Todas las mañanas, Constanza Reveco (26) se despierta pensando en su perrita Pitu. Espera los fines de semana, o esas tardes cuando no tiene tanto trabajo para ir a verla. Aunque no viven juntas, el vínculo se mantiene inquebrantable gracias a que tiene un acuerdo de tuición compartida.
La conoció de cachorra hace cinco años. Su expareja, con la que recién comenzaba a salir, la había adoptado recientemente. Tiempo después comenzaron a vivir juntos y la Pitu se volvió su perrihija. Pero luego de tres años de convivencia, se separaron.
“La relación que tengo con la Pitu es un poco extraña. Se quedó viviendo con mi ex, pero tiene súper claro que la Pitu es de las dos, o sea, si bien ella la adoptó, la Pitu es hija de ambas”, explica.
La tuición que comparten conlleva que Constanza se la lleva casi todos los fines de semana y la pasea algunas tardes de la semana. También comparten gastos: veterinario, comida, tratamientos, etc.
Su relación era impensada hace algunas décadas, cuando las mascotas eran vistas como guardianes más que compañeros, o peor aún, como objetos. ¿Cómo pasamos de ver a los animales como herramientas funcionales a considerarlos miembros de la familia?
El manejo letal
A lo largo de la historia, la relación entre animales y humanos no siempre fue igual.
Rodrigo Morales, médico veterinario de la Universidad de Chile experto en tenencia responsable de mascotas señala que en 1935 comenzaron las problemáticas con la rabia en Chile, y como respuesta, se sacrificaban perros sistemáticamente, sin escrúpulos y era un escenario bastante aceptado por la sociedad.
A inicios de los 50 era común ver al camión de la perrera pasar por las calles. Solo en 1968 se establecieron políticas públicas para el control y prevención de la rabia en el Código Sanitario que incorporaba la vacunación, medida fundamental para erradicar la rabia en 1972.
En aquellos años, no se reconocía a los animales como seres sintientes. Los primeros adiestramientos comenzaron en el mundo militar, con una educación muy hostil, con collares de ahorque y golpes, explica Gustavo Estrada, psicólogo y educador canino. No fue hasta 1980 que hubo un viraje y se comenzó a entregar estímulos e incentivos positivos para cambiar la conducta del animal, corriente conocida como adiestramiento positivo.
Rosa Muñoz (54) adoptó a Blu hace casi dos años, cuando su único hijo decidió independizarse. “Fue mi perrihijo”, dice. Duermen juntos, lo lleva a su trabajo, vuelven a casa, juegan y vuelven a dormir.
Pero Rosa recuerda que el trato con los animales no siempre fue así. En su infancia, en los años 70-80 sus padres eran cuidadores de una fábrica y los dueños tenían muchos perros para cuidar el terreno. En el día pasaban amarrados al árbol y en la noche los soltaban, dormían afuera, comían sobras o les daban huesos pucheros. “Nunca se enfermaban, ni siquiera iban al veterinario, vacunas, nada que yo me acuerde. Ahora ha cambiado mucho porque al perro le duele la guata y uno lo lleva altiro al veterinario”, ríe mientras mira a Blu.
Rosa y Coti son parte del 86,9% de las personas que declaran que la principal razón por la que tienen una mascota es afectiva, en comparación a solo un 1,6% que dice que los tiene de guardia, explica Morales según datos de su tesis en 2017.
Sin embargo, las cifras eran distintas hace solo dos décadas. Al año 2002, la principal razón de tenencia de animales era guardián con un 41,1% de las elecciones. Ya en 2008 solo el 3,2% declaraba que la razón era de guardián, y el 76,2% declaró que la razón de tenencia era afectiva, según estudios de la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias de la Universidad de Chile en 2003 y 2008 respectivamente.
Morales señala que recién en el año 2000 empieza a haber un cambio en la relación mascota-dueño. Parte la denominada Era de la Salud Pública, cuando los municipios comenzaron a incluir esta temática en sus políticas. El foco era la vacunación, desparasitación, esterilización y protección de la salud. Pero todavía no se hablaba de tenencia responsable. “Hasta 2005 había muchos municipios que seguían entregando veneno a las personas que tenían problemas con perros. Los podías eliminar como cualquier plaga”, dice Morales.
De todas formas, estas políticas fueron fundamentales para controlar la población de perros en las calles. El estudio de la U. Católica y la SUBDERE muestra que antes al año 2000 los niveles de esterilización no superaban el 6%, lo que llevaba a gran cantidad de animales reproduciéndose sin control. Actualmente en Chile, los niveles de esterilización en perras son casi del 59% y 68% en el caso de las gatas.
La práctica se intensificó en 2009, con la creación de la Ley 20.380 sobre Protección de Animales que estableció varias normas destinadas a proteger a los animales y evitarles sufrimientos innecesarios.
Desde ese año, Morales lo describe como la Era de la Protección Animal. Hubo un boom de tiendas de mascotas, marcas de alimentos para distintas necesidades y un avance en la medicina veterinaria.
Alicia Valdés, médico veterinaria de la Universidad de Chile y académica recuerda que en los años 80 se iba al supermercado y en un rinconcito al final del pasillo se encontraba la comida para perros y gatos. Ahora hay tiendas que son literalmente supermercados para mascotas.
Daniela Siel, médico veterinaria y académica de la U. Mayor, señala el cambio desde la medicina coincide con la importancia de 2009. “Yo egresé ese año y he visto el cambio en cuáles son las enfermedades más comunes, por ejemplo, en dermatología veterinaria. Cuando yo estudiaba las enfermedades más comunes eran las sarnas, y eso la tenencia responsable ha hecho que eso disminuya muchísimo, hoy son más frecuente las alergias”.
El siguiente gran paso fue en 2017, cuando Cholito, un perro que vivía en el barrio Patronato fue matado cruelmente por un grupo de personas que lo consideraban molesto. Dicho caso fue determinante para que el proyecto de ley que descansó ocho años en el Congreso, diera luz con el nombre de Ley de Tenencia Responsable de Mascotas, o Ley Cholito (Ley 21.020), que establece una serie de obligaciones para las personas que quieran tener una mascota o animal de compañía, y sanciones para quienes cometan maltrato animal.
Desde entonces, la cantidad de perros por persona, (razón humano:perro) en Chile ha evidenciado un aumento. En 2002 había casi 11 humanos por una mascota. Hoy otro estudio de la U. Católica en conjunto con SUBDERE, estima que la razón humano perro es casi de tres personas por cada animal, cifra que sigue estrechándose.
Esta relación de cercanía, dicen los expertos veterinarios, se acrecentó con la pandemia. “Estuvimos todos encerrados y las personas que estaban solas adoptaron mascotas o los que tenían mascotas se preocuparon el doble y el triple de ellos”, explica Valdés, médico veterinaria.
La encuesta CADEM denominada El Chile que Viene: Mascotas mostró esta alza. Si en 2019 un 42% de las personas convivía con gatos, en 2022 la cifra aumentó a 52%. Además, señala que las personas obtuvieron más del 55% de sus mascotas por adopción o porque los recogieron en la calle, con una tendencia a la baja significativa de la forma de obtención como “regalo”, que disminuye al 23%.
“La pandemia potenció esta nueva relación con los animales. Lo que nos pasó a nosotros nos hizo concientizar más sobre las vacunas. Entender que el concepto de vacunación es muy clave en humanos y personas”, comenta Daniela Siel.
Constanza dice que cuando vivía con sus padres, su mamá era más despreocupada, y solo le ponía las primeras vacunas y después desparasitarlo. “Pero cuando empecé a vivir con la Pitu, nunca dudamos de la tenencia responsable, o sea, ponerle chip, esterilizarla, como que eso ni siquiera había que hablarlo, las dos ya estábamos muy de acuerdo”, cuenta Coti.
La mascota como parte de la familia
Un estudio del psicólogo argentino especializado en antrozoología Marcos Díaz Videla, este vínculo con las mascotas se originó en la era paleolítica, como consecuencia de un comportamiento parental mal dirigido, es decir, los humanos mostraban respuestas de cuidado y protección con los animales debido a sus rasgos infantiles que generaban ternura y cariño.
El comportamiento no ha variado. “Yo había tenido perros antes, pero siempre eran de la familia, o de mi hijo, nunca había decidido tener una mascota para mi. Cuando adopté al Blu fue un cariño distinto, él es súper fiel, no pensé que iba a ser así”, comenta Rosa.
Según la encuesta CADEM, la frase que mejor representa a las personas cuando piensan en su mascota es “Siento que entiendo las necesidades y emociones de mi mascota”, seguida de “Mi mascota es una fuente importante de apoyo y bienestar” (ver infografía).
Para Rosa y Constanza, sus mascotas son sus hijos, en sentido figurado. Si van a salir, eligen lugares donde los puedan llevar, se preocupan de bañarlos, vacunarlos y desparasitarlos. Le compran ropa, accesorios, juguetes y la mejor comida, y ambas están dispuestas a gastar lo que sea en medicina si su mascota lo necesitara.
“La humanización con nuestra mascota nos permite cambiar el vínculo. Si a mi perro le pongo un nombre y digo que es miembro de la familia, como miembro de la familia tiene que tener su seguro de salud, comer bien, y tener todas sus necesidades satisfechas, ese grado de humanización es bueno. El problema está cuando se exagera”, explica Gustavo Estrada, educador canino.
Y el vínculo no solo es con perros o gatos, las mascotas más populares. Hoy existe una amplia oferta de animales. Según CADEM, ya hay un 3% de personas que señala tener animales exóticos, entre los que destacan aves, tortugas, hámsteres y peces.
Las mascotas han pasado de ser vistas como objetos de compañía a ser reconocidas como miembros integrales de la familia. Este cambio resalta la importancia simbólica y funcional de los animales en las dinámicas familiares.
Según el estudio de Díaz Videla, las mascotas desempeñan distintos roles en las familias: para los adultos jóvenes solos funcionan como compañeros cercanos que alivian la soledad; en parejas sin hijos muchas veces las mascotas adoptan roles similares al de hijos; en familias con hijos pequeños disminuye el apego adulto a las mascotas, pero los niños empiezan a desarrollar vínculos con ellas; en adolescentes actúan como confidentes y apoyo emocional; y en etapas como el “nido vacío” y la vejez, las mascotas ofrecen soporte emocional y un propósito.
Constanza y su inusual acuerdo de tuición compartida, representa esta nueva etapa del vínculo humano-animal. “La Pitu no es solo una mascota, es mi hija”.