La semana pasada, en el diván del runner, abordamos la importancia de la salud social (nivel 2) y sostuvimos que esta es un gran sostén de la salud psíquica (nivel 3). Una sana vida social, un buen ambiente de trabajo, un matrimonio sólido, una familia estable o un buen equipo de running pueden ser poderosos amortiguadores frente a las presiones del entorno.
Y gracias a Jaime, cliente que nos ha acompañado las dos últimas semanas en estas columnas, vimos como la pérdida del trabajo y el término de su matrimonio alteraron profundamente su funcionamiento y como un equipo de running pudo acompañarlo y contenerlo en momentos donde se sentía superado por el estrés y la tensión.
Como coach, en consulta, abordo la salud psíquica de mis clientes desde la perspectiva del aprendizaje. ¿Estás disfrutando tus estudios? ¿Te gusta tu trabajo? ¿Te siguen pareciendo placenteras las actividades que solías disfrutar? ¿Te sigues entreteniendo con las personas con las que te gustaba reunirte?
Detrás de estas preguntas pueden aparecer las primeras señales de deterioro psíquico. La falta de entusiasmo frente a actividades o eventos que antes eran satisfactorios, la pérdida del goce, nos indica que nuestro cliente no solo no está disfrutando lo que antes disfrutaba, sino que no ha sido capaz de aprender nuevas estrategias y habilidades para salir de la insatisfacción. Y en el caso de Jaime este deterioro se hizo evidente tras una lesión en la cadera que lo obligó a dejar de correr por meses.
“Me separé y lo pasé la raja, pero después me despidieron y la pendeja con la que webeaba me pateó”
Mira, no es la primera lesión que tengo, pero nunca había tenido que parar tanto tiempo. Tuve la típica fascitis plantar, una tendinitis en el talón de Aquiles y algunos problemas en las rodillas, pero cuando me empezaron a doler las caderas me empecé a urgir. Primero fueron las bursitis y ahora estuve, según el doctor, muy cerca de sufrir una fractura por estrés (silencio). Lo distinto o lo que más me complica es que en estos dos años que llevo corriendo las lesiones nunca habían significado chantar en seco, pues las surfeaba con masajes, acupuntura, gimnasio y kine.
(silencio)
Puta, cuando el traumatólogo me dijo que esto era serio, que tenía que parar hasta recuperarme totalmente de la cadera, hice todo lo posible para no venirme abajo, pero a medida que pasaban las semanas y aumentaban las consultas médicas y los exámenes me fui bajoneando. Al principio era tal mi entusiasmo o mi ingenuidad que pensaba que mi optimismo me iba a salvar, pero las conversas con el doctor me botaban. Eran puras malas noticias. O sea, no tan malas, siempre y cuando no se me ocurriera correr.
(silencio)
Pablo, mi amigo, ese que te conté que me invitó a trabajar con él después que me echaron, cachó que me empecé a desmotivar en la pega y la Maca, mi ex señora, me dijo que los niños estaban preocupados.
¿Qué les preocupa a tus hijos?
Pese a todos los esfuerzos que hice para que no se notara, cacharon que estaba más mal genio, cansado, aburrido…
¿Y a Pablo?
Pablo me mandó a hablar contigo, pues le preocupaba que no estuviera conectado con la pega y que estuviera en otra.
¿Y dónde estás?
Por fuera hago como que trabajo en la oficina y en la casa, cuando me toca con mis hijos, soy un autómata, pues por dentro estoy puteando contra el mundo. Estoy cabreado, enojado, triste y cuando estoy solo me echo en la cama y no hago nada. Todo me latea y ya no me entretienen ninguna de las webadas que antes me salvaban.
¿Cómo que cosas?
Me he juntado un par de veces con amigos y termino más achacado después de contarles por lo que estoy pasando. Los weones se cagan de la risa y me dicen que aproveche de carretear, de comer y de ver fútbol y que me deje de webear. Pero puta, ahora me latean todas las series, no me concentro viendo partidos, no engancho con ninguna película y tampoco me entretiene jugar play con mis hijos. Tampoco soy de leer y ni intentes decirme que me ponga a meditar. Y nada, cuando caigo en este estado, siento que he hecho todo mal.
¿Cómo así?
Después que me separé me desbandé y lo pasé la raja. El problema fue que me terminaron despidiendo de una buena pega y que la pendeja con la que anduve webeando me pateó apenas las cosas se pusieron difíciles. Y juraba, te prometo que lo juraba, que había descubierto la panacea para todos mis problemas en el running. Durante dos años puse todas mis fichas ahí. Y era la raja, es la raja, pero ahora que no puedo correr no sé que chucha hacer conmigo. Y me carga hablar así, me carga estar acá y me carga sentirme patético.
¿Qué es lo patético?
Años atrás si un amigo me hubiera contado este mismo rollo me hubiera cagado de la risa y no habría entendido nada, pues lo más patético de todo es que me siento solo, puta, como desamparado, siendo que siempre fui un weon al que le salían bien las cosas y que tiraba para adelante. Siempre estuve rodeado de amigos, metido en proyectos y en viajes. Incluso cuando me separé saqué al tiro polola y cuando me despidieron saqué pega. Zafé, esa es la sensación que tengo, pero estaba totalmente inconsciente de que esto podía terminar mal y ahora me siento un wea.
¿Por qué ahora?
Porque estoy como en la nada y no sé ni por donde empezar. Y aunque al principio me cargara hablar contigo, al menos de la boca para afuera, ahora siento que venir acá es lo único bueno que estoy haciendo, pues no tengo con quien hablar de estas webadas y tampoco sé cómo hacerlo.
Gracias a Jaime podemos ver como una lesión y el deterioro de su salud social ponen sobre la mesa la fragilidad de su salud psíquica. Sin la contención del running, Jaime se ve obligado a conectarse con aspectos de sí mismo muy poco desarrollados, como la capacidad de estar solo, de autocontenerse y de generar conversaciones y relaciones más profundas.
Hasta que la cadera le impidió seguir corriendo, Jaime había logrado evitar conversaciones más íntimas. Conversaciones que lo conectaran con la dimensión psicológica de su problemática y con la dimensión espiritual (nivel 4) que abordaremos la próxima semana.
Continuará…