diez días salvando a gente de los pesados edificios. La mejor ayuda son los rescatistas técnicos especializados que cuentan con equipamiento avanzado y logística propia, expone Talavera: “Con cámaras, detectores de temperatura, sensores de vibración, micrófonos ultra sensibles o robot para espacios pequeños. Todo esto sin significar una recarga en la logística de operaciones local, ni consumir recursos destinados a las víctimas”.

Además, agrega la importancia de Equipos Médicos de Emergencia (EMT), que son de gran ayuda para las catástrofes, también pueden aportar reemplazo de capacidades perdidas y relevar personal local agotado.

“Los más vulnerables son los de edades extremas, heridos, aplastados y los enfermos como, por ejemplo, un diabético sin su medicación o alimentos”, finaliza.