Matrícula de mayores de 50 años en educación superior creció 157% en la última década
Según un estudio del Observatorio del Envejecimiento UC-Confuturo, acceso a la educación en la adultez mayor crece en Chile, pese a desafíos como el analfabetismo y la brecha tecnológica.
Mirtha Casas Mayorga (55), asistente social con 36 años de experiencia, decidió retomar los estudios para complementar su trayectoria con un nuevo enfoque académico. Actualmente cursa el diplomado en “Comunicación Política y Asuntos Públicos” en la Universidad Adolfo Ibáñez, motivada por su interés en actualizar las herramientas y métodos de análisis sociopolítico.
“Me motivó incorporar un grado académico de una prestigiosa universidad a la experiencia laboral y profesional desarrollada durante años, y actualizar las estrategias comunicacionales actuales”, explica.
Matrícula de mayores de 50 años en educación superior creció 157% en la última década
La decisión de Mirtha refleja una tendencia en crecimiento en Chile: personas mayores de 50 años que vuelven al aula para continuar su formación. Según un informe del Observatorio del Envejecimiento UC-Confuturo, que analiza aspectos como alfabetización, niveles educativos alcanzados, modalidades de enseñanza y diferencias de género en la población mayor, muestra que cada vez más adultos mayores participan en la educación superior.
Según el informe, la matrícula de mayores de 50 años en la educación superior (modalidades educativas tradicionales) ha crecido exponencialmente en la última década. En 2013 el número de matriculados llegó a 10.494 personas, cifra que subió a 26.952 en 2024, lo que representa un incremento de 157%. Los institutos profesionales concentran el mayor porcentaje de inscritos (42,3%), seguidos por las universidades privadas (27,9%).
Según Valentina Jorquera, coordinadora del Observatorio del Envejecimiento UC-Confuturo, la concentración de estudiantes en institutos profesionales se debe a “las menores barreras de ingreso de la educación técnica y su menor duración son factores clave, además de su mayor presencia local en el país”.
La preferencia por los IP también está relacionada con la posibilidad de acceder a programas de especialización técnica que permiten a las personas mayores mantenerse activas en el mercado laboral.
“Esta oferta académica facilita que los estudiantes de más edad adapten su experiencia a las demandas actuales, lo que es un incentivo clave para continuar aprendiendo”, añade Jorquera.
Según el análisis de UC-Confuturo, con cifras de la Encuesta CASEN 2022, más de 29.500 personas mayores de 50 años declararon asistir a algún establecimiento educacional, aunque la cifra podría estar subestimada al considerar solo un momento del año y por la posible vergüenza asociada al rezago escolar. Del total, el 77% tiene entre 50 y 59 años, y el 14% entre 60 y 64 años.
Diferencias generacionales
Uno de los resultados más importantes del estudio es que los adultos mayores presentan niveles educativos más bajos en comparación con generaciones jóvenes, lo que queda reflejado en la Encuesta CASEN 2022: un 3,1% de las personas entre 55 y 59 años no sabe leer ni escribir, porcentaje que aumenta al 13,8% en mayores de 80 años. En áreas rurales, esta cifra se eleva al 15,4%, casi 10 puntos porcentuales más que en zonas urbanas, evidenciando las profundas desigualdades estructurales.
Sin embargo, estas dinámicas no están exentas de dificultades. Mirtha, señala que las barreras tecnológicas y metodológicas son algunos de los retos que enfrentan los estudiantes mayores. “Es un desafío desarrollar procesos intelectuales con generaciones más jóvenes, especialmente cuando se trata de herramientas tecnológicas que no existían en nuestra formación inicial”, comenta.
El estudio subraya la importancia del aprendizaje a lo largo de la vida como herramienta para promover el envejecimiento activo, reducir las desigualdades y fortalecer el tejido social. La creciente participación de las personas mayores en la educación formal es un indicio positivo, pero también plantea el desafío de crear ambientes de aprendizaje inclusivos y adaptados a sus necesidades.
El informe asimismo aborda el desafío de la intergeneracionalidad en las aulas, donde coexisten personas mayores y jóvenes. Macarena Rojas, directora de Gestión del Observatorio, destaca que este modelo fomenta el respeto mutuo y el intercambio de experiencias. “Estrategias como el aprendizaje colaborativo y proyectos grupales mixtos han demostrado ser efectivas, ya que permiten que diferentes generaciones contribuyan desde sus fortalezas y perspectivas”, explica.
Casos como el de Mirtha evidencian cómo la formación continua puede ser una herramienta poderosa para superar barreras y fomentar la integración social. A medida que la matrícula de estudiantes mayores sigue en aumento, la educación superior tiene la oportunidad de convertirse en un espacio clave para impulsar el aprendizaje intergeneracional y la cohesión social.
Motivaciones y obstáculos para volver a estudiar
El regreso a las aulas para las personas mayores de 50 años está motivado principalmente por la realización personal y, en menor medida, por razones laborales. Según Mirtha, muchos profesionales mayores de 55 años buscan reforzar sus carreras invirtiendo tiempo y recursos en obtener grados académicos que los mantengan vigentes en un mercado laboral cada vez más competitivo.
“Somos parte de una generación que considera que aún puede aportar, pero que necesita demostrarlo con nuevos títulos y conocimientos”, afirma la estudiante.
Más allá de las oportunidades laborales, el impacto de estudiar en la calidad de vida de las personas mayores es significativo. Jorquera, explica que retomar los estudios puede otorgar nuevos roles y propósitos, mitigando la pérdida de funciones asociadas a la vejez. “Estudiar fomenta la participación social, reduce el aislamiento y promueve una rutina activa, todos factores que contribuyen al bienestar físico y mental”, comenta.
El aumento del 157% en la matrícula de estudiantes mayores de 50 años en la última década también responde a cambios generacionales y el interés creciente por el aprendizaje continuo. Según Rojas, “nuevas cohortes de personas mayores más educadas y con proyectos personales están transformando los espacios educativos. Este fenómeno es parte de los conceptos de la nueva longevidad”.
Sin embargo, los desafíos son múltiples. Los obstáculos más comunes incluyen la falta de tiempo, costos, discriminación etaria, limitaciones tecnológicas y la escasez de programas adaptados a las necesidades de los mayores. A pesar de ello, Jorquera destaca que las personas mayores suelen ser más perseverantes en sus estudios, valorando profundamente la oportunidad educativa. “Aunque no hay datos formales sobre deserción, factores como problemas de salud y responsabilidades familiares pueden afectar su permanencia”, señala.
En cuanto a las diferencias de género, Rojas explica que las trayectorias laborales y los roles tradicionales tienen un peso importante. “Mientras que las mujeres suelen estudiar para completar etapas interrumpidas por responsabilidades familiares, los hombres tienden a buscar especialización laboral o actualización de conocimientos. Ambos casos reflejan la influencia de sus contextos y roles previos en la sociedad”, concluye.
Políticas públicas para fomentar más alumnos sobre 50 años en la universidad
La integración de las personas mayores en la educación superior no solo enriquece su desarrollo personal, sino que también fomenta el intercambio generacional y la cohesión social. Mirtha señala que su experiencia ha sido positiva: “Los estudiantes jóvenes han sido muy respetuosos. He sentido apoyo al ser escuchada por mi experiencia concreta y distinta, y he aprendido de sus miradas e interpretaciones sobre los fenómenos sociopolíticos actuales”.
Sin embargo, el analfabetismo sigue siendo un desafío, especialmente en personas mayores de zonas rurales, donde limita el acceso a servicios y vulnera derechos fundamentales. Según Rojas, “los programas deben ser culturalmente pertinentes y territorialmente accesibles, con metodologías adaptadas a este grupo”. Iniciativas como alfabetización itinerante y el uso de tecnología asistida son herramientas clave para reducir esta brecha.
En Chile, los programas educativos para adultos mayores han mostrado un crecimiento significativo en la última década. Iniciativas como el Plan de Alfabetización Contigo Aprendo y el Programa Aprende Mayor han permitido a miles de personas completar su educación básica. Este último, gratuito y liderado por SENAMA, MINEDUC y Banco Santander, se ha expandido notablemente, con un aumento del 364% en su cobertura desde 2012, beneficiando a más de 42.000 personas en 2024.
El sector privado también ha contribuido al acceso a la educación para mayores. Christian Abello, de Compañía de Seguros Confuturo, destaca su Portal de Formación, con más de 45 cursos gratuitos enfocados en el segmento 60+. “Buscamos que las personas adquieran herramientas para mejorar su calidad de vida y bienestar”, comenta.
Para garantizar un acceso más equitativo, es necesario fortalecer las políticas públicas, Rojas propone medidas como becas específicas para mayores, modalidades de estudio flexibles y campañas informativas que promuevan la educación como un derecho universal. “
Es esencial implementar políticas que no solo faciliten el acceso, sino que aseguren la permanencia de las personas mayores en instancias educativas”, concluye la directora del Observatorio.
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